Pensamiento educativo en la universidad. Fabiola Cabra Torres
de la autonomía del estudiante, el estudio de problemas y sus posibles soluciones y el aprendizaje a través de la experiencia directa. […] Yo pensaba que un arquitecto tenía que aprender a trabajar en un entorno real y en equipos interdisciplinarios […]. Por eso, sobre todo en el segundo ciclo de la carrera, se estudian problemas, de modo que el estudiante es el que determina de qué manera los aborda, porque si solo se ven fórmulas para aprender a hacer un edificio de cuatro pisos, se vuelve muy técnico, y se limitan a fórmulas que hoy en día casi que podrían estar programadas en un computador. Cuando fue rector, el padre Alfonso Borrero Cabal introdujo dos temas que fueron sustanciales para mí: el tema de la interdisciplinariedad y el del paso de una universidad docente a una universidad investigativa. (A. Solano de Francisco)
Es en ese sentido que, en la praxis pedagógica del maestro, existe la convicción de que un currículo ha de dar lugar a un conjunto de experiencias apropiadas, de experiencias educativas valiosas que trasciendan habilidades instrumentales y subsanen la pérdida de complejidad, fruto de centrarse en la adquisición de contenidos carentes de valor formativo. Así, se da el caso de
la adquisición de conocimientos de tipo informativo sin lograr la formación de una estructura mental en el estudiante, debido a la inclusión indiscriminada de asignaturas, sin consideración de su valor formativo y también al corto o ningún margen de tiempo ofrecido para su trabajo personal y la investigación, en contra de los postulados de las “escuelas nuevas”. (A. Quintana Cárdenas, S. J.)
En Colombia, persisten planes de estudio con numerosas asignaturas, que reproducen enfoques superficiales de aprendizaje. En este testimonio de 1960 se relata un problema que sigue vigente en el siglo XXI y que pone en riesgo la formación integral.
DIÁLOGO CON LAS NUEVAS GENERACIONES
Los estudiantes no viven al margen de sus condiciones históricas, sociales, culturales y familiares. Los maestros entrevistados reconocen la responsabilidad que tienen las universidades de ser relevantes en sus propuestas formativas y hacer apuestas más significativas, para aprovechar todo el potencial de los jóvenes y volverlo un factor de creatividad para la universidad. Para uno de los protagonistas de esta obra, el fenómeno joven es estratégico a la hora de entender la mutación cultural que hoy se está viviendo a nivel mundial, “porque son los jóvenes quienes están viviendo esa mutación y, de alguna manera, disfrutándola” (J. Martín-Barbero), en tanto está asociada a formas de pensamiento y sensibilidad inéditas.
Algunos consideran que en los sistemas educativos hay un gran desconocimiento sobre el mundo joven, lo cual plantea no solo un problema de comunicación y de distanciamiento, de tensiones entre proximidad y alejamiento, sino también la necesaria reflexividad en el análisis de la dinámica generacional y del cambio social3.
Los jóvenes no son una referencia para las universidades, hay un desconocimiento de lo que está pasando en el mundo joven, es necesario entender que los jóvenes son los mediadores entre lo que está pasando en la escuela y lo que está pasando en la sociedad. (J. Martín-Barbero)
Una manera de acercarse a los estudiantes debe ser “pensar en joven”, como cuando éramos estudiantes. Siempre fui el que alegaba, el que no estaba de acuerdo, el que peleaba, eso toda mi vida. Pensar en joven, y no porque uno sea joven, sino porque es necesario empezar a entender el mundo de hoy en día, el de los jóvenes de la actual generación. Creo que hay que tratar de meterse en el mundo de ellos para comprender sus intereses, no que ellos entiendan los intereses míos y se les obligue a hacer lo que consideramos adecuado. (A. Solano de Francisco)
En los testimonios de los maestros existe, empero, un reconocimiento de las formas de resistencia de las nuevas generaciones ante las crisis y de su aporte a la renovación de la sociedad. Como lo señalan algunos de los entrevistados, la sensibilidad de las nuevas generaciones ante la crisis ambiental constituye un elemento valioso que las universidades pueden potenciar a través de la una formación crítica y propositiva, con protagonismo juvenil:
