Eslabones del mundo andino. Yoer Javier Castaño Pareja

Eslabones del mundo andino - Yoer Javier Castaño Pareja


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establecieron redes internas que vinculaban a muy heterogéneas áreas geográficas, permitieron a sus agentes articularse con otros circuitos materiales (algunos de ellos de dimensiones interprovinciales e intercoloniales) y brindaron a los individuos alicientes para superar las barreras geomorfológicas que los condenaban al encierro. Así mismo, este lugar común (que en parte se ha transformado en un estorbo cognitivo) ha subestimado tanto la capacidad de aquellos hombres para sobreponerse a los condicionamientos del medio físico como la extraordinaria movilidad de los seres humanos y de las mercancías a lo largo y ancho del espacio del mundo andino. Por todo esto, hoy en día es necesario confrontar, refutar y transgredir este mito fundacional (reproducido a lo largo de varias generaciones) que ha imposibilitado comprender los múltiples matices y claroscuros de la economía colonial neogranadina. Salvo por unas cuantas alusiones y por ciertas investigaciones que recientemente han incursionado en el análisis de la vinculación de Cartagena de Indias con el espacio histórico caribeño,27 en general la historiografía colombiana carece de obras académicas que relacionen el espacio neogranadino con otros ámbitos de la monarquía hispánica, especialmente con el dinámico mundo andino meridional, esto es, con la Audiencia de Quito y el virreinato del Perú.

      Las dificultades orográficas del territorio, su enorme extensión, su baja densidad demográfica y la escasa capacidad de consumo de la mayor parte de esta población han sido algunas de las razones expuestas para defender esta tesis. El historiador Guido Barona Becerra en su libro La maldición de Midas en una región del mundo colonial (1730-1830) ha expresado que la fragmentación política y la marcada autonomía de las elites locales (derivadas del poco control ejercido por la Corona) incidieron en esta propensión hacia el aislamiento, en particular en la gobernación de Popayán. A ello se añade la existencia de grandes espacios vacíos en esta provincia o de áreas carentes de la vida en “policía”, establecidos por los parámetros poblacionales hispánicos. Así mismo, el control de su elite regional sobre las haciendas y las minas (que le permitió monopolizar la actividad comercial, evitar la entrada de competidores externos y captar la mayor parte del oro en polvo) así como el carácter “espasmódico” de la producción minera (y por ende la carencia de “mercados dinámicos”) remarcaron esta tendencia hacia la insularidad y la autosuficiencia. Por eso, para este autor, el flujo y movilidad de mercancías en dicho espacio y por aquel entonces era sumamente reducido, casi inexistente.28

      Esta es, sin duda, una perspectiva simplista que desdibuja las relaciones económicas interprovinciales de los Andes septentrionales a fin de no refutar los viejos cánones y las ideas preconcebidas. Es una visión que castra la capacidad expresiva de los datos empíricos para así amoldarlos y hacerlos encajar forzosamente a miopes modelos explicativos. De igual modo, este es un enfoque que niega la capacidad de las economías subrepticias e informales (o que se ejercían tanto al margen del control del poder real como de las autoridades locales) para integrar y vincular grandes espacios geográficos, y, como si esto no bastara, no solo menosprecia la capacidad del ganado de trasladarse por sí mismo hacia los epicentros que lo demandaban (y ello a pesar de su poca regularidad estacional), sino que también subestima su papel en la conformación de encadenamientos productivos que lo hacían rentable tanto para sus productores como para sus distribuidores. Además, por medio de tales conjeturas no se advierte la capacidad de los centros mineros neogranadinos (a pesar de su inestabilidad) y de las zonas urbanas de generar efectos económicos de arrastre, y ello aunque no hubieran alcanzado las magnitudes (productivas y demográficas) de los ejes coordinadores altoperuanos. Por último, dichas elucubraciones desdeñan las densas relaciones económicas que a través del ganado en pie y sus productos derivados se establecieron entre los valles del Cauca y del Magdalena con Quito a lo largo del siglo XVII, lo que en parte se explica ora porque el autor no alude a la superposición jurisdiccional de la gobernación de Popayán mencionada anteriormente, ora porque ignora u omite los enlaces establecidos entre esta área con los Andes meridionales.

