Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación. Mónica Torres

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algo más, no solo esa estructura dispone solamente de dos casilleros a los que sumarse (femenino o masculino), sino que produce un efecto de coherencia necesaria entre un sexo (genital y natural), un género (femenino o masculino) y un deseo (heterosexual). Esa tríada sexo/género/deseo estalla en las primeras líneas del texto. Y con ellas, las cabezas que se asoman a Butler por primera vez o desde otros territorios del pensamiento.

      Como se sabe, la piedra angular de su armado teórico es la noción de performatividad. Esta noción guarda relación, aunque equívoca, con la idea de performance teatral, pero encuentra su mayor justeza analítica en la filosofía del lenguaje. Butler hace una lectura de parte de John Austin desde Michel Foucault y Jacques Derrida, y genera un enfoque singular que le permite pensar la significación y las normatividad.

      Habría que recordar que Gender Trouble no es un compendio de herramientas sofisticadas, sino la articulación de un andamiaje teórico novedoso para responder algunas cuestiones claves del feminismo de fin del siglo XX. Su intervención es radicalmente desencializadora (del sujeto, de la mujer, de la naturaleza, de la biología, etc.) y apunta a discutir el mandato heterosexual imperante incluso en el movimiento feminista.

      Por esto y por mucho más, Butler es una de las teóricas más lúcidas del feminismo y de ese conjunto heterogéneo de teorías, performances y militancias que delinean lo queer. Sus libros desestabilizan los cimientos sobre los que se apoyan la heterosexualidad y el binarismo en un gesto de profunda politización: allí donde había dictados inapelables de la naturaleza (con sus sacerdotes y médicos traductores), Butler señala la lucha para habilitar la posibilidad de otras vidas, de que las vidas que no responden puntillosamente al mandato binario y heterosexual puedan ser vividas.

      El atentado contra las Torres Gemelas, en 2001, provocó un viraje en la producción de Butler que la llevó a concentrarse en otras reflexiones que incluyen la política en términos globales y la guerra. Sin embargo, las preguntas que recorren su obra (y que tan bien sabe formular en cada texto) mantienen una fuerte línea de continuidad en la inquietud por la definición de la vida humana posible de ser vivida, es decir, respetada, protegida en su precariedad y su vulnerabilidad.

      Foucault y Butler, una invitación a profundizar el debate

      Tal como algunos activistas admiten, la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género eran impensadas hace apenas unos años; su impulso se vio favorecido por la articulación de amplias coaliciones activistas y encontraron, además, un consenso muy extendido en la opinión pública y en los partidos políticos, pese a algunos debates puntuales. Aunque gran parte de la sociedad pareció percibirlas como leyes específicas para una población particular (gays, lesbianas, personas trans), la sanción de ambas leyes y, especialmente, la de Identidad de Género tiene, sin embargo, consecuencias sobre la ciudadanía en su conjunto. Logran, ni más ni menos, acentuar la dimensión de género y la diversidad en el corazón de la Ley y en la definición de la ciudadanía misma.

      Al mismo tiempo, varios y novedosos aspectos como la importancia de la autopercepción, la despatologización, el peso de la decisión personal, el valor de la palabra propia sobre el propio cuerpo, el reconocimiento de la dimensión simbólica de la vida del género, la responsabilidad del Estado de garantizar el derecho, la ligazón con el sistema de salud que debe prestar atención en los casos que se requiera, el respeto por la voz del niño y la niña, etc. tienen efectos fuertemente disruptivos sobre la definición de la ciudadanía y de la democracia. O, al menos, abren fisuras y oportunidades para continuar en el camino del reconocimiento y la inclusión.

      Volver a Foucault y a Butler luego de la sanción de la Ley puede ser un ejercicio con sabor agridulce. Ambos nos recordarán los límites, la inestabilidad, las aporías, la no sutura, de los elementos consensuados en un debate y sancionados en una ley. Si celebramos con razón la idea de la autopercepción y el reconocimiento de la vivencia personal es necesario recordar los tramos en los que ambos autores insisten en destacar la dificultad de aislar un espacio de la individualidad exclusivo. En este sentido, no son los únicos que destacan la condición intersubjetiva de lo que somos, aun de lo que consideramos más interior, más íntimo, más privado. En la misma dirección, la noción de autonomía exige una mirada más atenta, que mantenga la sensibilidad hacia la paradoja que conllevan tanto los momentos de su afirmación como aquellos en los que esa autonomía se ve discutida. Momentos de la sujeción pero también de los placeres. Ambas experiencias nos exponen a los otros y evidencian la condición social, compartida de nuestros cuerpos.

      Otro punto destacable y vanguardista de esta legislación es la erradicación de la patología como modo de definir la identidad de género y como clave para su inteligibilidad por parte del Estado. Sin embargo, este pedido de reconocimiento al Estado no deja de ser, a la vez, una conquista y un nuevo estado de alerta o de resistencia, ya que funda nuevos procesos de objetivación y gobierno. Obtener un derecho o acceder a un lugar de


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