Eslabones del mundo andino. Yoer Javier Castaño Pareja

Eslabones del mundo andino - Yoer Javier Castaño Pareja


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esta razón tendían a ser mercados inestables y vacilantes para los productos pecuarios particularmente cuando entraban en crisis, y cabe agregar que generalmente los mineros adquirían la mayor parte de estos elementos al fiado, y, por ende, se mantenían continuamente endeudados con los proveedores de suministros pecuarios. A pesar de ello, vale la pena reiterarlo, los distritos mineros actuaban como motores que generaban una densa aunque fluctuante interacción económica interprovincial. En otros términos, pese a la inestabilidad de estos epicentros de la demanda de productos pecuarios, durante sus períodos de bonanza se convertían en ejes articuladores que durante tres o cuatro décadas estimulaban la cría, ceba y comercialización de bovinos, equinos, caprinos y porcinos (así como la producción de tasajo, cecinas, sebo y embutidos) ora en áreas geográficas circunvecinas que gozaban de praderas naturales, ora en espacios alejados pertenecientes a otras provincias y jurisdicciones cuya riqueza residía en los miles de animales cimarrones que deambulaban por sus extensas dehesas favorecidas por la abundancia de agua, sal, pasto y otras bondades agroclimatológicas.

      Se hace evidente entonces que el comercio ganadero neogranadino estaba inmerso en una lógica ambivalente, pues era estimulado por unos polos relativamente estables y otros completamente vacilantes. Estos tres tipos de mercado no solamente favorecieron el tráfico y flujo de ganado en pie y sus productos derivados a nivel local, regional e interprovincial, sino que estimularon la emergencia de zonas especializadas en la actividad pecuaria, propiciaron la ampliación de la frontera ganadera (o de las tierras destinadas a pastizales) para dar abasto frente a una demanda cárnica creciente, estimularon la comercialización de las manadas de animales cimarrones que deambulaban entre las jurisdicciones de Buga y Cartago, y posibilitaron la diversificación de la producción pecuaria para colmar sobre todo las necesidades alimentarias de la población asentada en las áreas mineras durante sus breves lapsos de prosperidad. De modo que tanto aquellos mercados fijos como los itinerantes llegaron a ser los motores de un espacio económico acoplado y ligado por el intercambio mercantil, y ello a pesar del mal estado de sus comunicaciones terrestres.

      Por su capacidad de mercados de consumo masivo y la posible compra de insumos, dichos polos originaban efectos que se transmitían y extendían a otros espacios. Asimismo, al crear zonas especializadas para satisfacer los requerimientos de su proceso productivo, dichos ámbitos del consumo pecuario posibilitaron encadenamientos productivos con muy heterogéneas áreas geográficas, es decir, dieron lugar a “la articulación de un vasto espacio económico, de un conjunto de regiones integradas por la división geográfica del trabajo y la consiguiente circulación mercantil”.16 De igual modo, estos núcleos eran atractivos para los criadores y tratantes de ganado mayor por cuanto en ellos se concentraba el capital circulante. Así, con el comercio de sus reses podían tener acceso a la moneda de la que crónicamente carecían para llevar a cabo sus inversiones y gastos, o por lo menos en esos ámbitos tenían la posibilidad de adquirir, a trueque de sus novillos, diversas manufacturas que luego revendían con lucrativas ganancias en sus lugares de origen.

      Desde esta perspectiva, en su papel de mercancía el ganado vacuno fue uno de los vectores que participó en varios circuitos económicos. En tales movimientos o transacciones circulares (cuyos componentes eran mutuamente recíprocos y complementarios) dicho producto facilitaba el acceso al escaso dinero que circulaba o a otras mercancías. Así, en ciertos ámbitos y períodos (especialmente cuando estuvieron en auge las minas de Antioquia y posteriormente las del Chocó) el comercio de novillos permitió obtener un capital líquido (oro en polvo o acuñado) que posteriormente se invertía en la adquisición de mano de obra esclava, en la construcción de trapiches productores de aguardiente de caña o en el consumo de bienes suntuarios importados. También se dio el caso de que bóvidos vallecaucanos y porcinos pastusos se intercambiaran por oro en polvo proveniente de los distritos mineros antioqueños. Posteriormente, este mineral era permutado por la plata peruana que circulaba en Popayán y Quito en reales y patacones, una transacción que generaba amplias márgenes de ganancias y a largo plazo daba pie a la acumulación de capitales. En otras oportunidades (especialmente en las épocas de crisis minera y escasez de circulante) las reses se trocaban por tejidos finos y ordinarios de Quito que a su vez se permutaban por otros bienes o bien se recibía por su venta algo de moneda circulante. En otras circunstancias, el ganado favorecía la obtención de mineral (bruto o amonedado) que luego se gastaba en vino, sal, aguardiente de uva y otras importaciones provenientes del Perú, o en géneros procedentes de Cartagena y Panamá.