      En cuanto a la historiografía ecuatoriana, en una situación de abandono similar se encuentran los estudios sobre este sector productivo. Los pocos escritos existentes versan sobre la comercialización de ovinos y sus materias primas hacia el Perú, y de cómo este ganado menor suplantó a los camélidos durante el siglo XVI en parte debido al despegue de la producción textil en los obrajes de la sierra norcentral.29 Así mismo, en años recientes se han realizado estudios sobre los gremios de artesanos de la Audiencia de Quito, en los que se resalta la importancia de la manufactura de cueros sobre todo en la jurisdicción de Cuenca tanto para proveer a las zonas mineras adyacentes como a la distante plaza de Lima.30 En otros estudios históricos generales sobre este corregimiento se han destacado la importancia de sus tenerías, el comercio local de carne vacuna y la exportación de reses, cerdos y caballos hacia Riobamba, Quito y el Perú durante la segunda mitad del siglo XVI.31 Unas cuantas anotaciones sobre el renglón ganadero yacen diseminadas en obras que se han concentrado en explorar diversos temas tales como la producción minera interna de este territorio,32 el desarrollo del sector textil,33 las propiedades y negocios de los jesuitas,34 el crecimiento demográfico del altiplano durante el siglo XVII,35 los grupos de poder local36 y las dinámicas del comercio doméstico.37

      En general, resulta sorprendente que, a pesar del loable esfuerzo del Archivo Metropolitano de Historia por transcribir, compilar y publicar las actas capitulares de Quito (de los siglos XVI y XVII) y de la riqueza documental del Archivo Nacional del Ecuador, no existan trabajos que aborden el funcionamiento del abasto cárnico de esta capital durante el período colonial, las pautas del consumo alimenticio de sus habitantes, el proceso de absorción y desaparición de sus ejidos y mucho menos sobre el tráfico de ganado mayor y menor que estimulaba esta ciudad desde espacios internos y externos a su jurisdicción. Asimismo, no existe aún una obra académica que profundice en los lazos económicos de la Audiencia de Quito con las zonas mineras y centros pecuarios neogranadinos, pues de ello solo hay unas breves anotaciones realizadas por Lane, Estupiñán Viteri y Borchart de Moreno en sus respectivos libros.

      A grandes rasgos, es notoria la existencia de un desbalance en la historiografía económica ecuatoriana, pues se les ha dado un papel muy relevante a los mercados del virreinato del Perú como centros de absorción de su producción interna (ovinos, cueros, tejidos, etc.) mientras los neogranadinos han sido simplemente desdeñados en particular para el período anterior a 1680. De este modo, la gobernación de Popayán (cuya porción meridional conformaba la parte norte de esta Audiencia) ha sido vista como un espacio accesorio solo importante para este centro administrativo por cuanto aportaba una cantidad considerable del oro que ingresaba a su caja real. Por otra parte, la demanda de los textiles producidos en la sierra quiteña en los campamentos mineros de esta provincia y que desde Popayán eran redistribuidos hacia el valle del Cauca, el Alto Magdalena y la provincia de Antioquia (y que llegaban a trocarse por ganado mayor) solo es mencionada por la emergente relevancia que adquirió cuando decayeron las exportaciones hacia el Altoperú a finales del siglo XVII.38 Y casi ninguna información existe sobre la dependencia de Quito respecto de la producción pecuaria proveniente desde los valles intramontanos neogranadinos a lo largo del siglo XVII y principios del XVIII, ni ha sido destacado el papel crucial que desempeñaron la villa de Ibarra y sus llanos de Cayambe como espacios de acopio, ceba y reventa de aquellos vacunos forasteros que se destinaban a abastecer a la capital de esta audiencia y su área de influencia. Tampoco se ha abordado el rol de la Audiencia de Quito como espacio redistribuidor de mercancías peruanas (y extranjeras) hacia los centros mineros neogranadinos (en particular hacia aquellos que protagonizaron el segundo ciclo de auge aurífero) y se ha subestimado su papel como eje de contacto entre las economías auríferas y argentíferas de los Andes septentrionales y meridionales.

      Excepto por los trabajos de unos cuantos académicos estadounidenses, las actuales historiografías colombiana y ecuatoriana no han traspasado la actual frontera internacional demarcada por el puente de Rumichaca, y por ende han sido invisibilizadas las vigorosas relaciones de intercambio y reciprocidad que existían por aquel entonces entre ambas audiencias y sus respectivas jurisdicciones. Uno de los aportes del presente libro consiste en establecer vínculos y conexiones entre las economías quiteña y neogranadina por medio del estudio de un elemento que llegó a articular un espacio con el otro: el comercio pecuario. A la par, el presente estudio


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