Ginger. Ximena Renzo 'Endlesscurl'

Ginger - Ximena Renzo 'Endlesscurl'


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      —No, ni loca. —Me negué dando la vuelta, pero Kim me detuvo y empujó hacia el otro lado.

      —Lamento que tengamos a este chico de chofer, G. —Alai se encogió de hombros mientras Theo sonreía como estúpido.

      —Hagamos esto de una vez. Me resigné subiendo luego de Kim.

      Alai se sentó en el lado de copiloto, así que estando atrás, no sentía tanto fastidio,

      Kim fue llevada a su casa primero ya que vivía más cerca del lugar. Entonces me tocó empezar a dar indicaciones para que el inútil entendiera.

      —En la siguiente cuadra, giras a la izquierda.

      —¿Derecha? —preguntó, resoplé.

      —Izquierda.

      —Entonces derecha. —Asintió y palmeé mi pierna demostrando mi enojo.

      —¡Me cansé de ti! —suspiré en cuanto volteó a la izquierda.

      —Oye, Huffy, ¿qué pasó con McFodd?

      —¿Jake? Nada. —Encogí los hombros confundida.

      —Oh, bueno, es que hoy fue la presentación del equipo y pensé que irían. —Abrí los ojos recordando lo que le había prometido a mi mejor amigo,

      Oh, no.

      ¡Rayos, rayos y más rayos!

      «Si entras, solo si entras. Iré a esa fiesta».

      Mi boca. Mi gran problema.

      Nota para mí en el futuro: Nunca olvides lo que prometes.

      —Seguro me odia —susurré tapándome la cara.

      Nunca me había perdido una practica, entrega o premio de Jake Mcfodd.

      Lo decía de broma a veces, pero sabía que era importante para él y yo era una mala amiga.

      —Llegamos, G —dijo Alai mirándome, yo alcé la vista y tomé aire.

      —Gracias por este gran día, Alai. Me gustó mucho pasar tiempo contigo. —Intenté sonreír con sinceridad mientras ella me miraba.

      —El sentimiento es igual, bonita.

      —Gracias por traerme. Alai, energúmeno. —Asentí saliendo del auto.

      —¡Nos vemos, Huffy! —Volvió a sacar la cabeza por la ventana y luego se alejó en el auto.

      Rodé los ojos y caminé hacia la salida, encontrándome con una escena triste. Jake me esperaba junto a Bubba y su bate de béisbol, sentado en el piso de la puerta de mi casa.

      —Hola, Jake. —Me acerqué un poco a mi amigo, pero me detuve rápido.

      —Entre al equipo, gracias por preguntar. —Sonrió de lado mirándome.

      —Jake...

      —Solo venía a dejarte esto, mamá te lo envía. —Dejó al gato sobre mis brazos y un pequeño paquete para luego alejarse.

      Oh, bueno, se enojó de verdad.

      ***

      El domingo en la mañana, me desperté temprano para desayunar y cumplir una gran misión llamada: Subamos al bus que vaya más rápido a casa de Jake para poder disculparme con él porque no quiero estar peleada con mi mejor amigo.

      Le pedí permiso a mamá, no sin antes explicarle la situación y me dejó ir sin problema. Al llegar a casa del ya mencionado, me encontré en la puerta de su casa pensando en qué debía decirle.

      Alai es un alien y me abdujo hasta esa fiesta de la moda.

      Kim me obligó.

      O tal vez, solo tal vez, decirle la verdad.

      Cuando menos lo pensé, tenía unos grandes ojos pardos mirándome.

      Ella sonrió y me abrazó.

      —¿Cómo te quedó el jersey, cariño? —preguntó la madre de Jake.

      —Muy bien, muchas gracias, Emily. —Sonreí de lado y ella tomó mis mejillas con sus dedos y frunció el ceño.

      —¿Qué te pasa?

      Odiaba la forma en la que ella y su hijo me conocían. ¿Quién mandaba a mi madre a conocerla desde pequeña?

      —Jake está un poco enojado conmigo —murmuré bajando la cabeza, y de inmediato ella jaló mis mejillas y me hizo mirarle.

      Justo en ese momento me sentía como en vacaciones, cuando las regordetas amigas de mi abuela me pellizcaban las mejillas diciendo que era una niña muy tierna. Viejas estafadoras, ¡me sacaron veinte dólares! Aunque ese no era el punto.

      —Ve a hablar con él, está arriba. Lo mandé a limpiar el baño.

      —¿El baño? —Reí al imaginarme el desastre que estaba cometiendo allá arriba, al parecer su madre lo imaginó también porque empezamos a reír juntas.

      —Está en un plan de castigos divididos en intereses de tres meses porque no salió muy bien en su anterior boleta de calificaciones. —Su madre le permitía a Jake elegir sus castigos como si fuesen deudas bancarias, si las dividía más tiempo, le añadía más castigos pero más cortos. Era una cosa bastante extraña que tenían, pero les funcionaba.

      —Es que se enfoca más en los deportes, creo que eso está bien, ¿no?

      —Por supuesto, pero si quiere entrar a la universidad con la beca de deportes que quiere, tiene que aprobar química. Si quiere mejorar, tiene que practicar. Él tendrá buenas notas y yo un baño limpio. ¿Quieres galletas? —preguntó caminando a la cocina, yo me negué.

      —Solo iré a hablar con él.

      —Claro, si quieres galletas, sabes dónde encontrarlas —dicho esto, y luego de asentir, caminé por las escaleras oyendo como un Jake bailando alguna canción antigua iba aclarándose en mi panorama audiovisual.

      —¡San Pepe! —me quejé al verlo bailar mientras limpiaba el inodoro.

      —Yoo quisieraaaa... ¿Qué haces aquí? —Se rio y de pronto recordó que estaba enojado conmigo y cambió su estado de ánimo.

      —Viendo como mueves el trasero con música bastante arcaica.

      —Oh, bien. —Asintió quitándose los guantes y pasando por mi lado.

      —Jake...

      —¡No me hables, mala mujer! —dramatizó Jake cerrando la puerta de su habitación en mi cara. No estaba tan enojado.

      —Jake, ¿podemos hablar? Perdón —hablé golpeando mi frente suavemente con la puerta.

      —¡Me siento reemplazado por unos pedazos de tela! —gritó un poco agudo, sabía que tenía una almohada en la cara. Es algo que hacía cuando estaba enojado.

      Gritarle a su almohada.

      —¡No es mi culpa! Alai y Kim me atraparon.

      —¡Y encima viene a dejarte el capitán de mi nuevo equipo! ¡Y se suponía que no te caía bien!

      —Jake, abre la puerta. —Golpeé un par de veces y oí que se levantaba—. Si abres, prometo que te compraré un helado.

      —¿De menta? —preguntó susurrando pegado a la puerta y solté una risilla al oír su tono de niño pequeño.

      —El que quieras. —El seguro se desbloqueó dejándome entrar.

      Su habitación era la misma de siempre, muchas fotos de nosotros y Kim, trofeos, balones, uniformes…

      —No te hablaré —dijo cruzando los brazos mientras se sentaba en la silla giratoria.

      —¿Incluso cuando iremos a Finn’s?

      —Un helado no me va a comprar,


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