Derecho fundamental a la salud: ¿Nuevos escenarios?. Hernando Torres Corredor
de sostenibilidad fiscal” (la cursiva es nuestra), y establece como regla de cierre que los principios enunciados en el artículo 6 —y por tanto, también el principio pro homine— “se deberán interpretar de manera armónica sin privilegiar alguno de ellos sobre los demás”. En cualquier caso, parece que la Ley Estatutaria de 2015 constituye, cuanto menos, una excelente oportunidad para reforzar el derecho a la protección de la salud en el derecho colombiano, pudiendo entenderse incluso como una herramienta de derogación tácita del sistema de aseguramiento de la Ley 100 de 1993, cuya configuración del sistema sanitario bajo el molde del aseguramiento no parece compadecerse con la nueva carta de naturaleza jurídica otorgada a la tuición asistencial.
Epílogo: health literacy como ejemplo de herramienta de ciudadanía sanitaria
Junto a las técnicas jurídicas antes glosadas, otro instrumento de refuerzo del derecho de ciudadanía sanitaria, con las consecuencias de orden práctico que ello conlleva, es lo que se conoce en la literatura jurídica norteamericana como health literacy, que se ha traducido al español como alfabetización en salud, si bien las posibles connotaciones peyorativas de la expresión española nos hacen preferir el término anglosajón. En todo caso, la alfabetización en salud ha sido definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), como “las habilidades sociales y cognitivas que determinan el nivel de motivación y la capacidad de una persona para acceder, entender y utilizar la información de forma que le permita promover y mantener una buena salud”.
La health literacy se ha construido bajo la idea de que tanto la salud como la alfabetización son elementos básicos para la vida diaria. Nuestro nivel de alfabetización afectaría directamente no solo a nuestra capacidad para actuar sobre la información de salud que recibamos, sino también para tener más control de nuestra salud como individuos, familia o comunidad. De este modo, la doctrina anglosajona reconoce tres niveles: a) funcional (habilidades básicas de escritura y lectura necesarias para funcionar con efectividad en un contexto sanitario); b) interactiva (habilidades cognitivas más avanzadas y habilidades sociales que permitan la participación activa en los cuidados de salud); y c) crítica (habilidad para analizar críticamente y utilizar la información de salud en la participación de acciones que sobrepasan las barreras estructurales para la salud) a los efectos de trabajar y medir estos conceptos, se ha desarrollado en el ámbito de la Unión Europea (UE) un importante proyecto: la “European Health Literacy Survey (HLS-EU)15, financiado por la Comisión Europea y desarrollado por ocho estados europeos (Grecia, Irlanda, Países Bajos, Austria, Polonia, España, Bulgaria y Alemania), que ha documentado por primera vez datos sobre health literacy en los mismos. La finalidad última del proyecto, radica en establecer una red europea de alfabetización en salud a través de la consecución de cuatro objetivos: a) contar con un instrumento adecuado que permita medir la alfabetización en salud en Europa; b) cuantificar por primera vez los datos de alfabetización en salud en los países europeos y ofrecer indicadores para una vigilancia tanto a nivel nacional como de toda la UE; c) realizar una evaluación comparativa de la alfabetización en salud en los distintos países europeos; y d) crear órganos consultivos nacionales en los países que participan en el estudio y documentar las diferentes estrategias de valoración de acuerdo con las prioridades y estructuras nacionales.
Nos atrevemos a afirmar que la traslación de esta herramienta al ámbito del sistema sanitario se hace hoy en día imprescindible para empoderar a los usuarios. Resulta preciso que, en la medida necesaria, el usuario tenga la capacidad y motivación suficientes, no para eregirse como tradicionalmente se sostenía en el eje del sistema, sino para constituirse como un paciente experto y activo que pueda convertirse en coprotagonista del sistema sanitario, lo que puede resumirse en la idea del patient as a partner. En definitiva, cabe reivindicar la necesidad de completar cinco transiciones aún pendientes en el proceso de progresivo empoderamiento del usuario: se debe pasar de lo bilateral a lo multilateral, de lo confrontativo a lo colaborativo, de lo abstracto a lo concreto, de la enfermedad al enfermo, y sobre todo, de lo pasivo a lo activo. Ello redundará en un concepto de ciudadanía sanitaria no solo jurídico, sino también sociológico y cultural.
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