Hay muchos que sienten que quieren cambiar el mundo. […] A los jóvenes de esta generación, más que a los de cualquier otra, los mueve el sentido ecológico, quieren cuidar el planeta, y por eso muchos no quieren tener hijos, porque temen traerlos a un mundo en riesgo. (G. Aldana de Conde)
Los jóvenes son una posibilidad muy esperanzadora, porque, pese a que se vive de manera tan fuerte el hecho de que toda la sociedad trata de llevarte a ese mundo neoliberal, es un hecho que hay una corriente de pensamiento crítico que los alerta, a su vez, de la crisis ambiental, la crisis civilizatoria, el cambio climático, la homogeneización de las culturas. (A. C. Quiñones Aguilar)
En las nuevas generaciones se reconoce “una infraestructura humana distinta”: por una parte, dado que experimentan en su propia subjetividad la crisis ambiental, económica, cultural y social, en las exclusiones y desigualdades sociales, en la injusticia social y en las transformaciones que ha detonado el uso de las tecnologías, su comprensión es más cierta y diversa que la de las teorías de la academia. Por otra parte, estos jóvenes son percibidos en algunos de los testimonios como aquellos que “sí quieren encontrar nuevas posibilidades”:
A veces pensamos que los nuevos planteamientos tienen que venir de nosotros. Pero, como los jóvenes están tocados por el conflicto y los niños también, desde ellos están emergiendo unas propuestas maravillosas e increíbles, las cuales hay que apoyar. Ellos son la esperanza y el futuro también. Entonces la idea es reconocer esas propuestas que están emergiendo. (A. C. Quiñones Aguilar)
Estas nuevas generaciones pueden aprender del mundo de los adultos y de sus pares, pero también tienen mucho que enseñarle a las generaciones adultas, por ejemplo, acerca de cómo hacer las cosas de manera diferente, evitando entrar en lógicas de identidades fijas, para acceder a la incertidumbre y la capacidad de reinventar las prácticas sociales y la memoria de país: “La escuela se tiene que conectar con los cambios que piden los alumnos y trabajar para construir una imagen de país que tenga que ver con ellos y que cuente con ellos” (J. Martín-Barbero). De ahí que, en los tiempos actuales, la praxis pedagógica universitaria requiera nuevas formas de solidaridad entre las generaciones −adultas y jóvenes− para profundizar el diálogo intergeneracional de manera creativa.
APRENDER DEL ENCUENTRO INTERPERSONAL Y LA EXPERIENCIA
Lo que proponen los maestros entrevistados no es una adquisición de conocimientos o competencias académicas o profesionalizantes, útiles para el mercado, como modelo exitoso de aprendizaje, sino la construcción de sentidos de vida, en donde el encuentro interpersonal y la experiencia situada y rememorada constituyen el escenario de producción de subjetividades y proyectos de vida por excelencia.
El encuentro interpersonal marca de manera decisiva la formación de los jóvenes. Por lo tanto, la educación universitaria es un escenario insustituible para la formación integral, porque promueve los factores profundamente humanos, enseña a recibir críticamente las distintas tradiciones y a apropiarse creativamente de ellas de modo que orienten el presente y los emprendimientos futuros de las generaciones, y lleva a reconocer los ejes de sus matrices culturales concretas, y siempre en diálogo con las distintas ciencias, disciplinas, artes y saberes para ayudar a orientar a la sociedad en sus procesos históricos concretos y autónomos. (F. Sierra Gutiérrez).
Algunos de los maestros entrevistados consideran como elemento fundamental de la pedagogía universitaria la propia experiencia humana, en tanto permite la interiorización de valores, de forma significativa y profunda. La experiencia, como escenario de formación, abre la posibilidad de incursionar en otros mundos de la cultura y resignificar el aprendizaje que se queda en lo enunciativo:
En la docencia es muy importante ir a las comunidades, estar allá, compartir con ellas. En ese compartir es que se da la posibilidad de hacer un trabajo de cocreación. Porque, ¿cómo podemos formar a nuestros estudiantes en el respeto, en el reconocimiento y en la valoración del trabajo y los oficios tradicionales de las comunidades, si no vamos a compartir con ellas? El conocimiento se ha revertido totalmente a través de la docencia, se ha enriquecido en el aula con otros profesores y estudiantes y también con el aporte de las comunidades. […] Y, realmente, es así como se aprende, porque podemos dar todos los discursos teóricos