Cómo enseñar ajedrez. Ernst Bönsch
alt="image"/>
Robert James Fischer
Bobby Fischer, aunque nacido en Chicago el 9 de marzo de 1943, se crió en Brooklyn; a los seis años su hermana Joan le regaló un juego de ajedrez con un manual de enseñanza básica, y el regalo tuvo tanto éxito que aprendió rápidamente y jugaba a todas horas. No es, pues, de extrañar, que a los 15 años y 6 meses fuese el jugador más joven en conseguir el título de gran maestro. A la vista de este éxito, tampoco es raro que ex campeones mundiales vaticinasen extraordinarios resultados en su carrera. Su capacidad analítica para resolver problemas ante el tablero, así como la conjunción de otros factores relevantes en la lucha ajedrecística, hacían del joven Fischer un campeón en ciernes.
La personalidad de Bobby Fischer no es paralela a la del ajedrecista. En los campeones mundiales de ajedrez suele producirse una escisión entre sus comportamientos personales y su creatividad en el tablero, que a veces puede llegar a ser un verdadero abismo entre ambos. El compendio de sus habilidades y capacidades ajedrecísticas puede frenar a otras exigencias cualitativas de la personalidad. Los análisis importantes, como factor condicionante de resultados, son perceptibles. Pero en el ámbito psíquico domina un fuerte sistema nervioso, la “memoria profesional” y una acusada capacidad de representación. Los factores específicamente ajedrecísticos que siguen vigentes, como el desarrollo estratégico y los conocimientos tácticos, los necesarios conocimientos teóricos de aperturas, saber aplicar sistemas especiales, junto con la asimilación de novedades creativas, la infatigable aspiración de evaluar las posibilidades, saber evitar las continuaciones de tablas en posiciones críticas, además de la facultad de analizar con precisión en las tres fases de la partida. Su fuerza psíquica y de voluntad deben traducirse en una inquebrantable voluntad de victoria, en la destrucción del ego adversario para la propia satisfacción, un sentido orientado de la iniciativa y de la conducción del ataque, una enorme resistencia defensiva, una arrogancia basada en la conciencia de la propia valía y un patológico fanatismo ajedrecístico, fundado en un hiperdesarrollado interés por el ajedrez. Espoleado por el factor entrenamiento, lleva a cabo un entrenamiento indómito. La perseverancia con que, durante muchos años, estudia la literatura ajedrecística le sirve de catapulta para sus progresos en el tablero, llevando a su inseparable segundo Larry Evans a realizar la siguiente observación:“Con la devoción de un monje, estudiaba ajedrez de la mañana a la noche.” (Citado por Gligoric, 1972, pág. 186.) B. Spassky declaró en una entrevista: “Tiene una relación casta y pura con el ajedrez, jugándolo como lo haría un dios. De todos los profesionales del ajedrez, Bobby es la figura más destacada. No necesita asociaciones y él se representa a sí mismo. Todas las organizaciones, llámense FIDE o PCA, han aprendido de él. Él mismo es su propia organización.” (1997, pág. 5.) Su interés se revela efectivo cuando decide estudiar ruso por su propia cuenta. Realiza también otras actividades para mantenerse en buena forma física: fútbol, tenis, voleibol, billar, natación y largos paseos. Fischer enriqueció la práctica ajedrecística con una impresionante lista de partidas ganadas a base de técnica. La teoría de aperturas se convirtió en una de sus especialidades y en los torneos internacionales introdujo a menudo novedades teóricas de relieve. En la Olimpiada de La Habana (1966), por ejemplo, sorprendió a todos planteando en tres ocasiones la Variante del Cambio en la Apertura Española. Su jugada inicial preferida era 1 e4. Una de sus armas principales en los torneos más significados fue el desarrollo del alfil rey por c4 en la Siciliana, por ejemplo, contra la Variante Najdorf. Con piezas negras, sus sistemas defensivos principales fueron la Siciliana (contra 1 e4) y la India de Rey (contra 1 d4). Fischer reanimó viejas y olvidadas variantes.Así, reactivó, entre otras, la vieja Variante Anderssen, 3 ... a6 4
