Eslabones del mundo andino. Yoer Javier Castaño Pareja

Eslabones del mundo andino - Yoer Javier Castaño Pareja


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estos se vendía su carne fresca por arrobas o arreldes, y se comercializaban sus menudos, lomos, lenguas, sebo y gordana. Los porcinos también tenían una amplia demanda en aquellas zonas mineras antioqueñas y de ellos se aprovechaba su carne, grasa, tocino y tripas. Algunos de estos animales llegaban a las minas de oro antioqueñas desde zonas tan lejanas como la jurisdicción de Pasto. En 1603, un par de vecinos de Cáceres (Bartolomé González Pantoja y Francisco de Guzmán y Ruiz) condujeron desde una parte hacia otra una piara compuesta por más de un centenar de marranos, los cuales antes de llegar a su destino final tuvieron que ser internados por las jurisdicciones de Caloto y Buga pues allí se adquirían las decenas de fanegas de maíz que requerían estos animales para ser alimentados a lo largo de tan extensa travesía.62 A la par, a dichas zonas mineras llegaban productos cárnicos previamente manufacturados como carnes saladas, curadas y secas (tasajos y cecinas), velas de sebo, botijuelas de manteca y longanizas. En mucha menor proporción, circulaban en las zonas mineras jamones y quesos provenientes del oriente neogranadino y que al parecer eran consumidos únicamente por los mineros más boyantes.

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      Fuentes: AGN, Colonia, Abastos, Signatura: SC. 1, 14, D. 14, f. 314r; AHA, Libros, T. 442, D. 8354, Leg. 52, f. 46r; AHA, Mortuorias, T. 321, D. 6146, f. 17r; NUCSA, Protocolos de Escribanos, Testamento de Francisco de Trejo, Año de 1636.

      Debido entonces a la típica falta de vida agropecuaria (por los rasgos geomorfológicos del territorio o por el poco esmero de sus habitantes en dichas tareas)63 y a la especulación en los precios que suscitaba la producción del oro, las zonas mineras fueron los epicentros por antonomasia de la demanda de productos pecuarios. Es decir, mientras el dorado mineral abundaba en determinado sector, este se convertía en un núcleo que, por su enorme capacidad de consumo, la creciente necesidad de elementos cárnicos, el requerimiento de animales de labor y los lucrativos costos que sus habitantes estaban dispuestos a pagar por ellos, estimulaba la producción ganadera en diversos territorios adyacentes unos, lejanos otros. Así que como había señalado a finales del siglo XVI fray Jerónimo de Escobar en su “Relación de La Provincia de Popayán”, los distritos mineros que florecían por ese entonces “vivían y se sustentaban de acarreto”, es decir, necesitaban importar los mantenimientos y provisiones que requerían los mineros y sus cuadrillas desde zonas lejanas (muchas de ellas ubicadas a centenares de leguas) y, en particular, desde la gran despensa pecuaria del valle del río Cauca. Además, dichos distritos eran “estériles de comidas” a pesar de que algunos gozaban de “sano y escogido temple” porque la mano de obra estaba concentrada en las tareas mineras y, por ende, las actividades agropecuarias estaban prácticamente abandonadas.

      A partir de los escasos y fragmentarios datos cuantitativos hallados en algunos protocolos notariales y libros de registros del pago de sisas y alcabalas, sabemos que por los menos 5.421 vacunos y 1.893 puercos llegaron al mercado antioqueño entre 1592 y 1603 desde las zonas pecuarias de la gobernación de Popayán y que más de 6.817 reses y 689 cerdos lo hicieron entre 1617 y 1649.64 Las aludidas fuentes documentales señalan que los más ricos mineros antioqueños de aquel período (tales como Diego Beltrán del Castillo, Fernando del Toro Zapata, Miguel Velásquez de Obando, Fernando de Caicedo, Alonso de Rodas, Rodrigo Hidalgo y Fernando de Zafra) compraron grandes contingentes de ganados a los más importantes terratenientes del valle del Cauca, entre los que cabe destacar a Antón Díaz, Juan de Hinestroza, Jorge López de Vilachuaga, Diego Fernández Barbosa, Juan López de Ayala, Andrés de la Cruz, Pedro de Lemos, Cristóbal Quintero Príncipe, entre otros. Con bastante frecuencia los más renombrados mineros antioqueños de aquel entonces adquirían manadas que oscilaban entre quinientos y mil doscientos animales para alimentar a sus cuadrillas a través de agentes intermediarios que residían sobre todo en Anserma o enviaban a sus propios parientes con ciertas cantidades de oro en polvo para que los obtuvieran directamente en las estancias de los más reconocidos ganaderos de los pastizales vallecaucanos. Al mismo tiempo, algunos de estos mineros exigían que algunas de las deudas que con ellos habían contraído algunos habitantes de la gobernación de Popayán les fueran canceladas con reses, cerdos y hasta con mulas.