      Los enunciados epicentros de la demanda vacuna se proveían de esta mercancía semoviente desde dos grandes áreas de producción pecuaria, paralelas entre sí y separadas por la escarpada Cordillera Central de los Andes (cadena montañosa que al ingresar a territorio neogranadino se divide en tres ramales). La primera de ellas se ubicaba en las partes altas y medias del río Cauca, cuyo cauce corre a lo largo de un ancho valle que separa los ramales occidental y central de los Andes neogranadinos. En particular, las más ricas dehesas y la producción pecuaria se concentraban en las jurisdicciones de las ciudades de Cali, Buga, Caloto, Cartago y el pueblo de Roldanillo. La segunda área (de especialización ganadera tardía) se encontraba allende la cordillera central, en la parte alta del río Magdalena, entre los verdes y abundantes pastizales que pertenecían a las poblaciones circunvecinas de Neiva, Timaná y La Plata, cuyas praderas fueron ocupadas definitivamente con grandes haciendas ganaderas una vez fueron pacificados diversos grupos indígenas hostiles como los paeces y los pijaos hacia el primer cuarto del siglo XVII.

      Ninguna de estas zonas de producción permaneció ajena ni independiente con respecto a la otra pues, como veremos, en algunos períodos compitieron por el abasto de un mismo mercado, sus productos transitaron simultáneamente hacia una misma área de demanda o en ciertos momentos una de ellas reemplazó temporalmente a la otra en el aprovisionamiento de zonas de consumo tanto tradicionales como emergentes. Asimismo, en otras ocasiones entre una y otra se dieron entrecruzamientos y sinergias, pues llegó a darse el caso de que en una parte se adquirían las reses y novillos que posteriormente se trasladaban hacia la otra para diversos fines, tales como repoblar sus menguados hatos, cebarlos y engordarlos para luego revenderlos en los núcleos mineros o sencillamente para destinar sus materias primas (grasa, cuero, cuernos, carne y huesos) para una serie de industrias de transformación cuyo peso era ostensible dentro de la economía colonial.

      Periodización

      Los vaivenes del abasto ganadero y cárnico de estos mercados pueden encuadrarse bajo las siguientes fases temporales que señalan cambios sustantivos en el devenir de la actividad pecuaria. En general, la transición de un ciclo a otro estaba marcado por diversas situaciones coyunturales, entre las cuales cabe destacar, por una parte, el auge y el colapso de la producción aurífera (lo que estaba ligado al agotamiento y hallazgo de nuevos placeres auríferos), y, por la otra, el aumento del consumo y la demanda en determinadas capitales como consecuencia del incremento de su población o por la imposibilidad de las áreas comarcanas de asegurar su aprovisionamiento cárnico (lo cual incidía en el aumento general del precio del ganado en pie y de la arroba de carne). De modo semejante, factores como la crisis del hato ganadero en determinada zona de producción (como resultado de plagas, sequías, sobrepastoreo y descenso del número de hembras reproductoras) y el surgimiento tardío de nuevos polos de producción pecuaria más cercanos a las zonas de consumo, y cuyo aprovisionamiento exigía menores costos, podía incidir en el eclipse y abandono paulatino de una antigua área ganadera. Igualmente, la apertura de nuevos mercados podía generar una diversificación de las actividades productivas en zonas tradicionalmente ganaderas y también leves transformaciones en su primitiva vocación productiva a fin de adaptarse a las nuevas condiciones imperantes.

      Con base en las oscilaciones de la demanda pecuaria que se suscitaron en los mercados y centros de consumo señalados, se han distinguido cinco lapsos que marcan diferentes ritmos, pautas y reorientaciones en el comercio pecuario neogranadino.17 Entre 1580 y 1630 el auge de los distritos mineros antioqueños y la consecuente introducción masiva de esclavos generó la demanda constante de grandes contingentes de ganado producido en la zona pecuaria del valle del Cauca y en menor medida en las llanuras interandinas cercanas a tales núcleos auríferos. De igual manera, los epicentros auríferos de la jurisdicción de Caloto y de Anserma, cuya producción había decaído para ese entonces como consecuencia del desplome demográfico de la población


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