Juan Bautista de La Salle. Bernard Hours

Juan Bautista de La Salle - Bernard Hours


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con la señora Maillefer, nacida Dubois, quien es una benefactora diligente de esas iniciativas: ella funda con él, en particular, la Escuela de Niñas de Darnétal en octubre de 1670. Su nombre sugiere un parentesco entre ella y Juan Bautista, tanto que el encuentro en las Hijas del Niño Jesús no habría sido tan fortuito como la tradición lo quiere. En efecto, a Juana Dubois la bautizan el 27 de octubre de 1622 en la iglesia de San Pedro el Viejo en Reims. Su padre es Gerardo Dubois, su madre es Adriana Dorigny, su padrino es Juan Augier —procurador en el Tribunal de Reims—, su madrina es Ana Colbert: se vuelve a encontrar a la élite remense. En 1648 ella se casa con Ponce Maillefer, comerciante de telas en Ruan, primer cónsul (1650) y prior (1657) en el tribunal de comercio, y también administrador del hospital en el periodo 1661-1663. Muere en marzo de 1681. Juan Maillefer, suegro de María de La Salle, anota en su diario el deceso de su primo Ponce. Su viuda muere una docena de años más tarde, en 1693. El parentesco no es muy lejano y es muy seguro que Juan Bautista ya había oído hablar de los Maillefer de Ruan. O viceversa: quizás la señora Maillefer oyó hablar de Juan Bautista en el momento del matrimonio de María de La Salle o por Nicolás Roland, cuando él fue a Ruan. Pero esta segunda hipótesis es poco probable: el fundador de las Hijas del Niño Jesús de Reims no sabía aún que él haría de su dirigido su ejecutor testamentario y no podía adivinar la conversión futura de Juan Bautista hacia la educación popular. No cabe pensar que Adrián Nyel está encargado de llevar una carta para Juan Bautista cuando llega a Reims en 1679(52).

      La cuestión está en comprender los motivos de la señora Maillefer. Su gesto no tiene nada de sorprendente. En primer lugar, porque ella ha mantenido el lazo con la familia de la Champaña: es en casa de su hermano Cristóbal Dubois donde ella piensa primero hospedar a Nyel, y Cristóbal Dubois es el tío por alianza de Carlota Roland, la tía de Nicolás; luego, porque es muy normal que una rica devota, dama de obras en su ciudad de adopción, quiera también hacer aprovechar de sus buenas obras a su ciudad de origen: esa opción responde a la vez a una preocupación caritativa y piadosa, y a una social, el deber de las élites con respecto a la ciudad. En diciembre de 1670 Nicolás Barré envió a Reims a Francisca Duval y a Ana Le Coeur. Adrián Nyel y la señora Maillefer las conocen, es natural que se dirijan a ellas. Según Blain, que ha podido informarse sobre el lugar junto a los testigos sobrevivientes, incluso desde 1673 ella habría acordado con Roland establecer las escuelas para los niños en Reims. Las dificultades que este último encontró para hacer aceptar su propio proyecto por las autoridades remenses lo invitaron quizás a tomarse algo de tiempo. La concesión de las cartas patentes en 1679 abre, por el contrario, la esperanza de proseguir, pero Roland muere. El envío de Nyel junto a Francisca Duval muestra que Ruan está bien informada del desarrollo de la situación en Reims (se puede suponer que Francisca Duval tiene algo de parte en esto) y que la señora Maillefer no sabe aún sobre quien apoyarse en su ciudad natal.

      Los primeros biógrafos son unánimes: Juan Bautista habría insistido para que Adrián Nyel, en lugar de ir a pedir hospitalidad donde el hermano de la señora Maillefer con la carta de recomendación con la cual ella lo había provisto, se alojara en su casa, en la calle Santa Margarita. Eso para guardar el secreto necesario al proyecto.

      Alojándose en esta casa, era imposible que no se supiera en poco tiempo en la ciudad el tema de su venida; y que, como los señores de la ciudad habían puesto muchos obstáculos al establecimiento de las hijas, y que ellas no se hubieran podido establecer sin la autoridad de monseñor el arzobispo, a partir del momento en que ellos vieran una vez más comenzar las escuelas de niños por gente desconocida, ellos se informarían de todas sus intenciones y bien podrían devolverlos, por temor a que no se hagan, a pesar de ellos, nuevos establecimientos. (Bernardo, 1965, CL 4, pp. 24-25)

      Es, pues, un hombre del establishment remense —Juan Bautista se puede calificar de esta manera— quien recomienda actuar al abrigo de las miradas, de tal manera que las autoridades se pongan ante el hecho cumplido. Rodear de secreto una buena obra naciente es la manera de actuar de la Compañía del Santo Sacramento, que reclutaba entre los notables y las personas de poder. Aunque su historia se desconoce, la sucursal —seguramente fundada en Reims a comienzos de los años 1640— sin duda no existe a finales de los años 1670 y la cuestión de la pertenencia de Juan Bautista ya no se plantea; sin embargo, solo se puede ser sensible a la similitud de las estrategias. Pero ¿por qué la discreción obligaría a Nyel a renunciar a la hospitalidad de Cristóbal Dubois? Según los primeros biógrafos, Juan Bautista habría alegado su apariencia, la del tipo devoto: «él usaba un rabat, cabellos cortos y un hábito negro». Él no pasaría desapercibido en una ciudad de talla pequeña, a fortiori en un barrio donde residen los notables y se cruzan a diario. Él no se confundirá entre los burgueses: su presencia donde Cristóbal Dubois le parecerá insólita al vecindario. Curiosamente, Juan Bautista habría afirmado que estaría más cómodo confundido con uno de los «eclesiásticos o curas del campo» que iban a menudo donde él. Eso deja pensar que el uso de la sotana está aún lejos de ser generalizado en los campos remenses en esa época. Es también una información interesante sobre la sociabilidad de Juan Bautista en el momento: la casa familiar ve pasar suficientes eclesiásticos extraños a la ciudad para que Nyel no atraiga la atención con sus idas y venidas. Bernardo reporta también que Nyel preveía ir a Nuestra Señora de Liesse. Él pasaría mucho más desapercibido, puesto que Juan Bautista alojaba a eclesiásticos en peregrinaje hacia uno de los principales santuarios marianos del reino.

      El impulso que lo condujo a ofrecer hospitalidad a Nyel es el de un notable caritativo y protector de buenas obras. Es también algo más. Juan Bautista ofrece su apoyo a la misión de Nyel, se compromete a ayudarlo y se implica. De modo espontáneo, él se sitúa en un lugar comparable al que Nicolás Roland le confió antes con respecto a su instituto naciente. Como canónigo piadoso y miembro de la élite remense, y también como dirigido por Roland, él comprende que la obra de las escuelas, la cual moviliza a los devotos en varias ciudades del reino, constituye un nuevo terreno de combate para «construir el cielo sobre la tierra» (Gutton, 2004). Como él mismo lo escribió, es solo «una atención de pura caridad» (Blain, 1733, t. I, p. 169): no se ve aún como actor directo de la educación y la evangelización popular. No es ineluctable que él devenga eso algún día. Salvo en una lectura providencialista, no se puede afirmar que, acogiendo a Nyel, Juan Bautista puso el dedo en el engranaje que lo conduce a la fundación de un nuevo instituto enseñante. Él hubiera


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