Formación docente en educación media superior. Ruth Padilla Muñoz
incrementa la cobertura y la eficiencia terminal en el nivel medio superior. El mismo autor señala que aun en el caso de que la meta se lograra, todavía estaríamos por debajo de la cobertura que tienen Perú o Bolivia (33 y 41%, respectivamente, con condiciones de desarrollo muy inferiores a las de México) o a las de Uruguay (33%), Venezuela (39%), Chile (43%) y Argentina (64%), con economías similares a la nuestra, y ya no se diga con Estados Unidos, Canadá o Corea, cuyas tasas de atención son muy superiores.
En relación con la EMS, México está muy por debajo de la cobertura de los países socios de la OCDE con 75% de la población con ese nivel educativo, en tanto que para la nación mexicana representa sólo 25% de sus habitantes. La razón es que de cada cien niños que ingresan a la primaria, llegan al bachillerato 58.6; sin embargo, la alta tasa de deserción ocasiona una merma importante y egresan únicamente 39.8 jóvenes de aquellos que iniciaron en el primer año de la educación básica (Blanco, 2007).
Si bien el problema de la baja cobertura en EMS es multifactorial, son de destacarse la desigualdad en el ingreso de las familias, la marginación y exclusión social, la heterogeneidad de los planes de estudio para el ciclo en todo el país que no permite la transitividad entre subsistemas, la desigualdad entre las distintas entidades federativas —es imposible comparar el Distrito Federal, que tiene la mayor cobertura, con Chiapas, que tiene la menor— y la baja eficiencia terminal por abandono escolar, por citar algunos.
Otro grave problema es la calidad del servicio educativo en la EMS, que presenta desigualdades considerables entre los estados del país, como lo demuestran los resultados de la prueba Enlace. La diversidad de instituciones y modelos pedagógicos, las diferencias en infraestructura y equipamiento, las características de los profesores que constituyen la planta docente en los diversos subsistemas y la formación que portan, además de la aparentemente insalvable desvinculación entre la secundaria y el bachillerato, inciden en las asimetrías en el ciclo.
En México, según Rodríguez, (2008, p. 6) “la EMS se ofrece en tres subsistemas: el bachillerato general, el bachillerato tecnológico y la educación profesional técnica” , y estima que para el ciclo escolar 2008-2009 estarán cursando este nivel educativo 3’933,000 estudiantes: 60.6% en el bachillerato general, 30% en el tecnológico y 9.4 en educación profesional y técnica. Los jóvenes asisten a una gran diversidad de planteles públicos o privados, entre los que se incluyen los bachilleratos tecnológicos (industrial, comercial y de servicios, forestal, agropecuario y del mar) y los Centros de Estudios Tecnológicos y de Servicios —todos ellos de carácter federal—, los bachilleratos estatales (Colegio de Bachilleres y Cecytes), el Conalep, los bachilleratos autónomos o universitarios y el Instituto Politécnico Nacional, los bachilleratos particulares incorporados a la SEP o a las secretarías de educación de los estados y a las universidades, además de las modalidades mixtas, abiertas y a distancia, lo que ilustra sobre la complejidad que enfrentan las autoridades educativas para crear el Sistema Nacional de Bachillerato (SNB).
Rodríguez (2008), con base en el anexo estadístico del Segundo Informe de Gobierno (2008), para mostrar la distribución de la matrícula entre los subsistemas del bachillerato general y tecnológico y menciona que 1,409,400 estudiantes se ubican en los bachilleratos estatales; 975,300, en los federales; 699,100, en los particulares; y 480,200, en los autónomos. Además, 368,800 alumnos estudian en algún subsistema de Educación Profesional Técnica, de los cuales 21,800 están en escuelas privadas. Es alarmante el crecimiento de los alumnos inscritos en planteles particulares, que en 2008 superaban incluso los de carácter autónomo de las universidades, lo que habla de la incapacidad del Estado mexicano para dar cobertura adecuada en este nivel, o bien, de una política soterrada de privatización de la educación.
