Pensamiento educativo en la universidad. Fabiola Cabra Torres
Aguilar)
Sentir y proyectar, porque implica que todo lo que se hace tiene que ver con lo sensorial. Todos los proyectos deberían tener una dosis de eso, porque la arquitectura es para la gente; por ejemplo, cuando tú entras a un espacio y ese espacio te emociona o no te emociona; es decir, el ser humano común y corriente, y no el arquitecto, entra a un espacio que lo emociona o no lo emociona. No dice “qué buena proporción que manejaron, que bien construido”, sino que entra y se siente bien o se siente mal. […] Cuando tú sientes en la vida, sientes el edificio, sientes el espacio, pues es el mejor conocimiento a partir de la experiencia. (A. Solano de Francisco).
La experiencia que propician los maestros entrevistados se facilita al compartir y cocrear conocimiento con las comunidades, al explorar nuevas alternativas en proyectos; con la inmersión en la Práctica Social Universitaria, con talleres en los que se propicia el sentir y el proyectar usando los sentidos —esa dimensión olvidada en la formación– y, de manera particular, con el reconocimiento de la experiencia del estudiante, la cual no suele ser objeto de reflexión:
Los estudiantes en Práctica Social podían darse cuenta de que hay otra Colombia con necesidades e imaginarios que uno no alcanza a proyectar. Eso fue muy significativo, porque a través de lo que hemos estado haciendo todos estos años, tal vez, hemos ido conociendo esa otra Colombia, que está ahí en el Tunal, en Suba, en Usme, en Ciudad Bolívar. […] Gracias al Proyecto social se empoderan tanto los estudiantes como las personas de la comunidad. (J. I. Acevedo Gordo)
[Se trabajó en] la incorporación de otras formas narrativas para comunicar las experiencias de los estudiantes en torno a la pregunta “¿cómo nos toca la guerra?”. Cada estudiante entregaba su crónica y yo fui haciendo una edición que compilara todos los escritos. […] Estos procesos son la evidencia de las enormes posibilidades que tiene la articulación entre docencia e investigación, evitando, como dice Boaventura de Sousa Santos, el desperdicio de experiencia, para este caso, la experiencia de los estudiantes, que con frecuencia no es suficientemente reconocida, así como el trabajo producido por ellos para los cursos, que usualmente no tiene otro uso. (F. E. Osorio Pérez)
De esta manera, el aprendizaje experiencial se convierte en impronta de la praxis pedagógica. Por un lado, el estudiante comienza a relacionar lo que está aprendiendo con las gentes y la vida social real y, por otro, construye el conocimiento a través del diálogo y de la realización de proyectos que se revierten en las comunidades, con lo que adquiere sentido humano y una responsabilidad por el bienestar de otros en el ámbito de la profesión.
Lo dicho hasta aquí supone que para la universidad constituye un inmenso valor formativo aprender mediante el encuentro interpersonal y la experiencia, porque no se puede sustituir “la experiencia de la presencia” por seminarios de ética o libros, pues, como nos recuerda el padre Francisco de Roux, S. J.: “Lo que se dice o se escribe sobre las personas crea en nosotros estereotipos y distancias”, los cuales nos dificultan llegar desprevenidos e impiden “conocer sin prejuicios”. Por ello resulta indispensable en las disciplinas sociales la experiencia de la gente, la reflexión para comprender a la gente y la puesta en práctica de las decisiones que se toman con la gente4.
Con esto se apunta a un proceso formativo más profundo, reflexivo e impactante, es decir, a una educación dialógica, social, humanizadora, en donde el punto de vista del otro concreto, con su historia y su identidad, permite comprender no solo su humanidad, sino su individualidad, en lo cual los jóvenes pueden desarrollar capacidades de empatía, de lectura de contexto que trasciendan las respuestas artificiales o las etiquetas que difunde la prensa respecto de cómo son las distintas vidas humanas, en términos de su valor y valentía, en las sociedades contemporáneas.
