Juan Bautista de La Salle. Bernard Hours

Juan Bautista de La Salle - Bernard Hours


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de la cual la obra aparece sobre todo como el fruto y la manifestación, Blain inscribe primero al fundador del nuevo instituto en la línea de los que se consagraron a ese:

      ministerio celestial, divino, que tiene su modelo en Jesucristo y sus ejemplos en los santos: un ministerio excelente e infinitamente provechoso, que produce frutos para la eternidad, y que tiene solo al cielo y a la salvación de las almas por finalidad.

      El instituto fundó sobre Blain una vulgata que prevaleció hasta la Segunda Guerra Mundial, al menos, incansablemente retomada y más o menos acomodada. Las otras dos biografías publicadas en el siglo XVIII, la del jesuita Juan Claudio Garreau en 1760 y la del abad de Montis en 1785, aparecen como abreviaciones de la de Blain —que permanece como su fuente principal o única—, pero tienen la ventaja de ser mucho más… ¡digeribles!

      El primero es G. Rigault (1885-1956), doctor en Letras y discípulo de G. Goyau, quien comienza a investigar sobre los Hermanos de las Escuelas Cristianas a inicios de los años 1920, y no terminará sino hasta el fin de su vida. En 1937 aparece el primer volumen de su monumental Historia general del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, consagrada a una nueva biografía del fundador. Se trata, una vez más, de una solicitud del superior general. No pretende aportar nuevos elementos al conocimiento de la vida de Juan Bautista, pero, afirmando su estatuto de historiador cristiano, plantea como posible la asociación de una perspectiva apologética y del método histórico aplicado a la biografía, tal como él la describe:

      los hagiógrafos ya dijeron todo. Nuestro proyecto no es el de ellos. Si él no rechaza de ninguna manera ser apologético (y es legítimo y necesario que el esfuerzo de un cristiano tienda siempre, en últimas, a la gloria de Dios), él quiere primeramente realizarse en la esfera más alta de la verdad documental, de la discusión de los hechos, de la explicación psicológica, de la investigación de las causas. (Rigault, 1938, L’oeuvre religieuse et pédagogique…, p. 2)

      En Juan Bautista de La Salle y en todas sus acciones, lo que él espera describir es un «instrumento de la Providencia». Pero su trabajo resulta, ante todo, «una síntesis» que usa «los elementos acumulados, desde hace dos siglos, por los historiadores del fundador y por los hermanos, por los historiadores de la Iglesia, por los de la pedagogía». Aunque Rigault haya concienzudamente «confrontado las transcripciones con los originales, y en su defecto con las copias más antiguas» y consultado «los preciosos autógrafos del santo fundador, las primeras ediciones de sus obras, los registros de la casa de San Yon, los dosieres de las escuelas que él estableció», él no puede satisfacer las expectativas de una «biografía crítica», expresadas por el Capítulo General de 1956, no solo porque le da mucha importancia a la hagiografía, sino porque había aún investigaciones por hacer en los archivos, en especial en aquellos publicados. Sin duda, hay que pensar que el mismo Capítulo General de 1956 ya no le reconocía el estatuto de «biografía crítica» a las publicaciones contemporáneas, como las de los hermanos William Battersby (1949, 1950, 1957) e Isidoro di María (1951).

      Después de esta fecha, la historiografía lasallista se enmarca en una nueva exigencia de rigor. La obra de Yves Poutet significa un momento mayor en ella. Se inscribe de modo directo en la continuidad del Capítulo General. El autor le atribuye la inspiración «a las conferencias de los hermanos Clodoaldo y Mauricio Augusto» en Roma, en 1956-1957. El método era abrir las perspectivas desde un auténtico accionar histórico, a fin de resituar la historia de Juan


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