Eslabones del mundo andino. Yoer Javier Castaño Pareja

Eslabones del mundo andino - Yoer Javier Castaño Pareja


Скачать книгу
heredades en aquella gran área de pastizales, lo que propició una mayor ocupación del suelo (formal y no real) con una ganadería extensiva que requería muy poca mano de obra y cuyos vacunos fácilmente se volvían cimarrones. Sumado a esto, el mercado minero de aquel período convirtió el gratuito presente (y bienes mostrencos) del ganado cimarrón de la cuenca del río Cauca (que por entonces ascendía a unas 42.000 cabezas) en una fuente de ingresos para algunos vecinos de Cartago, Caloto, Buga, Roldanillo y Toro que se volcaron durante el primer cuarto del siglo XVII en esta actividad extractiva que carecía de racionalidad y organización.

      En los cinco decenios siguientes (1630-1680) el declive generalizado de la actividad aurífera neogranadina provocó un descenso paulatino en el ingreso de ganado foráneo a la provincia de Antioquia pues no había capital circulante con qué adquirirlo; además, la mayor parte de la mano de obra esclava fue diseminada para efectuar la búsqueda y exploración de nuevos placeres auríferos o fue destinada a actividades agrícolas de autosubsistencia y hasta trocada a cambio de diversos bienes. Otra de las secuelas que produjo el colapso de esta actividad minera fue la desactivación de muchas piezas de cautivos dado que sus propietarios, aquejados por las deudas y la iliquidez, los utilizaron para cancelar viejos préstamos o bien estaban imposibilitados para sufragar los costos de su subsistencia.

      Sin embargo, la oferta ganadera vallecaucana no se contrajo ni tampoco se debilitó como corrientemente se cree. Se orientó fundamentalmente en esos años hacia la Audiencia de Quito, cuyas crisis internas de mantenimientos y aumento demográfico progresivo estimularon la entrada de ganados provenientes de la gobernación de Popayán. Un factor que influyó en el aumento de la población a lo largo de la sierra central ecuatoriana durante la primera mitad del siglo XVII fueron las oleadas de inmigrantes indígenas provenientes del Alto Perú y de la gobernación de Popayán. Los primeros huían del sistema de la mita minera. Los segundos habían abandonado sus pueblos y sus encomiendas para evadir el trabajo en los filones auríferos. Al mismo tiempo, la circulación de plata peruana en la Audiencia de Quito y el auge de la producción de tejidos en los obrajes de la sierra central favorecieron su intercambio por ganados vacunos vallecaucanos, pues esta zona carecía de las características geomorfológicas necesarias para ser autosuficiente en la producción bovina.

      Durante las dos últimas décadas del siglo XVII (1680-1700), la ciudad de Quito y otras áreas urbanas circunvecinas padecieron una grave sequía que disminuyó el número de rebaños de ganado mayor y menor. A la par, una serie de pestes diezmaron la fuerza de trabajo de las estancias que destinaban sus hatos para el mercado local. Estas calamidades fueron agravadas por los movimientos telúricos de la década de los noventa, que causaron grandes daños a la infraestructura física y provocaron la pérdida de múltiples vidas humanas. Simultáneamente, la oferta ganadera vallecaucana menguó como consecuencia del estancamiento en el crecimiento de sus manadas dado el agotamiento de las hembras reproductoras, las sequías y las plagas de langosta que por entonces asolaron la región. Ante estas circunstancias adversas, el precio del ganado en pie y de la arroba de carne aumentó considerablemente en aquel mercado meridional. El incremento del valor de los novillos y de sus productos derivados en Popayán y la Audiencia de Quito estimuló la oferta de ganados provenientes del Alto Magdalena, un espacio pecuario que de tiempo atrás había proveído casi exclusivamente a la ciudad de Santafé y que se convirtió entonces en un área satélite de la demanda quiteña, suplantando al deprimido valle del Cauca por casi una década.

