De viento y huesos. Charlie Jiménez
Hemos contenido la hemorragia a tiempo y sigue respondiendo favorablemente al suero y al medicamento. Es posible que las lesiones terminen por curarse con el tiempo. Todo depende de que Mario logre despertar. Ahora mismo, todo depende de él.
—Doctor —incidió Álex, que todavía estaba perplejo por la noticia—, ¿y si Mario despierta?
—Entonces le preguntaremos si quiere operarse. Pero, aunque diera su consentimiento, hay que dar por hecho que no volvería a andar.
Todos los presentes comenzaron a mirarse. María del Mar y Juan Antonio, por primera vez se mostraron apacibles. Sin embargo, Carmen no podía evitar esconder el rostro entre sus manos. Aunque ya supiera la noticia, escucharla tan tajante de la mano del doctor que había asumido la tutela de Mario, le provocaba temor y pavor a partes iguales. Mario no volvería a andar, esa era la realidad. Aunque en el aire todavía se respiraba cierto atisbo de incertidumbre, y es que, cabía la posibilidad de que el joven se despertara.
—¿Cuánto cree que puede estar en coma? —preguntó Álex algo ensimismado.
—No hay certezas. Nadie en su sano juicio podría dar una fecha concreta. Todo depende de la voluntad del paciente, pero hay que contemplar todas las posibilidades. Incluso es posible que no vaya a despertar nunca. —La realidad volvió a azotar a María del Mar, que dejó de observar al doctor fijamente para buscar compasión de su marido—. Nadie sabe por los estados que está pasando Mario ahora mismo. Su cabeza está viajando constantemente a lugares en el que el entendimiento no ha estado nunca.
—¿Y qué pasaría en ese caso? Es decir, ¿si no despertara nunca?
—Esa respuesta no está al alcance de mi jurisdicción —respondió el doctor Martorell mansamente—. Llegado el momento, la familia decidirá qué es lo mejor para Mario. A menos que el paciente muestre signos de urgencia, será la clínica quien asuma la responsabilidad. Lo siento. Si me permitís el consejo, a riesgo de que me toméis por loco, en estos casos, hablarle al paciente es una terapia más. Os parecerá absurdo, pero ayuda de verdad. Ya que el subconsciente suele retener mucha información.
Carmen buscó la mirada de Álex y no se hizo esperar. Se sincronizaron a la perfección. Si Mario no despertaba nunca, habría que dejarlo volar…
¿Quién decía que ya no estaba volando?
La mente es el arma más poderosa que tiene el ser humano. Normalmente, la utilizamos para avanzar, retroceder o quedarnos atorados ante las adversidades. La de Mario en particular, buscaba incansablemente la manera de viajar en el tiempo, buscar entre sus recuerdos algún motivo de peso por el que volver de entre los muertos. Y mientras viajaba, contemplaba el infinito con el mismo temor con el que había observado a los vivos.
Álex decidió dejar que la familia procesara la noticia, así que se fue de la clínica y retomó el camino, pero esta vez, en dirección ningún lugar.
Encauzar aquella sentencia no iba a ser tarea fácil. Le quedaba un camino metafóricamente amplio, por una parte, debía asumir que su relación con Carlota por fin había terminado; por otra, necesitaba hacer frente a la tristeza que le provocaba ver a su mejor amigo en una cama y con los peores pronósticos asociados. Temer no era una cosa que se podía permitir, esta vez no. Por delante le quedaba un gran trecho por recorrer. Era hora de hacer balance y tomar las riendas de su camino, tal y como Mario había hecho tiempo atrás, y del que había aprendido mucho.
Paradójicamente, el trayecto hacia casa le resultó apacible. Paseó por las calles que tantas veces había recorrido a pie con su amigo, recordando en cada esquina las múltiples experiencias que ambos habían vivido. En esa ocasión, quiso dejar la mente en blanco, intentando usurpar aquella situación negativa con los padres de Mario, por unos pensamientos mucho más positivos. Y lo consiguió. Consiguió recordar por qué Mario se convirtió en su mejor amigo, y por qué estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por él para que despertara. Iba a intentarlo a toda costa, y para eso, lo mejor era seguir los consejos del doctor Martorell. Le contaría todas las historias que hiciera falta, para que aquella persona a la que le tenía tanto afecto no caminara solo por las sendas oscuras de la mentalidad.
