La casa de todos y todas. Patricio Zapata Larraín

La casa de todos y todas - Patricio Zapata Larraín


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sea necesario, o bueno, hacer una Nueva Constitución que parta de cero.

      Aun cuando pienso que mi demostración sobre el verdadero, y relativamente inofensivo, sentido de “hoja en blanco” es bastante contundente, no me engaño en cuanto a que los partidarios del Rechazo parecen haber tenido cierto éxito (el 26 de abril de 2020 sabremos cuánto) en atribuir a esta expresión connotaciones inconvenientes o peligrosas. Puede ser provechoso reflexionar sobre este fenómeno.

      Lo primero que debe reconocerse es que la expresión misma “hoja en blanco” es resbaladiza (es fácil que se escape de las manos). Más allá de lo que se quiera decir con ella, la idea de blanco es muy fácil de asociar a vacío, incertidumbre y riesgo (así, por ejemplo, cheque en blanco, mente en blanco). Es, precisamente, el tipo de concepto que incomoda naturalmente a las clases medias y a los electorados de centroderecha. Los líderes e intelectuales del Rechazo lo advirtieron de inmediato. Y, por eso, le han dado como caja.

      El tema que comentamos es un ejemplo más de los riesgos de usar metáforas en el terreno de la política o las ciencias sociales. Estas figuras retóricas tienen, por supuesto, la virtud de ser un gran vehículo para colocar una idea en la esfera pública. Todos entendemos rápido qué significa que el cobre sea el “sueldo” de Chile, que les negaremos “la sal y el agua”, que con Tomic “ni a misa” o que la revolución de Allende iba a ser con “vino tinto y empanadas”. Más recientemente, “Chilezuela”. Por mi parte, yo quisiera pensar que “La Casa de Todos y Todas” es una metáfora que transmite bien un conjunto de ideas sobre una Constitución deseable.

      El problema de las metáforas, no obstante, es que, precisamente por la gruesa simplificación que suponen, es relativamente fácil que puedan volverse contra sus creadores, especialmente, por supuesto, cuando los adversarios las sacan de su contexto original.50

      No creo, sin embargo, que este sea únicamente un problema de las reminiscencias o resonancias puramente semánticas de una frase. Si la “hoja en blanco” ha terminado por complicar un poco el alegato por una Nueva Constitución ante ciertas audiencias es porque la expresión, en sí misma, confirma, en una parte del público, el diagnóstico crítico o desconfiado que ya tienen esas personas sobre el emisor del mensaje. Precisamente porque hay un número no desdeñable de chilenas y chilenos que piensan que la izquierda es utópica y maximalista es que “hoja en blanco” toca una tecla sensible en su intención de voto. Aquí no hay pura paranoia. Seamos francos, existe, efectivamente, una parte de la izquierda que quisiera hacer todo de nuevo y que, además, vive pensando que faltan apenas dos días para poder asaltar el Palacio de Invierno.51

      La realidad, en todo caso, es que el proceso constituyente que se acordó el 15 de noviembre de 2019 no tiene nada de revolucionario. Como se verá un poco más adelante, el mecanismo que se somete al Apruebo o al Rechazo el 26 de abril de 2020 contiene límites importantes que tienen por objeto garantizar los intereses legítimos de las minorías, evitar decisiones súbitas, promover la búsqueda de acuerdos y evitar que un grupo cualquiera “se lleve la pelota para la casa”.

      Un último comentario sobre las aprehensiones políticas que despierta la “hoja en blanco”. No deja de ser extraño que los defensores de la Constitución más fundacional y revolucionaria de la historia de Chile, pues eso fue la Constitución de 1980, se manifiesten, ahora, alarmados ante el peligro de una Nueva Constitución que rompa con la tradición chilena.

      Aun cuando es cierto que existe un sector minoritario de la izquierda que pudiere querer traer a Chile un orden constitucional radicalmente distinto a lo que hemos tenido en doscientos años de vida independiente, no es menos cierto que, en las últimas décadas, los verdaderos portaestandartes de las banderas de la tradición constitucional chilena han sido los partidos políticos de centro y centroizquierda. Esto es, sectores que empujan con fuerza la idea de Nueva Constitución.

