El color de la decisión. Beatriz Navarro Soto

El color de la decisión - Beatriz Navarro Soto


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—Alzó su copa como pudo para brindar por eso.

      —Siempre supe que quería estudiar algo relacionado con ayudar. Medicina era mi opción más lógica dado que la biología se me da bastante bien y me gusta leer. También pensé en psiquiatría, pero luego desistí. Me comprometo mucho y mi calidad de vida se hubiese visto afectada emocionalmente. En cambio, en traumatología veo el problema y si puedo los ayudo. En la mayoría de los casos puedo hacerlo... ¿Qué hay de ti? Laura me comentó que haces de todo un poco, “lo que venga” me dijo con un tono de fascinación.

      —¿Y qué tiene de malo eso? —le preguntó con seriedad—. No todos tenemos la película clara desde la pubertad, doctor. Lo importante es no quedarse en un lugar cuando sabes que no es el tuyo.

      JP le tomó un mechón de pelo, lo acarició y luego se lo tiró.

      Bárbara emitió un sonido de dolor.

      —Pensé que no nos íbamos agredir físicamente.

      —Lo intenté, pero tú también me lo haces difícil. ¿Por qué siempre andas a la defensiva? No he querido insultarte y lo sabes.

      —Está bien. Tengo una empresa con un amplio giro, “de todo un poco” —manifestó con burla—. Pero me estoy especializando últimamente en servicios fotográficos, y en esa área he descubierto la remodelación y decoración de interiores. De hecho, ahora estoy en una. Estaba terminando unos cuadros cuando tuve el accidente.

      JP asintió.

      —¿A quién le estás haciendo una remodelación?

      —Es para un bar se llama El Rincón.

      —¿El Rincón? —repitió JP con suspicacia—. ¿El bar de Cristóbal?

      —¿Lo conoces?

      —Es mi mejor amigo. —Se le notaba un poco irritado—. Supongo que tú eres la mujer a quien quiere morderle los labios, ¿verdad?

      Ella rio ante la pregunta.

      —¿Cómo voy a saber si soy yo? —Aunque estaba casi segura de que así era.

      —Debes serlo. Nos dijo que era la persona que le estaba haciendo un trabajo en el bar. —Lo incomodó verla sonreír por eso—. ¿Te los mordió?

      Bárbara emitió un sonido tratando de recordar. JP se paró molesto para rellenar su vaso, aunque no lo necesitaba. Ella observó lo bien que se veía con jeans y polera, esto le produjo un estremecimiento. Cuando JP volvió, se quedó parado de espaldas a Bárbara, tratando de concentrarse en las luces que se veían desde el ventanal y que, en su conjunto, indicaban que Viña era una hermosa ciudad, pero a quién estaba engañando —se dijo— no podía sacarse de la mente a Cristóbal mordiéndole los labios.

      Fue hacia el sillón y le volvió a repetir.

      —No me has respondido si te los mordió.

      Ella se quedó pensando por qué le importaba tanto aquello, ¿estaba celoso? Esto le hizo un poco de gracia, pero no lo demostró.

      —¿Y a ti qué te importa si me los mordió o no?

      JP le desvió la mirada porque ella tenía razón. ¿Qué podría importarle a él? Pero ella lo inquietaba y cada vez que la recordaba sentía ganas de besarla. Era una mujer hermosa, si bien había estado con mujeres de igual o mayor belleza. Era irritante, obstinada y a veces hasta grosera. No la conocía y ella no había mostrado interés en conocerlo. ¿Por qué se fijaría en alguien así?

      —No me importa, te lo preguntaba para mantener la conversación —respiró profundamente—. Conozco a Cristóbal, es un mujeriego, y tú… tú eres la amiga de mi hermana, aunque para serte franco, no tengo idea de cómo pasó eso.

      Bárbara levantó una ceja.