Pero todavía le quedaba algo por hacer. Antes de dedicarse en cuerpo y alma a Mario. Ahora que estaba sin hogar, que había roto con su novia Carlota, que su jefe le había otorgado unos días, que necesitaba ocupar su tiempo libre, y que tenía el vehículo cargado de cajas, se obligó a ir a casa de su padre y reclamar lo que era suyo por derecho.
PASADO
Mario recibió una visita inesperada dos meses después de haber fumado marihuana en su casa.
Dio por sentado que, Icíar, la novia de Álex, habría tenido una charla con él para explicarle los motivos que la habían empujado a meterle mano aquel día lluvioso en el jardín de su casa. Aquel motivo no había sido circunstancial. Icíar intentó seducir al joven agarrándole el pene en un descuido. Esa acción, que a priori puede parecer morbosa, no hizo más que incomodar a Mario ante próximas quedadas con sus amigos. Por ese motivo, había estado tanto tiempo desaparecido y sin dar señales de vida. Tan solo Kovak pudo hablar con él un par de veces para que le explicara su decisión. «El trabajo me deja hecho polvo, tío», se excusaba él, «no tengo ganas de salir».
El estado emocional de Mario había cambiado paulatinamente desde que Álex entrara en su vida. Al principio se mostró tácito y comprensivo, pero poco a poco, esa relación se iba haciendo más estrecha y estaba derivando en algo que le despistaba soberanamente. El hecho de estar unos meses a solas, no era otra que crear consciencia de todo lo que había pasado esa misma noche. Había sido su cumpleaños, y nadie había reparado en ello. Para Mario ese día era muy importante. No es que le diera demasiada importancia a aquella fecha, pero le hubiera gustado tenerlo todo organizado. Tenía que salir todo perfecto. No podía fallar nada. Después de tanto tiempo suplicando por una oportunidad como aquella, deseaba celebrar su evento con la gente que más le apetecía. Incluso convenció a su hermana Carmen con una simple mención de Álex —cosa que, a Mario, por otro lado, le desconcertó—. Pero cuando sus invitados llegaron a casa, y vio cómo se desarrollaba la noche… Digamos que, simplemente no era lo que esperaba. En sus planes no estaba sufrir un amarillo debido a los porros. Eso hizo que su ilusión fuera menguando con las horas. Para colmo, las libertades que se cogió Icíar sin apenas conocerle le trastocaban. Cuando Icíar le agarró del miembro… Bueno, sí. Mario se encendió, como haría cualquier persona excitada. La libido se le disparó, pero de súbito, la imagen de Álex le recordó que el simple hecho de pensarlo ya significaba traicionar su confianza. Y Mario sabía cuándo una persona se merecía estar en su vida. No estaba dispuesto a arriesgar una amistad como la suya por una absurda tontería. Se apartó del círculo vicioso que había generado aquella imagen y se refugió unos meses en su habitáculo. No podría ver a Álex durante un largo tiempo. ¿Fue un ignorante por creer que Icíar hablaría con Álex sobre el tema?
Mientras intentaba traducir unos textos sobre los Incas que se había descargado de la red, sonó el timbre de casa. Carmen se acercó hasta la habitación de Mario.
—¿Qué pasa? —le preguntó a su hermano—. ¿No has oído el timbre?
—¿No está Emilia? —contestó Mario refiriéndose a la sirvienta.
—Hoy es su día libre. A ver si te pones las pilas de una vez y te enteras un poco más de lo que va pasando por casa.
— Ve a abrir, anda —le ordenó él con un ademán de mano.
Mario continuó ojeando esos fascinantes textos, mientras intentaba descifrar y comprender qué tipo de herramientas utilizaban los Incas para poder comunicarse con los demás y poder narrar su legado. Divagando entre aquella apasionante cultura, percibió por el rabillo del ojo cómo una silueta se apoyaba en el marco de su puerta.
—¿Se puede?
—Un momento… —Mario terminó de apuntar una última idea sin prestar atención a esa voz.
Intuyó no una, sino dos presencias en la entrada a su habitación.
—El