Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación. Mónica Torres
ley presentado, son interlocutores innegables de las autoras y autores citados. Y lo que es más importante, sus textos tienen una presencia central en los debates de las últimas décadas en torno al género y la sexualidad. Es por eso que en estas breves páginas nos proponemos repasar algunos tramos de sus obras en relación con el género, la identidad y las leyes. (1)
Michel Foucault: Identidad, cuerpo, verdad
“Poco importa si se trata o no de utopía; tenemos ahí un proceso de lucha muy real; la vida como objeto político fue tomada al pie de la letra y vuelta contra el sistema que pretendía controlarla”. (2)
Michel Foucault
Desde sus primeros trabajos, Michel Foucault puso en cuestión la evidencia de la unidad identitaria del sujeto moderno, iluminando las intrincadas tramas de saberes y prácticas técnicas que lo convierten en objeto de conocimiento al tiempo que fabrican su individualidad. Su minucioso estudio arqueológico acerca de la locura, le permitió reflexionar sobre las formas de la distinción entre lo mismo y lo otro, los procesos de constitución histórica de la delgada línea entre lo normal y lo anormal. En el centro los cuerpos, puntos axiales de relaciones de poder, donde a partir del siglo XVIII, la vida misma aparece como blanco del poder. (3) Múltiples discursos con pretensión de verdad orientan las prácticas de y sobre los cuerpos: prescripciones, instrucciones, reglamentos, ejercicios cotidianos sedimentan en normas e inscriben ellos, microfísicamente, unas formas del ser y del hacer, históricas, cambiantes, azarosas, plausibles de ser estudiadas genealógicamente.
La historia se inscribe en los cuerpos, planteará en su texto sobre Nietzsche, la genealogía y la historia, (4) al rechazar toda posibilidad de un origen a ser recuperado en su pureza, en pos del rastreo de los enfrentamientos y el azar, de las imposiciones pero también de las resistencias que explican los comienzos. (5) O dicho de otro modo, cómo llegamos a ser esto que somos. Foucault plantea el desafío de una práctica teórica que busca dar cuenta de una ontología de nosotros mismos. Una reflexión sobre los cuerpos, los modos del devenir sujetos y las normas en sus modulaciones históricas. Una pregunta desde y por el presente. La apuesta teórica de Foucault sostiene su potencia disruptiva allí donde advierte la imposibilidad de la respuesta unívoca a la complejidad de los procesos de subjetivación.
En sus textos fundamentales y de mayor circulación, Foucault propone una conceptualización del poder en términos relacionales. El poder es constitutivo y atraviesa todas las relaciones sociales, aunque de modo desigual y jerárquico. El ejercicio del poder, o mejor dicho de los poderes, lleva en sí por definición la posibilidad de la resistencia. Desde esta perspectiva, no es posible pensar las relaciones de poder sin considerar como premisa la existencia de sujetos con cierta libertad de actuar, o cuanto menos, de oponerse, contestar, rellenar estratégicamente las prácticas y discursos que los atraviesan. Foucault pone el acento en la positividad del poder, su cualidad productiva: cuerpos, relaciones, verdades. En sus últimas formulaciones, el poder es planteado como la posibilidad de delimitar el campo de acción posible de los otros, de conducir sus conductas, aspiraciones y deseos. Esto implica una reflexión sobre el gobierno de los otros, pero también del sí mismo, a través de las tecnologías del yo. (6)
El ejercicio de poder es inescindible de su relación con el saber y, por ende, con la configuración de lo que en cada momento se constituye como lo verdadero o lo falso. La circulación de discursos con pretensión de verdad va trazando líneas de separación, de exclusión de agrupamiento, en los que también se pone en juego la noción misma de normalidad, criterio en el que confluyen tanto las ciencias como el discurso jurídico que dan cuenta de esta y de sus desvíos. Se configuran entonces ciertas formas de objetivación de los sujetos, en tanto objetos de conocimiento: objeto de un saber, presa de un poder. (7)
Ahora bien, esta complementación entre objetivación y subjetivación revela su complejidad al considerar la microfísica del poder, disciplinaria, que actúa en y a través de los cuerpos distribuyéndolos en el espacio, estableciendo ritmos, articulando sus gestos mínimos. Toda una anatomía política del detalle que tiene su correlato en la regulación del cuerpo en tanto especie, una biopolítica reguladora de las pobla-ciones que estos cuerpos componen. Es en este punto en
el que surge un concepto fundamental para pensar los aportes de la “caja de herramientas” foucaultiana al análisis
que nos convoca. Porque, para Foucault, entre la anatomopolítica de los cuerpos y la biopolítica de las poblaciones, media y se instaura políticamente el sexo: “acceso a la vida del cuerpo y a la vida de la especie” (8) y con ello el dispositivo de sexualidad.