      En los treinta primeros años del siglo XVIII (1700-1730) se dio el inicio de un nuevo ciclo minero en el área neogranadina con la explotación de los ricos epicentros mineros del Chocó. Para garantizar el abasto alimenticio de su creciente mano de obra esclava los mineros de esta área requerían importar ganado mayor y menor en pie, al igual que carne salada y sebo, desde las dehesas del valle del río Cauca, que para entonces ya se habían recuperado de la crisis padecida unos quince años atrás. Otros géneros provenientes de Lima, Guayaquil y Panamá eran ingresados legal e ilegalmente (a cambio de oro en polvo y doblones) a través de los puertos de Buenaventura y Chirambirá. A la par, para aquellos años la ciudad de Quito implantó medidas para reducir el precio de la arroba de carne dentro de su distrito dada la sobreoferta de ganados que provenían de los valles de Neiva, Timaná y La Plata. Ante ambas situaciones los criadores caleños no rompieron completamente sus lazos comerciales con aquella capital, pero la calidad y cantidad de los hatos que eran enviados hasta esos territorios del sur se menoscabaron, pues preferían remitir sus mejores ganados para los nuevos núcleos auríferos. Mientras tanto, desde 1695 las autoridades santafereñas habían iniciado una disputa con el gobierno de Quito para mantener su monopolio de comercialización sobre los ganados del Alto Magdalena e implantaron diversas medidas restrictivas para impedir el tráfico de novillos desde este espacio pecuario hacia esos mercados rivales del suroccidente.

      Finalmente, entre 1730 y 1750 el crecimiento demográfico de la ciudad de Santafé y la necesidad creciente de abastecimiento cárnico impulsaron a las autoridades locales y al virrey Eslava a establecer diversas medidas para asegurar el aprovisionamiento de esta capital y terminar de una vez por todas con las crónicas carencias que padecía desde hacía varias décadas debido a su dependencia respecto al ingreso de novillos desde el Alto Magdalena y Tierra Caliente. De este modo, las adyacentes llanuras del Casanare se convirtieron paulatinamente en fuentes proveedoras al igual que las estancias jesuitas establecidas tanto en este territorio como en la sabana de Bogotá. La emergencia de estos centros de producción pecuaria junto con una serie de plagas que diezmaron el ganado del valle de Neiva durante estos años provocaron que poco a poco las normas prohibitivas que obstaculizaban la distribución de novillos desde esta zona hacia Popayán y Quito no se pusieran en práctica. Al mismo tiempo, las dehesas del Alto Magdalena fueron perdiendo gradualmente su protagonismo en el aprovisionamiento cárnico de Santafé debido a que la demanda era satisfecha en su mayor parte por los nuevos centros de producción pecuaria que se encontraban a menos distancia, lo que reducía los costos en el transporte y distribución de los bovinos.

      La anterior periodización subyace a lo largo del texto como una de las columnas que le dan sostén. En términos generales, los dos grandes períodos de auge de la economía aurífera neogranadina abren y cierran nuestro lapso de estudio, sin que esto signifique que el orden expositivo de este libro sea estrictamente cronológico. En el intervalo entre una y otra demarcación temporal se abordan los tres ejes funcionales de la actividad económica pecuaria, como lo fueron el consumo, la distribución y la producción. Dentro de estos ámbitos están inmersos los tres factores enunciados en el título de este escrito: los mercados, el comercio y los circuitos. Comenzamos por los mercados ateniéndonos al modelo de Sempat, es decir, enunciando las características de los polos motores que le daban dinamismo a tal sector económico. Posteriormente, nos enfocamos en varios elementos que hacían posible el tráfico del ganado desde los centros de producción hasta los de consumo, como lo eran los sistemas de caminos, las redes de intermediarios y los instrumentos que permitían el intercambio o la transmutación de la mercancía ganadera en dinero o en otra mercancía. Por último, señalamos algunos de los rasgos funcionales de los centros de producción aludidos a lo largo del texto, como lo eran la tierra, la mano de obra y el capital.

      Fuentes

      Las mencionadas oscilaciones del sector ganadero fueron detectadas a través del contraste entre fuentes que proveen tanto información cualitativa como datos cuantitativos. En resumidas cuentas, no se tuvo la fortuna de contar con un tipo documental cuantitativo que fuera homogéneo y regular, como lo hubiera sido un impuesto de “extracción de ganados” o los “registros de sacas de novillos” (que tan útiles han sido en los estudios sobre la ganadería en Nueva España). Por tal razón, se recurrió casi exclusivamente a los protocolos notariales para intentar levantar series temporales que permitieran comprender no solo las posibles magnitudes de la demanda pecuaria en los focos de consumo aludidos sino también los movimientos del precio del ganado en pie.

      Igualmente, para lograr este fin se usaron algunos libros de cuentas de carnicerías y de ciertos registros de sisas y alcabalas, en ocasiones dispersos por los más recónditos e impensados fondos y series documentales. Algunos precios de la arroba de la carne y de sus derivados se hallaron al escrutar tanto las actas del cabildo existentes como las posturas presentadas por los encargados del suministro cárnico de las capitales.


Скачать книгу