Juan Bautista de La Salle. Bernard Hours
esos documentos, el año siguiente comienza la visita metódica de las 186 parroquias de su jurisdicción en varias giras que se terminan en 1679. Él organiza las conferencias eclesiásticas en cada vicaría y les solicita informes a los párrocos vicarios. Adhiriéndose a la política real de reducción de la Reforma, se muestra partidario de la persuasión por medio de la predicación o de la polémica en lugar de los métodos fuertes. Publica un nuevo Ritual de la provincia de Reims en 1674, un Procesional de la diócesis de Reims en 1678, un Breviario y un Pequeño catecismo en 1684, un Misal en 1688 y, en fin, un Gran catecismo en 1692, obras con una fuerte sensibilidad galicana, lo que explica algunas medidas que reducen lo maravilloso de algunas fiestas.
Le Tellier prohíbe las estopas encendidas lanzadas desde lo alto de la nave de Nuestra Señora en la Fiesta de Pentecostés para simular las lenguas de fuego, la paloma que deposita una corona de flores sobre el Santo Sacramento en San Esteban, la procesión de los peregrinos en la Fiesta de la Confraternidad de Santiago de Compostela y los cantos en lengua vulgar introducidos en la misa en el siglo anterior por
Hasta ese momento, debido a que las bases las había puesto el
Sin embargo, la implantación del colegio jesuita suscita en Reims las mismas tensiones que en París con la universidad, que recibe aquí el apoyo de los oficiales del Tribunal Civil y allá el del Parlamento. Las observaciones del muy galicano Coquault, resueltamente hostil a los jesuitas por razones muy difundidas en la magistratura del reino, no deben hacer extrapolar con rapidez lo de un caso particular al conjunto de la nobleza remense. Los jesuitas encontraron también una acogida favorable en este medio, menos monolítico de lo que a menudo se le presenta: Pedro Maillefer, quien había entrado a la compañía en 1599, a los diecisiete años, es confesor en el colegio en el periodo 1625-1626 y muere en Reims en 1634. Uno de sus sobrinos, Juan, entra a los dieciséis años, en 1633, y muere en 1699;
Los nuevos establecimientos se instalan dentro de los muros en las zonas habitables y poco densas ocupadas ampliamente por jardines y prados. Ellos se agregan a los establecimientos más antiguos, más cercanos al corazón de la ciudad: por una parte, el monasterio de los cartujos y el de los antoninos, los benedictinos de San Remí, San Nicasio y San Dionisio, las abadías femeninas de San Pedro las Damas y San Esteban de las Monjas; por otra parte, los establecimientos de los mendicantes: cordeliers y clarisas, agustinos, carmelitas, dominicos. Para ser completo conviene no olvidar a las religiosas hospitalarias que dirigen el Hospital General ni a las que aseguran el servicio de este —formado en 1633 por la reunión de todos los hospitales y enfermerías de la ciudad en el barrio de la Alcaldía—, la comunidad de Magneuses, quienes en el Hospital de Santa Marta forman un personal femenino para el cuidado de los enfermos y la instrucción de los niños. A mediados de los años 1650, las beguinas unen su Hospicio Santa Inés con el Hospital San Marcoul, donde se acoge a los tuberculosos, aquellos que no han tenido aún la suerte de ser tocados por el rey.
Como muchos otros cuerpos consulares de la misma época, los magistrados de Reims se inquietan ante la influencia decisiva de los establecimientos religiosos y sus consecuencias económicas y fiscales —esto se ha hecho bastante notable después de que en su trabajo pionero Alain Lottin (1984) puso en evidencia esta actitud en Lille—. En 1667 el consejo de la ciudad rechaza la implantación de los Padres de la Misión, aunque su acción haya sido decisiva para el «alivio de los pueblos» en 1651. El consejo hace «saber a esos padres que solicitan inútilmente su admisión, puesto que la ciudad ya está demasiado cargada de casas religiosas que disfrutan de comodidades públicas». Coquault se hace eco de esta explicación en sus memorias: «desde hace cuarenta o cincuenta años se han hecho tantos nuevos monjes […] que eso arruina a la república». En 1660
Así, en la época en que Juan Bautista es un niño, si se agregan las tres agrupaciones de San Symphorien, San Timoteo y Santa Balsamia, y las catorce iglesias parroquiales, el tejido urbano está erizado con una treintena de campanarios y campaniles, y el paisaje sonoro nutrido de muchas más campanas. Con sus casi ochocientos miembros, el clero forma entre el 2 % y el 3 % de la población, lo que no excede el promedio del reino.
Si fuera necesario caracterizar Reims en los años de juventud de Juan Bautista, más allá de las tensiones sociales entre comerciantes y obreros que la atraviesan, entre la ciudad y el capítulo, entre los gremios, también más allá del recuerdo de las divisiones de la liga, la ciudad aparece en una fase de transición marcada por las últimas chispas de un catolicismo cívico o comunitario y por un sistema municipal político-religioso que permite a un número restringido de familias manejar la ciudad, lo que moviliza una red de lazos matrimoniales y de parentescos gracias a los cuales esta élite controla al consejo de la ciudad, al tribunal y a las cofradías mayores apoyándose en el capítulo y en algunas comunidades religiosas.
Una infancia en el entorno del oficio
El núcleo familiar
Juan Bautista nace el domingo 30 de abril de 1651. El mismo día lo bautizan en las fuentes de la parroquia de San Hilario presentado por sus abuelos maternos Juan Moët y