Juan Bautista de La Salle. Bernard Hours

Juan Bautista de La Salle - Bernard Hours


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del consejo tenían parentesco con los La Salle.

      La composición del consejo de la ciudad le corresponde en parte al Tribunal Civil. En 1655 esta jurisdicción reúne a 153 oficiales. El padre de Juan Bautista tiene sede allí como consejero y dos de sus parientes asumen cargos de primer orden: Andrés Cocquebert el de lugarteniente particular (al mismo tiempo dirige la ciudad como su lugarteniente) y Claudio Lespagnol el de procurador. Este último también fue lugarteniente de los habitantes, como Andrés Cocquebert, del cual se dice que «tiene prestigio en su compañía y aún más en el consejo de la ciudad y que es muy aficionado al servicio del rey».

      La arquidiócesis de Reims ejerce en la ciudad un poder importante y una influencia más grande aún, de la cual monseñor Carlos Mauricio Le Tellier se hizo vigilante defensor. Por intermediación de su gran vicario, quien por sus funciones hace parte de los electores eclesiásticos para el consejo de la ciudad, interviene en la designación del lugarteniente de los habitantes y de los consejeros. El gran vicario y el alguacil del obispo tienen sede por derecho en el consejo, con voz deliberativa, según el ejemplo de Santiago Thuret, gran vicario y supervisor de los maestros de las escuelas de la diócesis admitido en diciembre de 1667, poco tiempo antes de tomar la sucesión del canónigo Pedro Dozet en la dirección de la universidad. Esta es la época en que Juan Bautista comienza a ocupar una sede en el capítulo de los canónigos. Antes del reglamento de 1636, la arquidiócesis nombraba directamente a los seis magistrados. La fusión de los magistrados, «creaturas de la arquidiócesis», con el consejo de la ciudad pudo contribuir a reducir la influencia de este último. Pero un acuerdo hecho en 1639 preserva su jurisdicción temporal: las apelaciones de las sentencias dictadas por los magistrados en asuntos civiles o penales se deben presentar ante sus oficiales. Las querellas entre los magistrados y el tribunal de la arquidiócesis no cesan de reavivarse. Desde 1670 Le Tellier lleva el asunto ante el arbitraje de Colbert en común acuerdo con los defensores de la magistratura. El ministro mantiene la fusión hecha en 1636, pero decide que de ahí en adelante todas las causas se defenderían en primera instancia ante el alguacil de la arquidiócesis, tanto que los magistrados abandonan de modo progresivo las audiencias.

      Casi al final del siglo XVII, el rey crea un oficio de lugarteniente general de policía en cada ciudad, que tenía una jurisdicción real. En Reims, sede de un tribunal, este edicto amenaza la jurisprudencia de todos los responsables de la justicia penal comenzando por los de la arquidiócesis. Le Tellier ofrece comprar el oficio por medio de 30.000 libras. La transacción se consigna por escrito en un acta, mediante un fallo del 1.º de diciembre de 1699. Entonces, el cargo de lugarteniente general de policía se rescata en provecho del alguacil de la arquidiócesis, el señor Frémyn, de una familia emparentada varias veces con La Salle. El fallo enumera las competencias del alguacil, quien desde ese momento ejerce un poder considerable de justicia y policía sobre la ciudad.

      Como lo subraya Y. Poutet (1970), es la autoridad del obispo como señor la que se consolida: «la ciudad lo entendió: cada vez que lo quiera, Carlos Mauricio Le Tellier, hermano de Louvois, será el amo» (t. I, p. 137). Nada se puede hacer en la ciudad de Reims sin el consentimiento del arzobispo.

      Los notables de la ciudad también son los comerciantes burgueses que viven a la vez de la viña y de la manufactura. La mayoría de los consejeros de la ciudad poseen viñas y la vendimia moviliza una parte de los jornaleros que habitan dentro de las murallas. En cuanto a la manufactura, controlada por el cuerpo de mercaderes y de vendedores de paños, esta le dio reputación a la ciudad más que cualquier otra actividad. La lana que provenía del reino, en particular de Berry o importada de España, de Inglaterra, del Levante o de Flandes, se transforma principalmente en estameña y en sarga. Hacia 1685 ese trabajo ocupa, según R. Benoît, de 7000 a 8000 obreros que dependen mucho de 2000 patrones fabricantes. Así, un buen tercio de la población de la ciudad vive de la manufactura y depende de las vicisitudes de su coyuntura. Vinos y tejidos en gran parte se comercializan con ocasión de las ferias anuales, la más importante en Pascua, en la calle de la Couture, cerca de la casa de los La Salle, y las otras dos en mitad de julio (la llamada Feria de la Magdalena) y a comienzos de octubre (la Feria de San Remí).