      Sin lugar a dudas, los envíos de ganado desde una provincia hacia otra fueron superiores a las cifras señaladas. A pesar de la aparente pobreza de estos datos cuantitativos, ellos nos dan indicio de varios fenómenos de trascendental importancia para comprender el devenir de la economía neogranadina del siglo XVII: la existencia de una estrecha relación comercial entre las provincias de Antioquia y Popayán desde finales del siglo XVI y a lo largo del siglo XVII. El abastecimiento de animales en pie y productos cárnicos de los distritos mineros antioqueños dependía en una importante proporción de la producción pecuaria de las dehesas del norte del valle geográfico del río Cauca, una zona en la que –cabe decirlo a modo de ilustración– existían para la segunda década del siglo XVIII casi ciento cincuenta mil reses y poco más de quince mil yeguas, cuyo multiplico bianual se calculaba aproximadamente en cincuenta mil y cinco mil cabezas respectivamente.65

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      Fuentes: AHA, Tierras, T. 162, D. 4246, f. 2r-2v; AHA, Libros, T. 442, D. 8354, Leg. 52, f. 46r; AHA, Libros, T. 442, D. 8354, Leg. 92, f. 9v, 10r; AHA, Libros, T. 443, D. 8355, Leg. 14, f. 8r, 8v, 9r, 15v, 19r, 19v, 20r; NUCSA, Protocolo de Escribanos, Libro de los años 1630 a 1635, Año de 1635, f. 117r-117v; NUCSA, Protocolo de Escribanos, Libro del año 1641, f. 8r; AHA, Libros, T. 442, D. 8354, Leg. 44, f. 11r-11v, 12r, 13v 15v y 16r; AHA, T. 636, f. 72r; NUCSA, Protocolos de Escribanos, Año de 1643, f. 31r; NUCSA, Protocolos de Escribanos, año de 1635, f. 6v; NUCSA, año de 1638, f. 75r; AHC, Escribanos, Notaría Primera, T. 1, f. 175r-176v, 260v-261v, 262v-264v; Arboleda, Gustavo, Historia de Cali. Desde los orígenes de la ciudad hasta la expiración del período colonial, Cali, Universidad del Valle, 1956, p. 169.

      Gran parte de aquellos ganaderos vallecaucanos sumaban a su papel de criadores el de revendedores de bovinos adquiridos de propietarios de más modestas condiciones o bien compraban reses en el Hato Real de Roldanillo para negociarlos después tanto en los distritos mineros de Anserma como en los del Bajo Cauca antioqueño. Asimismo, muchos de ellos llegaron a ejercer durante un par de años el monopolio del abasto cárnico en algunos de dichos distritos mineros y a establecer hatos ganaderos en los valles de Aburrá y Rionegro para poner allí a descansar y apacentar los ganados mayores y menores que importaban desde Pasto, Cali, Buga y Cartago, tanto de heredades propias como de ajenas.

      Tan lucrativos eran para aquel entonces esos monopolios que se los disputaban antioqueños, santafereños y bugueños. La obtención de esta posición originó varias veces agresivas contiendas entre grupos rivales de poder local, que no solo controlaban los mejores cargos de la provincia sino que también poseían vigorosos lazos clientelares con los más importantes terratenientes de la zona.66 Llegar a ser obligado del abasto en aquellas áreas (lo cual se otorgaba por dos años) implicaba grandes responsabilidades, como proveer semanalmente de carne a los más de mil quinientos negros que por entonces habitaban únicamente en Remedios y por lo menos con año y medio de anticipación negociar los ganados mayores y menores que iban a ser enviados desde la gobernación de Popayán. Además, para satisfacer el consumo de carne de cerdo que tan generalizado estaba en dichas zonas mineras no bastaba con las propias piaras, por lo que era necesario para el obligado comprar lotes de cientos de estos animales a criadores del valle de Rionegro, de Arma y de la misma provincia de Tunja que enviaban agentes suyos hacia la provincia de Antioquia para distribuir puercos para la venta.67

      Otro fragmento menor de esta demanda ganadera llegaba para entonces de los más cercanos valles interandinos de Aburrá y Rionegro, pero para ese entonces su oferta pecuaria no alcanzaba para saciar la creciente necesidad de los núcleos mineros del Bajo Cauca. Antes bien, sobre todo en el valle de Aburrá los más importantes mineros de Zaragoza, Remedios y Cáceres (tales como el cura Miguel de Heredia, Francisco


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