Por otra parte, la plantilla docente que atiende la EMS es de “poco más de un cuarto de millón de plazas laborales […]. De ellas, el 87.9% corresponde al bachillerato (general y tecnológico) y el resto a la educación técnica” (Rodríguez, 2008, p. 9). El mismo autor menciona que dos terceras partes del total de profesores laboran en instituciones públicas, donde el mayor número corresponde a las de carácter estatal, seguidas de las del régimen federal y, en tercer lugar, las instituciones autónomas. Vale la pena señalar que la cantidad de plazas del subsistema privado es superior al resto, ya que concentra un tercio del total disponible.
En este panorama surge “…la iniciativa legislativa de incluir la Educación Media Superior en el esquema de obligatoriedad educativa considerado en el texto constitucional, y la propuesta de la reforma integral desarrollada por la SEP” (Rodríguez, 2008, p. 12) cuyo antecedente es el Programa Sectorial de Educación 2007-2012 (UPEPE-SEP, 2007). El decreto mediante el cual se aprueba fue publicado el 17 de enero de 2008 en el Diario Oficial de la Federación.
Indicadores de logro en la EMS en México: el tamaño del reto
Como ya mencionamos, uno de los principales problemas de la EMS en México es la cobertura, a la que debe agregarse la baja eficiencia terminal en el ciclo educativo. La cobertura y la eficiencia terminal presentan diferencias importantes entre las entidades federativas, según Rodríguez (2008).
La matrícula de EMS para el ciclo 2007-2008 (SEP, 2008) comprende 61% de los jóvenes de 16 a 18 años de edad; el primer ingreso equivale a 95.50% de los egresados de la secundaria en el ciclo escolar inmediato anterior; estas cifras indican, respectivamente, la tasa bruta de cobertura y la tasa de absorción nacional. La cobertura entre las entidades federativas es muy variable, desde 48.20% en Guanajuato y 48.50 para Michoacán hasta 95.40 en el Distrito Federal. En materia de eficiencia terminal, la EMS en su conjunto reporta un promedio de 59.60% con una oscilación entre 51.40 para Nuevo León y 68.50 en Tlaxcala.
Para Rodríguez (2008), pese a las estadísticas oficiales, la eficiencia terminal en este nivel educativo es inferior a la reportada, ya que ni siquiera 40% de cada generación que ingresa al nivel logra concluir los estudios en los tres años que dura el ciclo.
En la figura 2 se muestra un comparativo de los indicadores de eficiencia terminal y deserción entre las entidades federativas de acuerdo con las cifras oficiales para el ciclo escolar 2007-2008. Observamos que quince estados presentan una alta eficiencia terminal con baja deserción; la de mejores resultados es Tlaxcala, seguida de Veracruz, Guerrero, Colima y Tamaulipas, como los cinco primeros. El Distrito Federal tiene una baja eficiencia terminal, aunque su deserción también es baja, lo que significa que los alumnos concluyen sus estudios en un tiempo superior al periodo de tres años establecido para el ciclo. Jalisco se encuentra en el grupo de las quince entidades federativas con baja eficiencia terminal y alta deserción, por debajo de la media nacional, lo que repercute de modo negativo en la cobertura. Coahuila es el único que presenta una alta eficiencia terminal con una alta deserción.
Figura 2. Indicadores de eficiencia terminal y deserción en EMS por entidad federativa, ciclo escolar 2007-2008.
Fuente: elaboración propia con base en los datos de la DGPP, SEP.
Con relación a la cobertura y la tasa de absorción, también se presentan asimetrías significativas entre las entidades federativas (ver figura 3). El Distrito Federal y nueve estados más presentan mejores indicadores: Baja California Sur, Tamaulipas, Sinaloa, Baja California (Norte), Morelos, Durango, Tabasco, Sonora y Nayarit, mientras que los de más baja cobertura y absorción son once: Aguascalientes, Querétaro, Zacatecas, Chiapas, Michoacán, Guanajuato, San Luis Potosí, Jalisco, Oaxaca, Guerrero y el Estado de México. Veracruz, Puebla, Colima, Tlaxcala e Hidalgo tienen una alta cobertura, lo que significa que el número de jóvenes de 16 a 18 años que cursan EMS es alto, aunque la capacidad de absorción de los que egresan de las secundarias es insuficiente, a diferencia de Coahuila, Chihuahua, Campeche, Nuevo León, Querétaro y Yucatán, que se encuentran en la situación inversa.
Figura 3. Indicadores de cobertura y absorción en EMS por entidad federativa, ciclo escolar 2007-2008.
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