Pensar en escuelas de pensamiento. Libardo Enrique Pérez Díaz

Pensar en escuelas de pensamiento - Libardo Enrique Pérez Díaz


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partir de una multiplicidad de vínculos asentados en la complementariedad que subyacen de la coexistencia y del entendimiento de múltiples realidades constituidas por múltiples niveles y dimensiones.

      La lógica de entendimiento e intervención que se ha expresado trasciende la evidencia mecánica y retoma la dimensión cuántica del universo como una de las posibilidades para entender las cualidades ecosistémicas que sustentan el cosmos, sus infinitas interacciones y meta-interacciones. Supone, también, una ruptura determinante con los presupuestos de veracidad que conformaron los cimientos del hombre por el hombre como proyecto, implica la emancipación del dogma basado en el sometimiento a una razón entendida como deidad, en síntesis, rompe de modo radical con la suposición de un mundo dado a plenitud y un sujeto aséptico que lo conoce tal cual es.

      En términos de organización y dinámicas del conocer, esta cosmovisión sobrepasa la relación causal y circular basada en la comprensión de los vínculos entre el “orden” y el “des-orden”; se abre paso ante la necesidad de identificar y asumir los vínculos inherentes a las partes constitutivas de las realidades y a los fenómenos que explican la esencia dinámica de estas como integridades múltiples y sistémicas.

      La mirada transdisciplinar como mirada subversiva de las cosmovisiones unidireccionales del mundo en toda su extensión, o mejor de los mundos en todas sus extensiones, incorpora al entendimiento rupturas epistemológicas y epistémicas de un orden superior, rupturas que trascienden el objeto en sí para ubicarse en el mundo de las interacciones e interdependencias fenomenológicas. Todo esto desde una noción sistémica y profundamente dinámica que explica los cambios y las regularidades de los “hechos” a partir de la inter-estructuración propia del equilibrio entrópico característico de las diferentes y complejas realidades.

      Aun cuando existe cierta claridad en la emergencia e importancia de la transdisciplinariedad, no es conveniente ignorar los peligros que siempre rodean a estas nuevas cosmovisiones. Uno de estos peligros puede ser identificado en la manera de entender y asumir la realidad, es decir, se puede declarar la defensa de esta manera de ver y, al mismo tiempo, consciente o inconscientemente seguir aludiendo a la realidad en singular y como un afuera ajeno a la existencia y la experiencia del sujeto cognoscente.

      Puede resultar un buen ejemplo la afirmación: “entiendo por Realidad, primero, lo que resiste a nuestras experiencias, representaciones, descripciones, imágenes o formalizaciones matemáticas” (Nicolescu, 1996, p. 17), si nos quedamos con esta perspectiva, estamos siendo presa del peligro que observamos. Como se puede ver, se asume la realidad como aquello que no es cognoscible y, por tanto, es lo dado, lo natural, lo no construido, lo que no implica al ser que conoce. No obstante, el mismo autor afirma que “La física cuántica nos ha hecho descubrir que la abstracción no es un simple intermediario entre nosotros y la Naturaleza, una herramienta para describir la realidad, sino una de las partes constitutivas de la Naturaleza” (1996, p. 19).

      Nuevos hechos, nuevas evidencias en el marco de la construcción subjetiva-intersubjetiva producen nuevas dimensiones y nuevas fronteras de la realidad, es decir, no hay un afuera real y un adentro íntimo irreal, desde la perspectiva transdisciplinar se asume una conjunción de hechos y hermenéuticas como factores constitutivos y determinantes de realidades y niveles cambiantes de cada realidad. Esta manera de ver y de actuar puede constituirse en una oportunidad para superar la lógica perniciosa que insiste en mantener ideas y formas de actuar, hegemónicas o no, aun cuando existan evidencias fácticas que indiquen lo contrario.

      Otro peligro al acecho está representado en creer que la transdisciplinariedad es la panacea de las ciencias, que es una metaciencia o, peor aún, considerarla dogmáticamente como una especie de rey Midas que al ponerse en contacto con cualquier realidad o escenario resuelve todos los conflictos y problemáticas allí establecidos.

