Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación. Mónica Torres

Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación - Mónica Torres


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transitó un camino diferente. De acuerdo con Lohana Berkins, “la lucha política se inicia de manera organizada en 1991 cuando un grupo de compañeras travestis forma la primera asociación que lleva el nombre de Asociación de Travestis Argentinas”. (37) Las integrantes de este grupo habían solicitado ayuda a Jaúergui, quien las empujó a organizarse políticamente indicándoles que era justamente la pata que le faltaba al movimiento LGB. Sin embargo, desde algunos grupos gays, lesbianos y feministas no se recibía con los brazos abiertos a las militantes travestis. Las discusiones dentro del colectivo travesti así como con diversos sectores del feminismo llevaron a las integrantes de ATA a crear dos organizaciones más. Por ese entonces, las preguntas sobre el “ser” travesti atravesaban a todas ellas. La UBA resultó ser una aliada importante para esta minoría que lentamente fue ocupando espacios en la flamante Área de Estudios Queer y Multiculturalismo.

      Durante la Asamblea Estatuyente que sancionó la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires en el año 1994 y que la convirtió en Ciudad Autónoma, se produjo un punto de inflexión para la militancia travesti. Si en la Asamblea se discutía la inclusión de artículos contra la discriminación por orientación sexual, desde el colectivo travesti se empezó a luchar para que se incluyera la cuestión de la identidad de género. Uno de los grupos que más fehacientemente se opuso a la presencia de travestis en la Ciudad fue “Vecinos de Palermo”, quienes refiriéndose a las travestis del mismo modo que lo hicieran Ingenieros, Veyga y Ramos Mejía un siglo atrás, las tildaban de “degenerados, amorales, híbridos e incluso de sidosos”. A partir de la promulgación de la Convención de los Derechos del Niño de fines de los años 80, invocar los derechos de los más pequeños resultaba siempre una estrategia eficaz para arremeter contra lo que se consideraba inmoral. Así, el grupo de “Vecinos de Palermo” definió a las travestis como “aquello que nuestros hijos no deben ver”. De modo similar, la “Asociación Amigos de la Avenida de Mayo”, en su estatuto, y en defensa de la “vida familiar”, prohibió el desfile de travestis por la histórica avenida. “No a la Ciudad Autónoma del Santo Travesti”, rezaban las pancartas expuestas por manifestantes frente a la Legislatura porteña en tiempos de estos debates.

      2.4. Los espacios se multiplican y los derechos comienzan a reconocerse

      Ahora bien, las múltiples agrupaciones que comienzan a surgir desde mediados de la década de 1980, proponen, en términos generales, una política con énfasis en los derechos reconocidos por el Estado y las posibilidades de igualación normativa. Pero no fue estrictamente el contexto local el que permitió que estos cambios fueran posibles, sino el clima mundial que comenzaba a albergar y contemplar los pedidos de gays, lesbianas, transexuales, travestis e intersex. A comienzos de los años 90, los movimientos de gays y lesbianas ya se esparcían por muchos países y las principales universidades comenzaban a formar departamentos de estudios sobre estos temas.

      Durante la década del 90 y la primera década del siglo XXI se multiplican las agrupaciones y organizaciones que trabajan y militan en favor de la comunidad gay, lésbica, bisexual, travesti, transgénero, transexual e intersexual en la Argentina. La militancia de todas estas agrupaciones en el terreno político, la promoción de acciones de política pública para los diferentes gobiernos provinciales y el impulso para que se discutieran en el Parlamento la Ley de Identidad de Género (2012) junto con la modificación de la Ley de Matrimonio (2010) y la atención de la salud a personas trans, fueron claves en las reformas que se llevaron y están llevándose a cabo en estos tiempos.

      Desde los años 90 y hasta la actualidad se ha producido un reconocimiento sin precedentes de los derechos de todos los ciudadanos cuyas sexualidades no responden a los cánones hegemónicos.

      Reflexiones finales

      En épocas de debates mediáticos y políticos sobre la modificación de la Ley de Matrimonio y en menor medida en las discusiones en torno a la Ley de Identidad de Género (tal vez porque en este último caso no se cuestionaba esa supuesta “necesidad natural” invocada como derecho de los niños a tener un padre-hombre y una madre-mujer), muchas voces se preguntaban por qué aquellos que habían sido históricamente segregados y hasta torturados por el Estado y el Otro social, pedían ahora formar parte de las instituciones de aquellos mismos que los invisibilizaron por décadas. Responder esta pregunta sería caer en la trampa de considerar a “la homosexualidad” como una unidad inmutable. Requeriría un análisis profundo evaluar si acaso existen elementos comunes entre, por ejemplo, los hacinados en el Depósito 24 de noviembre, los protagonistas de la clandestinidad con la que comenzaba a militarse en épocas dictatoriales y aquellos que hoy pueden disfrutar de un mercado dedicado exclusivamente a un público gay ABC1 con ofertas de todo tipo. Cabría preguntarse, al hablar de “homosexualidad”, qué entendemos hace a su especificidad: ¿fantasías? ¿prácticas sexuales? ¿zonas erógenas predilectas? o ¿el lugar sintomático que esa disidencia (invertido, homosexual, lesbiana, gay, queer, trans, intersex, etc.) representa como Otredad amenazante frente a la economía social heteronormativa?

      Por otro lado, los espacios de socialización han cambiado y también sus actores sociales. Si antes los encuentros solo podían darse en baños, tugurios y parques poco iluminados, en las últimas décadas se han abierto discotecas, hoteles, cruceros y demás espacios a un público lésbico-gay antes inimaginable. Los lugares de encuentros clandestinos y subterráneos de la ciudad, por ejemplo, pierden protagonismo frente a los espacios abiertos y los “gay friendly”.

      1- Jauretche, A., El medio pelo en la sociedad argentina, Corregidor, Bs. As., 2008., p. 73.

      2- Tranchini, E., “El cine argentino y la construcción de un imaginario criollista”, El cine argentino y su aporte a la identidad nacional, Comisión de Cultura del Senado de la Nación, Bs. As., 1999, p. 108.

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