Cómo enseñar ajedrez. Ernst Bönsch
de lucha psicológica contra un adversario concreto. La inclusión de la psicología en la teoría de la lucha había sido obra de Lasker, un verdadero luchador que había sabido adaptarse a la creación de su ideal de jugador, y que con ella dio un fuerte impulso al juego.
De alguna forma influyó Lasker sobre José Raúl Capablanca (1888-1942), transmitiéndole los fundamentos de la clásica escuela de Steinitz. La comprensión de la ventaja posicional y la aplicación de los principios estratégicos de la nueva escuela los realizaba Capablanca con una técnica precisa y pulida en el juego de torneo. El complemento perfecto de esa técnica fue el factor de los resultados favorables, propiciados por la fortaleza de su constitución física y de su sistema nervioso. Una intuitiva visión posicional de primer orden hacía surgir las buenas posiciones en el tablero como por arte de magia. Con todo, el elemento que dio realce a su auténtica fuerza competitiva fue, como antes dijimos, su precisión para jugar un ajedrez sin errores. Euwe definió así su juego: “Son dignas de admiración las combinaciones de Capablanca. ¿Puede un hombre pasearse y dar vueltas, haber previsto todas las implicaciones de la maniobra emprendida y desentenderse, en apariencia, del tablero? ¿Puede alguien llegar al final de una combinación compleja y demostrar, pese a las apariencias, que lo ha visto todo con pelos y señales? ¿Intuición o cálculo? Ambas cosas. Capablanca puede conducir una posición de ataque sin dar la menor muestra de fatiga; ejecuta las variantes más complicadas con exactitud matemática”. (Hannak, 1952, pág. 27 y sig.). Además de su habilidad innata para el juego práctico, Capablanca tenía el don de poder asimilar y ordenar adecuadamente los desarrollos teóricos del ajedrez. Aunque escribió menos libros de los que el mundo del ajedrez hubiera deseado, en 1927 publicó Fundamentos del ajedrez, un metódico trabajo teórico sobre estrategia que aún hoy ocupa un lugar de privilegio en la bibliografía del juego rey. En general, se percibe la herencia de Tarrasch en sus conceptos de jugar fuerte, aunque, por supuesto, el autor aporta originalidad en especial en el capítulo sobre estrategia universal y sobre estrategia en los finales, donde exhibe una nueva forma de pensar, brindando una serie de consejos prácticos. Como todos los grandes finalistas, Capablanca parecía afrontar la fase final del juego con naturalidad y prescindiendo de principios preestablecidos. Sin embargo, en su libro Últimas lecciones de ajedrez incluye una tabla con los temas dominantes en la teoría del final. A la teoría de las aperturas le presta, no obstante, menos atención. Lo más destacable del conjunto de su obra es su comprensión posicional y la formulación de los principios universales que rigen la estrategia. Pese a todo, con frecuencia se detiene en la apertura para realizar un análisis crítico de la posición, cuando cree que el juego es mejorable. La continuación, por ejemplo, de la Caro-Kann Clásica 4 ...
José Raúl Capablanca
Si hablamos de alta precisión técnica, no está de más mencionar al gran maestro Akiba K. Rubinstein (1882-1961) y a Max Euwe. Rubinstein ganaba sus partidas gracias a las enseñanzas de Steinitz y a la perspicacia de pensamiento con que las interpretaba en el tablero. En muchas de las sobresalientes partidas combinativas características de su estilo, según Hannak, “la armoniosa construcción de sus partidas, hay tanta proporción y equilibrio, que apenas existe otro maestro que pueda igualarle en ese aspecto. Con enormes conocimientos acerca de la teoría de aperturas, descubrió nuevos senderos en muchos sistemas importantes, y también sabía extraer magia de muchos finales: un gigante descomunal, disfrazado de penitente.” (1952, pág. 123.)
Rotlevi-Rubinstein, Lodz, 1907: 1 d4 d5 2
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