      En este punto, estoy muy de acuerdo con Genaro Arriagada, Jorge Burgos e Ignacio Walker, que en 2017 señalaban: “Las constituciones son cuerpos vivos que surgen de la historia y la historia de Chile no parte en 1828, 1833, 1925 o 1980, ni se funda o refunda la nación en cualesquiera de esas fechas. Una Nueva Constitución tiene que recoger la evolución histórica y constitucional de Chile, teniendo como hilo conductor la construcción –siempre tentativa e imperfecta– de una república democrática, que es el anhelo compartido desde los ensayos constitucionales de 1811-1830, en los albores de la república. Una Nueva Constitución no reescribe la historia ni es un ejercicio fundacional. Menos en un país como Chile que tiene una tradición democrática, republicana y constitucional, forjada en una evolución histórica, con avances y retrocesos, continuidad y cambio, con períodos de estabilidad y ruptura, forjando una historia de la que, más allá de nuestros acuerdos y desacuerdos, debemos sentirnos orgullosos”.52

      Valoremos, entonces, que una eventual discusión en la Convención Constitucional se dará en condiciones de igualdad (“hoja en blanco” bien entendida). Todos los sectores representados llegarán a la Convención portando una parte de nuestra tradición constitucional. Sabrán que si quieren colocar alguna idea en el proyecto de Nueva Constitución tendrán que convencer a los 2/3 de la Asamblea. Y así como nadie podrá conseguir la incorporación en la Constitución de algún concepto nuevo con mayorías del 51% (que es, quizás, lo que le gustaría a la izquierda más radical), nadie podrá, tampoco, mantener intactas las normas actuales por el hecho de contar con un tercio (que es la situación de ventaja estructural de que ha gozado la derecha en las últimas décadas).

      Caja de pandora

      Otro de los temas centrales de la campaña del Rechazo es la advertencia que se hace al país en el sentido de que la Convención Constitucional que se instalaría en caso de ganar el Apruebo sería una especie de caja de Pandora. No lo han dicho con estas palabras, pero me parece que esta imagen capta bien el tenor del discurso sobre los peligros de que se abra en Chile una Asamblea o Convención Constituyente.

      La caja de Pandora es una trampa mitológica.

      Zeus, el Gran señor del Olimpo, se enojó con Prometeo. La razón: desobedeciéndole, Prometeo ayudó a los seres humanos entregándoles el poder del fuego. En su ira, el padre de los dioses decide vengarse de Prometeo, pero también de su familia y, en general, de todas las personas. Una parte de su vendetta consistió en hacer dos regalos envenenados a Epitemeo, hermano de Prometeo: Pandora, la primera mujer –ser bello, caprichoso e inconstante que será su esposa–, y un ánfora tapada (una caja, decimos ahora) que contiene en su interior todos los males que afligen a los seres humanos (enfermedades, hambre, fatiga, etc.). Alertado de la trampa, Prometeo advierte a su hermano y a su mujer que no se les ocurra destapar el susodicho envase, pues una vez que las calamidades salgan del recipiente ya no habrá manera de volver a guardarlas. Muy en línea de otras historias antiguas, lastradas por el machismo, la causa del desastre va a ser la curiosidad malsana de la mujer, Pandora. Ella cede a la tentación, abre la tapa y suelta el infierno.53

      Una caja de Pandora es, entonces, un artefacto aparentemente inofensivo (y probablemente bonito por fuera), pero que lleva en su interior un montón de peligros y desgracias. Los que desean hacerte daño te regalan envases como este. Los que te quieren, en cambio, te alertan para que no los abras.

      La campaña del Rechazo ha intentado caracterizar a la Convención Constituyente que tendríamos que elegir para elaborar un proyecto de Nueva Constitución en caso de ganar el Apruebo como una estructura que, tras una apariencia inocente, esconde una gran cantidad de peligros para la sociedad chilena. Una vez puesta a funcionar la Convención, se nos dice, ya sería demasiado tarde para intentar detener el cúmulo de desgracias que podrían precipitarse sobre nuestro país (populismo desatado, polarización, etc.). No habría manera de evitar, se agrega, que, una vez instalada la Convención, ella misma decida, y por mayoría simple, sacudirse de todas las limitaciones que se le puedan haber fijado.54 O sea, la Convención sería una caja de Pandora. Mejor no abrirla. El colofón: ¡Vote Rechazo!

      En las páginas que siguen quiero someter a escrutinio el razonamiento que acabo de sintetizar. Antes de hacer la crítica, sin embargo, quiero decir algo sobre la cuestión de los peligros o riesgos.

      Las personas razonables tratan de evitar, si es posible, las situaciones peligrosas.


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