      En Ruan, por donde llega una buena parte de la lana que se trabaja en Reims, las relaciones comerciales tienen que ver también con muchas otras mercancías: pescados, plomo, azufre, madera de construcción, tabaco, pimienta, aceites y jabones. No es completamente un azar que Juan Bautista, el remense, termine sus días en Ruan, después de haber instalado allí la casa madre de su instituto; el impulso que lo condujo a fundarlo llegó también, en gran parte, de la capital normanda por el envío de Adrián Nyel.

      Pero a partir de 1635 y de la guerra con España, la industria textil y en general la actividad económica en su conjunto, que habían conocido una mejora desde el fin del reino de Henri IV, se sumergen de nuevo en la crisis. La producción de estameña, realizada principalmente en talleres rurales, sufre con el paso de las tropas y con la huida de la población hacia la ciudad. A finales del siglo XVII no volvió a encontrar su nivel anterior a la Fronda. En la segunda mitad del siglo las estameñas se suplantaron con otros productos, sobre todo las sargas, fabricadas en la ciudad; así, la manufactura aprovechó el crecimiento urbano.

      Juan Bautista nace en 1651 en una ciudad en pleno crecimiento demográfico: aunque regularmente infectada por las epidemias recurrentes desde finales del siglo XVI y, sobre todo, como en el reino en general, a partir de la década de 1620, y a pesar de la peste de 1635 y del periodo 1668-1669, Reims pasa de unos 18.000 habitantes en 1615 a 32.000 a finales de los años 1670.

      Pero en 1651 la ciudad está en el corazón de uno de los escenarios principales de enfrentamiento de la Fronda. La guerra civil causa estragos y la Champaña es una de las principales regiones donde se enfrentan los ejércitos reales y los de Condé. Amenazada por las tropas del archiduque Leopoldo, a comienzos de agosto de 1650 Reims les abre sus puertas a los regimientos reales dirigidos por el mariscal Plessis-Praslin. Estos permanecen ahí durante seis semanas hasta mitad de septiembre:

      es un milagro ver como este ejército vive, se puede decir, como ángeles en la ciudad y como diablos en el campo, al cual esculcan, pillan, ciegan los granos, los desgranan y vienen a venderlo en la ciudad, lo que les permite subsistir, ya que el ejército no es pagado y proveen a la ciudad de granos. (Benoît, 1999, p. 154)

      En diciembre los combates en el Valle de la Suippe y en la región de Rethel hacen retroceder sobre Reims a los sobrevivientes y a los heridos del Ejército Real. En mayo de 1651 veintidós compañías se acuartelan en la ciudad y otras diecinueve hacen lo mismo en diciembre. El mes siguiente Oudard Coquault, burgués de Reims, anota en sus memorias un incidente que afecta a los familiares de los La Salle. El 11 de junio algunos soldados capturaron a varios niños: a dos del «señor Lespagnol», al de un magistrado, al de un tesorero, a dos de un consejero. Afortunadamente los liberaron poco después. Los habitantes del campo vienen también a refugiarse al abrigo de las murallas de la ciudad, donde esperan encontrar un poco de comida, dado que los saqueos y pillajes de las tropas los han dejado en la más grande indigencia.

      Una buena parte de ellos se queda después de la salida de las tropas; son muy numerosos como para que la mayoría encuentre un hospedaje diferente a las calles de la ciudad. ¿Cuántos son? Ninguna fuente permite decirlo, tanto más que faltan los archivos parroquiales de este periodo en los cuales se registraron los decesos. Lo importante reside más bien en el hecho de que esos centenares —incluso miles— de estómagos hambrientos se agregan a una población que ya vive en la hambruna.


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