La casa de todos y todas. Patricio Zapata Larraín

La casa de todos y todas - Patricio Zapata Larraín


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que es efectivo que el término “hoja en blanco” ha venido siendo usado, desde hace bastante tiempo, por varios connotados partidarios del cambio constitucional. Al mismo tiempo, sin embargo, es indispensable precisar cuál es el sentido en que se emplea la expresión por quienes la acuñaron en primer lugar.

      La expresión “hoja en blanco” se usó originalmente, y se sigue usando, para graficar la realidad de un debate constitucional donde todos los que participan, tanto los partidarios de los cambios como los oponentes, se encuentran situados en un plano de igualdad. Su opuesto lógico, la “hoja ya escrita”, sería la situación de asimetría inherente a la manera en que se han discutido en el Congreso las reformas a la Constitución chilena de 1980.

      Al hacer la genealogía de la expresión “hoja en blanco” nos encontramos con que el padre de la creatura sería, ni más ni menos, que el expresidente de la República Ricardo Lagos. La habría usado en una conversación con los medios de comunicación en julio de 2013. Semanas después, desarrolló el concepto en una columna titulada “Hoja en blanco: el punto de partida de los cambios constitucionales que Chile requiere”. En ese texto, y luego de recordar los muchos esfuerzos desplegados por la Concertación para democratizar la Constitución, incluyendo la reforma de 2005 que a él le tocó liderar, Lagos plantea que “ha llegado el momento de plantear algo diferente”. Lo explica: “En las discusiones que llevaron a la Constitución de 1833, en el proceso constituyente de 1870, en el trabajo para elaborar la Carta de 1925 o en las modificaciones de 1943, nadie tenía ni pretendía usar un poder de veto de un sector sobre el proceso, si no se entendía que la sociedad chilena requería cambios constitucionales para mantener la legitimidad de las instituciones políticas que permitía modificar las cartas constitucionales. Hoy, sin embargo, tenemos un veto explícito sobre la mesa: el de la derecha, que puede frenar cualquier cambio si no es de su gusto. En la oposición hemos ganado la mayoría de las elecciones desde 1988 en adelante, pero nunca hemos logrado poder discutir una carta constitucional de igual a igual con la derecha. ¿Es posible debatir entre todos una Nueva Constitución sin que exista el derecho a veto, la permanente amenaza de que si no llegamos a acuerdo primará lo actual? Más que discutir sobre el mecanismo (asamblea constituyente u otro) es importante acordar que el diálogo sea sin calculadora en mano. La derecha chilena debe aceptar sentarse a redactar una carta constitucional a partir de una hoja en blanco y (si) entre todos se decide mantener de la carta actual, se mantiene”. 42

      La verdad es que, apenas enunciada, la susodicha “hoja en blanco” generó polémica. Al historiador Joaquín Fermandois le llamó la atención que el presidente Lagos propusiera pensar en una Nueva Constitución comenzando con una “hoja en blanco”. Dijo Fermandois: “Extraña opinión en labios de quien, junto con Patricio Aylwin, ha sido el Mandatario más históricamente consciente (y el más leído) que ha tenido la nueva democracia. (…) Toda la historia político-constitucional desde 1990 hasta 2005 –la llamada “Constitución de Lagos”– consistió en el esfuerzo por depurar de su contenido moderno y democrático, sensato también, todo lo que tenía de circunstancial y con apellido. Cierto, persistía lo del binominal –que ahora es más bien un chivo expiatorio, pues los quorum tienen antecedentes en otras democracias–, y la derecha y no pocos parlamentarios de la Concertación arrastraron los pies porque el sistema les era funcional. Ahora, por eso que se llama “presión de la calle”, a la que se sobredimensiona, se pretende volver a fojas cero, en entusiasmo carnavalesco, escudándose en la inextinguible tentación de creer que las leyes crean el orden perfecto. La creencia autoinducida de que se está en crisis, inherente a la izquierda, y el descalabro interminable de la derecha, autoinducido también, precipitan manotazos de soluciones. Algunas quizás inteligentes, poco digeridas en todo caso. Chile, ¿merece una hoja en blanco?”.43

      Ese mismo año, 2013, Fernando Atria dedica varias páginas de su “Constitución tramposa” a explicar y apoyar el planteamiento de Lagos sobre la “hoja en blanco”. No sé cual habrá sido el sentimiento íntimo del expresidente al verse defendido con tanto entusiasmo por Atria. Lo que sí parece claro es que para la derecha más refractaria al cambio, el hecho de que Fernando Atria, el monstruo de sus pesadillas constitucionales, le haya dado su aval a la “hoja en blanco”, terminó, probablemente, por convencerla de que el concepto tenía que ser perverso.