ENSEÑANZA UNIVERSITARIA Y CONSTRUCCIÓN DE PAÍS
Los maestros universitarios encuentran en su praxis pedagógica que su saber tiene como horizonte de sentido la problematización del conocimiento establecido, de los contextos y prácticas sociales que ponen en riesgo la convivencia de los mundos y sus culturas. Ante esta potencialidad para transformar las comprensiones de la vida, el maestro no se limita a transmitir la tradición académica: es mediador entre el saber cotidiano y el saber científico, integra los sabes de la ciencia y las humanidades y los traduce, articula y pone en diálogo permanente, en función de los cambios y las transformaciones sociales del contexto local, nacional e internacional, creando las preguntas que el mundo contemporáneo necesita: “Hay que tener en cuenta la tradición y la apropiación crítica de ella, pero, a esta tradición no le tocó el mundo en el que vivimos hoy y es preciso crear. Esas respuestas las tenemos que dar nosotros, así nunca estemos bien preparados para eso” (F. Sierra Gutiérrez).
En los testimonios de los maestros entrevistados encontramos la capacidad de pensar la sociedad, pero también un relato de país que conjuga el lenguaje de la crítica con el de la posibilidad de su reconstrucción:
Para el momento histórico que tenemos en Colombia, es preciso preguntarle a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes por el país del que vienen, el que habitan y han experimentado. ¿De qué país habla la gente joven? La escuela tiene que asumir que los jóvenes son capaces de contar su memoria, su historia: la de su barrio, de su familia y de su país. (J. Martín-Barbero)
El momento que atraviesa Colombia es un momento en el que esta llamada cobra especial vigencia, pues la polarización no es otra cosa que un intento de mostrar que el punto de vista de cada uno es superior al del otro, más sabio, más completo, más pertinente, y lo que la voz de nuestra gente y el momento que vivimos nos está pidiendo es más bien que reconozcamos al otro diferente, con respeto. El significado de la palabra respeto es darse licencia de mirar al otro por segunda vez, libre de etiquetas y prejuicios que congelan su posibilidad de transformarse y evolucionar. (G. Aldana de Conde)
Si uno toma el tema del actual proceso de paz por el que estamos transitando como una oportunidad, hay todo un inmenso camino para construir un país. Por ejemplo, el Proyecto Ubicar, que estudiaba el problema del desplazamiento forzado por la violencia en Colombia, desde la arquitectura, yo no lo veo como un problema, sino como una oportunidad para construir país. (A. Solano de Francisco)
Hoy tenemos un país sin grandes logros en la dimensión rural y con enormes inequidades en todo el territorio. La enseñanza universitaria que se reconoce en esta obra pone en el centro de su reflexión la construcción de país. “No habla sobre la paz, sin intentarla, y tampoco especula sobre la pobreza del campesino”5, sino que la vive y la reconoce como una responsabilidad compartida, por ejemplo, cuando se trata de investigar el mundo de campesinos, indígenas y afrodescendientes en Colombia:
Los conflictos por el agua, los proyectos mineros, la concentración de la tierra, las dinámicas de resistencia colectiva de los habitantes del campo, son situaciones comunes en América Latina, así como los muchos desafíos por la autonomía y la defensa de los territorios rurales. Una de las diferencias centrales de Colombia ha sido el marco de la guerra continuada, que ha hecho menos visibles los procesos de despojo del capital, una constante global. El presente y el futuro son, en esa perspectiva, poco alentadores, y es precisamente la resistencia y persistencia de las poblaciones rurales la luz esperanzadora. El mundo rural de campesinos, indígenas y afrodescendientes, que sigue estando al margen y empujado de manera permanente para que caiga al precipicio. […] Los aportes del campo no solo a la seguridad y soberanía alimentaria del país, sino de todos sus conocimientos, la cultura local, sus capacidades, siguen subestimados. (F. E. Osorio Pérez)
Sin duda, varios de los temas que se estudian son impactantes, en tiempos de alta conflictividad, pero las reflexiones de los maestros entrevistados siempre invitan a la esperanza. Así se propone en uno de los testimonios: “Cuando a nivel personal o social se pierde la esperanza, y si a esto se le suma que se incrementa el miedo, entramos en un proceso de desempoderamiento individual y colectivo muy dañino para el desarrollo” (G. Aldana de Conde).
Las distintas ciencias sociales, económicas, ambientales proponen realizar un trabajo sistemático en enfoques, metodologías y “apuestas que le comuniquen al inconsciente colectivo que la paz es posible”. En todo caso, se trata de una apuesta personal, familiar, organizacional y política, que no se puede delegar a un gobierno de