En 1969 publicó un libro con sus mejores partidas, titulado My 60 Memorable Games (Mis 60 mejores partidas), que tuvo una extraordinaria acogida. En la edición rusa (Moscú 1972) tiene un cualificado prólogo de V. Smyslov, y un detallado estudio introductorio de A. Suetin acerca de los rasgos estilísticos de su ajedrez. Años más tarde aparecería un manual de enseñanza en diversos países, cuyo título original es Bobby Fischer teaches Chess (Bobby Fischer enseña ajedrez). Sus coautores, Stuart Margulies y Donn Mosenfelder, son expertos pedagogos que han desarrollado programas de enseñanza del ajedrez. En el libro se incluyen posiciones combinativas básicas, con las alternativas “sí”-“no” para el estudiante. Los ejercicios didácticos comienzan con mates básicos bajo el enunciado “mate en una jugada”. Siguen combinaciones progresivas de hasta mate en cuatro jugadas. Más adelante, hay numerosos ejemplos de la práctica de torneo, que finalizan con las expresivas palabras: “¡Cordiales felicitaciones! Ha finalizado usted el curso. Espero que con mi libro haya aprendido a jugar mejor al ajedrez. Una señal inequívoca de que ha tenido éxito en adquirir enseñanzas es que sus antiguos adversarios ya no conseguirán vencerle. Bobby Fischer.” (1972, pág. 334.)
Los sólidos conocimientos profesionales, arropados por una amalgama de talento, aplicación y metas definidas, dejan su impronta en una de las caras de Fischer. En la otra cara está su personalidad, que no es universalmente aceptada. Desde hace años vive, retirado y poco sociable, en Budapest. Como primer campeón mundial que no ha perdido el título en el tablero, rehúye la lucha deportiva y el trato con otros jugadores. Para él, se trata de una partida que juega solo, contra el mundo entero. A ojos del mundo se comporta como una persona solitaria y obstinada. Bajo la descripción “Inseguro, arrogante, maleducado, patológico. Retrato de un genio del ajedrez. Cinco horas con el gran maestro Robert Fischer, de Estados Unidos”, caracterizó H. Lohausen a un contenido Fischer, durante una exhibición de partidas simultáneas en Solingen: Bobby es inseguro, la sala del torneo se anima durante las dos horas concertadas. Bobby es arrogante. Recomendaciones locales acerca de la comida se leen en las paredes:“No conviene que se presente a jugar en plena digestión.” A los participantes en la simultánea se les advierte:“Tenga en cuenta que es malhumorado y a veces golpea alguna pieza y la contraria puede caer de la mesa.” Las figuras que desaparecen del juego no le interesan lo más mínimo. Bobby es un notorio gruñón. En la ceremonia de clausura, una vez finalizada la sesión (+12–5 =3), declara en voz alta: “Denme mi dinero y mevoy.” (Citado por Evertz, pág. 204 y sig.).También en los torneos normales fue planteando progresivas exigencias financieras y condiciones de juego a los organizadores de entonces, que no siempre podían satisfacerlas, aunque en otro aspecto ese comportamiento tuvo una repercusión positiva para una mayor consideración de los profesionales del ajedrez. En un momento dado se hizo miembro de una secta religiosa que le prohibía disputar sus partidas el sábado. En la reunión para las negociaciones acerca del match por el campeonato mundial con Karpov, envió un mensaje manteniendo su obstinada posición, de manera que el 3 de abril de 1975 se le desposeyó del título mundial. Sólo veinte años más tarde, en septiembre de 1992, se produciría el retorno del ex campeón, a los 49 años. Con un fondo de premios de cinco millones de dólares, se ponía en marcha un espectacular match-revancha con Boris Spassky en la localidad montenegrina de Sveti Stefan y en Belgrado. Fischer resultó victorioso, después de 30 partidas, por el resultado de 17,5-12,5.
Anatoli Karpov, nacido el 23 de mayo de 1951 en Zlatoust