      La, errada, comprensión de “hoja en blanco”, como si fuera un botar a la basura todo el pasado, no solo provocó inquietud en círculos conservadores. También generó algunas dudas en sectores liberales. Eso explica, por ejemplo, que a principios de 2015 Arturo Fontaine haya planteado en un seminario académico la conveniencia de llevar adelante el tránsito hacia una Nueva Constitución, teniendo como punto de partida la Constitución de 1925.

      Desarrollando su idea, en columna de opinión en El Mercurio el 1° de Marzo de 2016, Fontaine expresa: “Dejar atrás la Constitución del 80 significa no solo dejar atrás tales y cuales normas, sino que alejarse del arrogante espíritu fundacional que la anima. Ocurre que Chile no es una página en blanco, ocurre que la democracia chilena no es una página en blanco. Es una de las democracias más antiguas y respetadas del mundo. Ni Francia, ni Italia, ni Alemania tienen una tradición democrática como la nuestra. La democracia chilena ni la inventó la Constitución de 1980 ni la vamos a inventar ahora. Partir de cero le resta credibilidad al nuevo texto constitucional y desmerece nuestra propia historia”.44 Al día siguiente, el rector Carlos Peña escribe al mismo diario, manifestando: “Arturo Fontaine ha formulado una muy buena idea para el actual debate constitucional. Al sugerir retroceder a la Constitución de 1925, elude dos extremos: el de la página en blanco (la esperanza que late en los futuros cabildos) y la permanencia de las reglas de 1980 (puesto que basta que la minoría bloquee un acuerdo para que se mantengan)”.45

      Desde 2013 hasta hoy, el expresidente Lagos ha vuelto a explicar, una y otra vez, que la “hoja en blanco” no significa –en modo alguno– olvidar la historia constitucional chilena ni partir de cero.46 Quienes han tenido ocasión de escuchar o leer al ex primer mandatario cuando se refiere a temas constitucionales, habrán advertido cuán intensa ha sido siempre su admiración por la tradición republicana chilena. Y cuán arraigada es su vocación reformista (y no revolucionaria utópica). Estos hechos de la causa, públicos y notorios, debieran ser, en principio, suficientes para descartar, en observadores de buena fe, que la “hoja en blanco” por él explicada tenga, en materia de contenidos, un sentido fundacional.

      Lo cierto es que de las personas partidarias de una Nueva Constitución que se han referido públicamente a la “hoja en blanco” la inmensa mayoría entiende y defiende la noción en los términos del expresidente Lagos. Esto no obsta, por supuesto, a que pueda haber alguna declaración suelta, algún tuit o un grafitti que la entienda de otra manera.

      En su ya citada “Constitución tramposa”, Fernando Atria, por ejemplo, es muy claro sobre el punto. Es un error, dice, creer que la demanda de hoja en blanco o partir de cero es una (ininteligible) pretensión de negar la historia”. Agrega: “Una Nueva Constitución no es partir de cero en el sentido de negar la historia. Es partir de cero en el sentido de que es una decisión que no está atada a decisiones anteriores, que no está limitada en cuanto a lo que se ha de decidir por reglas que le son anteriores. Nada de esto quiere decir, por supuesto, que una Nueva Constitución no puede hacer propias reglas, instituciones o prácticas antiguas. Si lo hace, sin embargo, no es porque esté obligado a ello por ellas, sino porque considera que son suficientemente adecuadas, que es precisamente la manera de afirmar nuestra continuidad con nuestra historia”.47

      El verdadero sentido de la “página en blanco” es muy claro para los constitucionalistas de centroizquierda e izquierda. El 17 de noviembre de 2019, dos días después del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, un grupo de 34 destacados especialistas en derecho público de talante progresista ofrecen a la opinión pública una explicación sobre qué significa que la Convención Constituyente opere con hoja en blanco. No hay, por supuesto, ninguna referencia a la idea de partir de cero.48 Al día siguiente, 18 de noviembre de 2019, se da a conocer la declaración “El Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución no es una trampa”, suscrito por un total de 262 profesoras y profesores de Derecho y Ciencia Política. Este texto vuelve a exponer el sentido preciso de lo que significa efectivamente “página en blanco”.49

      Espero


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