      —¿Debería sentirme halagada con tu comentario? —Dejó la copa de vino tambaleando en la mesa mientras desenredaba sus piernas del sillón—. Al parecer no encajo en tu círculo, doctor, por lo que no sé de qué más podríamos hablar. Me voy a la cama.

      JP le agarró el brazo atrayéndola hacia él.

      —No quise ofenderte —le dijo con suavidad—. Lo que digo es que eres muy distinta a todas las amigas de mi hermana. —Se estaba aproximando a sus labios poco a poco—. En cuanto a Cristóbal, no me gustaría que se sobrepasara contigo.

      Ella quería besarlo tanto como pegarle en las bolas. Como si no pudiera manejar a un tipo como Cristóbal, sabía perfectamente cómo hacerlo sin tener que recurrir a alguien que la protegiera.

      Se soltó de sus brazos y se alejó.

      —No necesito que me protejas de tu amigo ni de su forma de ser con las mujeres —le dijo crispada—. Sé cómo funcionan las cosas con tipos como él, y no me gusta que me veas como una mujer a la que pueden engañar porque el tipo es un mujeriego.

      Con notorio enfado JP le espetó:

      —Disculpa por haberte tratado con tan poca delicadeza —ironizó—. Solo quise ser caballero, pero parece que te acomoda que te vean como objeto. Tal vez deberías dejar que Cristóbal te pruebe los labios. —Se fue hacia la cocina.

      Bárbara le respondió:

      —Para tu información, maldito sabelotodo, ya lo hizo. —Rodeó el sillón y se dirigió a la pieza de invitados para cerrarla de un portazo.

      JP se quedó maldiciendo a Cristóbal por eso y a ella por decírselo. Se tomó lo que quedaba del whisky y se fue a su pieza, no sin antes dar otro portazo.

       3

      Tras enterarse del beso, JP optó por alejarse de Bárbara, sabiendo que de otra forma las cosas iban a complicarse. A través de su hermana, la derivó a un colega para que continuara con las curaciones en la clínica. Luego de eso, no quiso saber más de ella. Cuando Bárbara se enteró por Laura de que JP no quería continuar atendiéndola, se sintió molesta y desilusionada, pero no se lo manifestó a su amiga.

      Se concentró en la remodelación del bar y aunque el trabajo lo entregó con una semana de retraso, el resultado había agradado a Cristóbal. Tras finiquitar los asuntos laborales, continuaron frecuentándose como amigos, aunque él no dejaba pasar oportunidad para intentar algo más.

      Con el bar remodelado, Cristóbal decidió reinaugurarlo con una fiesta privada que daría el sábado. Bárbara aceptó la invitación, a pesar de la probabilidad de encontrarse con JP. Cristóbal ignoraba que ella conocía a su mejor amigo, porque tras dos semanas Bárbara tenía la certeza de que JP tampoco se lo había mencionado. Así es que lo dejó pasar.

      Un día antes de la fiesta, y mientras Bárbara cenaba junto a Laura en su departamento, la conversación sobre la fiesta volvió a surgir entre ellas.

      —¿Me acompañarás a la fiesta del bar? —le recordó Bárbara.

      —Prefiero no ir, Barb —respondió Laura en un tono de disculpa—. Cristóbal me cae bien, pero a veces es demasiado donjuán y eso me molesta un poco. Me carga su forma de “aquí te las traigo, Peter”.

      Bárbara soltó una carcajada ante el dicho que resumía muy bien a Cristóbal. Pero la sinceridad con la que actuaba su amigo le agradaba. Bárbara alzó la vista hacia Laura para pronunciarse, pero se percató de que la miraba con recelo.

      —¿Por qué me miras así?

      Laura se hizo la desentendida, pero ante la insistente mirada de Bárbara, le preguntó:

      —¿Te gusta Cristóbal?

      —No es mi tipo, pero me cae bien. Se muestra tal como es. No necesita engañar a nadie, te aseguro que las mujeres que se involucran con él saben a lo que van.

      Laura asintió rememorando su primera conversación en la playa.

      —¿Sabes


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