Juan Bautista de La Salle. Bernard Hours
los soberanos pontífices.
El
Don
La impaciencia del
Se trataba de otro sobrino de Juan Bautista, hermano menor de Juan Francisco, don Francisco Elías Maillefer, benedictino de la abadía de San Remí de Reims. Como su hermano mayor, Francisco Elías probablemente no conoció a su tío materno. Nacido el 6 de agosto de 1684, no tenía cuatro años cuando Juan Bautista dejó Reims el 21 de febrero de 1688 para después solo hacer allí cortas estadías. Entró a los benedictinos de San Mauro en junio de 1702; volvió a Reims en 1722, tras haber habitado en diversos monasterios, excepción hecha de una estadía de San Nicasio en 1716. En la abadía de San Remí ejerció varias veces las funciones de secretario del capítulo y fue maestro del coro durante unos cuantos años. A partir de 1723 tuvo la responsabilidad de la biblioteca hasta su muerte en 1761.
La vida del señor Juan Bautista de La Salle no fue su única obra, pero todas las otras parecen haber desaparecido en el incendio de la biblioteca a comienzos del año 1774. ¿Por qué la acometió? No hay razón para dudar de su afirmación: no hacía sino responder a la solicitud de «personas piadosas», que él calificaba también como «personas inteligentes». Se ha planteado la hipótesis plausible de que se trataba de miembros de su familia de La Salle y, en particular, del canónigo
En efecto, Maillefer firmó el segundo llamado contra esta última el 15 de mayo de 1721, cuando era prior en Nogent-sous-Coucy (Aroz, 1966b, CL 27, p. 96; Nivelle, 1757, p. 434). Es probable que Juan Luis le remitiera entonces una documentación que incluía, entre otros, ese manuscrito y también las memorias. Y es poco factible que se tratara de aquellos de los que disponía el
Maillefer no había escrito para los hermanos. Familia e instituto entraban en una competencia por el control de la memoria de Juan Bautista (Suire, 2001, p. 50). Esta implicación de la familia no era excepcional en sí, pero, por causa de las simpatías jansenistas de sus parientes, la rivalidad por la memoria escondía otras apuestas. Guardémonos, sin embargo, de una visión muy simplista y maniquea de las relaciones entre los promotores de sensibilidades teológicas o espirituales divergentes, incluso opuestas. En 1724 Maillefer acepta ceder una copia de su manuscrito al
Las negociaciones entre los hermanos y Maillefer (1980) parecen haber sido difíciles: «el hermano insistió tanto con sus solicitudes y sus impertinencias que le dejé mi manuscrito» (p. 38)10. Este manuscrito nunca se lo hubieran dado, si se interpreta en el sentido fuerte la expresión de Maillefer en el prefacio de la segunda versión que él realizó en 1740: «yo me contento de entregarlo inmediatamente para desagraviarme de ese que asaltó mi buena fe». Si se toma esta carta en su sentido literal, ella prueba que él había dejado al
El benedictino habría «entregado [su] manuscrito con la condición de que, si se le daba al público, no se cambiaría en nada sin [su] consentimiento». ¿Esperaba verdaderamente que se publicara? Esa no podía ser la estrategia de los hermanos. En un contexto envenenado por la querella de la Unigenitus11, era esencial para ellos que los contestatarios no acapararan la memoria de Juan Bautista. Ahora bien, Maillefer y
Maillefer no pudo entonces aprovechar los largos años de preparación del libro de Blain para editar su manuscrito, gracias a las redes jansenistas de la Champaña, particularmente activas en este periodo (Taveneaux, 1960, pp. 161-166, 442, 538, 563). Cuando en 1733 al fin apareció la biografía escrita por Blain, la que se puede llamar la «biografía oficial», no le quedaba sino rumiar su decepción. Eso lo condujo a retomar su primer texto para ponerlo al día haciéndolo preceder de un prefacio donde él podía denunciar al mismo tiempo la mala pasada que le había jugado el
Finalmente vino el canónigo Blain
Era necesario que el instituto dispusiera de una biografía oficial y definitiva capaz de neutralizar toda tentativa de recuperación.