Es justamente en su Historia de la sexualidad que Foucault desarrolla su tesis principal acerca de las formas históricas de construcción de una verdad sobre sí mismo que radicaría en el sexo, mostrando cómo el cuerpo se conforma en blanco de un poder y la vida misma objeto de regulación. Provocativamente, plantea un interrogante: ¿cómo entender esta incitación a los discursos sobre aquello que a la vez es lo más íntimo y lo que permitiría regular la población?, ¿qué procesos históricos fueron necesarios para llegar a considerar que es justamente en el sexo donde se encuentra la autenticidad de los sujetos, y en la confesión, de sus múltiples formas, su verdad última? Foucault propone entender que la subjetivación es un proceso y la verdad, una construcción, y por tanto ambas están en permanente disputa. Pero además, la idea de un dispositivo de sexualidad, en el que el sexo, aquello que constituiría el punto nodal de nuestra condición, no es más que un efecto de su compleja articulación de elementos que median entre la anatomopolítica de los cuerpos y la biopolítica de la población. Desde posiciones feministas, sin embargo, señalan a Foucault algunas limitaciones en su argumentación acerca de los procesos de subjetivación, ya que estos no dan cuenta de la diferencia sexual como parte constitutiva de la subjetividad. (9)
Ahora, si la subjetividad es el resultado de un proceso complejo que constituye también la propia materialidad corporal, queda descartada la idea de una “liberación”, si por eso se entiende la existencia de algo que se supone salvaje o puro. No habría entonces sujeto que liberar, puesto que este no precede a su propia construcción. (10) Sin embargo, la vida escapa permanentemente a los embates de la norma, escurridiza, nunca es captada del todo por los mecanismos del poder. Foucault plantea entonces la búsqueda de los placeres como una posible vía de interrogación. (11) Si no es posible no ser gobernado, al menos, desde lo que llama una “actitud crítica” en tanto resistencia es posible plantearse no ser gobernado de “ese modo” (12) e incluso buscar otros posibles.
Si bien Foucault descarta la identidad (y su estabilidad) en términos de su propuesta teórica, ante la pregunta realizada en un reportaje en sus últimos años sobre su utilidad como herramienta política, le concede una cierta potencia estratégica. Sin embargo, advierte sobre los riesgos inevitables de su cristalización, de los limitados alcances de esta noción: “No debemos descartar la identidad si a través de ella las personas encuentran su placer, pero ojo con considerar esa identidad como una regla ética universal erigiéndola en norma para todos”. (13)
Judith Butler. Identidad, género y performatividad
“Afrontémoslo. Nos deshacemos unos a otros y si no, nos estamos perdiendo algo”. (14)
Judith Butler
Desde que publicó Gender Trouble en 1990, la voz de Judith Butler comenzó a despertar ecos cada vez más lejanos. Algunas traducciones parciales circularon entre nosotros hasta que se publicó al fin El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, (15) un cóctel potente de filosofía post estructuralista y reflexiones políticas sobre el género y la identidad. Un texto que, por momentos, resulta muy arduo pero, como ella misma dice, ¿qué ilusión sostienen la transparencia y la claridad del lenguaje? (16) Al contrario, Butler despliega conceptualizaciones complejas para poder explicar lo que parece más evidente: la identidad de género no es un punto de partida, sino el producto de un proceso de construcción social y de naturalización. Desde esta perspectiva, el sexo se produce en una matriz de inteligibilidad generizada. Para decirlo sencillamente: se construyen modos de ser mujer y varón, y al mismo tiempo, se instala