      Esta perspectiva no es un recurso autopoyético per se, por el contrario, trae consigo una interpelación consustancial a su existencia y anidada en autocuestionamientos como ¿cuán significativa es la comprensión del mundo que yace en la cosmovisión transdisciplinar?, ¿cuán válido es su aporte al presentarse como alternativa de lo disciplinar e, incluso, ante lo interdisciplinar?, ¿la cosmovisión transdisciplinar como proceso auto-hetero e interestructurante y auto-hetero e interestructurado resulta ser lúcidamente una importante posibilidad como nueva hermenéutica del mundo? Si estos interrogantes y sus múltiples opciones de respuestas están presentes en el continuum del trasegar transdisciplinar, es posible afrontar los riesgos de una mejor manera.

      Asumir esta cosmovisión significa una apuesta hacia nuevos ideales, no solo de ciencia, de saber, de conocer, de sujeto, sino también de sociedad, de mundo. Comporta el reconocimiento de una especie de revolución respecto a los ideales clásicos y los principios básicos que guiaron la modernidad. La transdisciplinariedad transgrede la idea de inmutabilidad y pasividad de la naturaleza, va mucho más allá de la comprensión sustancia-corpúsculo asignada a la estructura y dinámica de la materia. Lo transdisciplinar implica atravesar los saberes segmentados e ir más allá de ellos pero desde ellos y con ellos, esto es, desde una mirada de unidad que en la diversidad construye, explica y produce conocimiento en una realidad ricamente compleja.

      Al entenderse como cosmovisión incompleta, la transdisciplinariedad fundamenta su existencia en la búsqueda incesante de una completitud co-construida, multidimensional, multirreferencial e inacabada. Esto implica una visión diferente sobre el mundo, sin olvidar que ella, como todas, está mediada por el lenguaje, que además de ser un producto de la cultura y del contexto en general en el que se genera, determina también a esa realidad que lo produce. Así, resulta adecuado asumir que al cambiar la cosmovisión del mundo cambia también el mundo. Al respecto, Kuhn afirma: “Como resultado del descubrimiento del oxígeno, Lavoisier vio la naturaleza como mínimo diferente. Y, en ausencia de esa hipotética naturaleza que ‘vio de manera diferente’, el principio de economía nos incita a decir que tras descubrir el oxígeno Lavoisier trabajaba en un mundo distinto” (1971, p. 223).

      Pensar y actuar desde la transdisciplinariedad como paradigma entraña una lógica centrada en expresiones, abstracciones y conexiones libres. Lleva consigo la realización de experiencias y pensamientos democratizados y democratizadores, emancipados y emancipadores; tiene que ver con un curso deliberativo que debe generar el gobierno colectivo de las ideas y los procedimientos e impedir el dominio de estos como sucesores del intransferible sentido de la humanidad en cuanto fin y no como medio. “La transdisciplinariedad es simultáneamente un corpus de pensamientos y una experiencia vivida” (Nicolescu, 1996, p. 99).

      El propósito de lo transdisciplinar aquí planteado se refiere a un amalgamamiento epistémico-democrático, que ante un problema complejo produce alternativas de saber lo suficientemente robustas para generar soluciones socialmente eficientes y epistemológicamente coherentes. Se trata de un intento de ruptura de la incongruencia e, incluso, la contradicción entre el cúmulo de conocimientos de una cultura y la ausencia de soluciones significativas a sus problemas fundamentales. Por estas razones pensar en escuelas de pensamiento desde una perspectiva interdisciplinar y transdisciplinar puede configurarse en una oportunidad para generar pensamiento propio, alternativo y consecuente con las necesidades de solución a problemáticas fundamentales de nuestros contextos socioculturales.

      Lo transdisciplinar como una forma de caridad en la verdad

      Ya se dijo que lo interdisciplinar, además de ser una cosmovisión y no una simple metodología, implica una actitud de vida, es decir, una actitud frente al mundo y en concreto frente a los sujetos y los objetos que configuran el mundo, o mejor, los mundos posibles. De este modo, resulta congruente dejar ver el lugar de la acogida mutua como elemento fundamental en el establecimiento de mediaciones, en la construcción de procesos e intervenciones que se acometen para acercarnos a los diferentes niveles y dimensiones de la realidad, de sus problemáticas y sus problematizaciones. Benedicto XVI lo expresa de alguna manera al afirmar que “se puede reconocer a la caridad como expresión auténtica de humanidad y como elemento de importancia fundamental en las relaciones humanas, también en las de carácter público... [la caridad tiene un] significado de entrega, acogida y comunión” (2009, p. 7).

      Hoy tenemos suficientes evidencias de la inviabilidad de intentar construir una mejor sociedad centrados


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