Juan Bautista de La Salle. Bernard Hours
«algunos más cortantes […] le reprocharon que él deshonraba a la familia encargándose de gobernar a esas gentes de bajo nacimiento y sin educación».
El joven canónigo no se habría expuesto a ningún reproche si él se hubiera contentado con financiar las escuelas, delegando la dirección de los maestros a
naturalmente, valoraba en menos que a mi criado a aquellos a quienes me veía obligado a emplear en las escuelas, sobre todo, en el comienzo, la simple idea de tener que vivir con ellos me hubiera resultado insoportable. En efecto, cuando hice que vinieran a mi casa, yo sentí al principio mucha dificultad; y eso duró dos años64.
Para completar el tablero, Bernardo reporta el testimonio indirecto de una tía de Juan Bautista sobre su actitud durante las comidas de familia que él, al parecer, mantiene: «cuando uno comenzaba a hablarle sobre ese asunto, él cruzaba modestamente sus brazos, escuchaba pacientemente las razones que se le esgrimían, de una parte y de otra, para llevarlo a quitar su empresa, y no respondía una sola palabra» (Bernardo, 1965, CL 4, p. 43). La situación en que se encuentra es tanto más incómoda que ella puede aparecer como la conclusión paradójica del compromiso devoto de su medio; porque su decisión no tiene otra motivación sino la de implicarse personalmente y con sinceridad en el deber de educación del pueblo en el cual se involucran las élites católicas. Él hubiera podido también actuar como
La dispersión de sus hermanos muestra que su opción está hecha desde el segundo semestre del año 1681: su lugar se encuentra al lado de los maestros. Juan Luis, en sus diecisiete años, elige permanecer junto a Juan Bautista hasta su partida al Seminario de San Sulpicio a comienzos de noviembre de 1682. El segundo, Pedro, en sus quince años, se une al hogar de su hermana María, esposa de
Sin duda, los reproches contribuyeron a precipitar el momento de la opción; pero quizás no haya que conceder más crédito del que conviene a la insistencia de los biógrafos sobre las reacciones familiares. Estas últimas sirven demasiado bien al proyecto hagiográfico: marginalizando a Juan Bautista de los suyos, ellos lo sitúan de modo implícito en la posición del profeta incomprendido de su país. Sin embargo, el examen de la reorganización decidida en la segunda mitad del año no impone la idea de un grave conflicto familiar. Con su cuñado Juan Maillefer las relaciones sí parecen haberse enfriado definitivamente: es significativo que Juan Bautista no se mencione nunca en su Periódico. No obstante, sin ver allí una ayuda aportada por su familia a Juan Bautista para que pueda realizar su proyecto, hay realmente que constatar que la partida de los menores aligera su carga. Se puede también pensar que la cuestión del hospedaje de los tres hermanos menores se habría necesariamente planteado con el reglamento definitivo de la sucesión de su padre y la venta de la casa de La Salle. Por lo demás, en esos años decisivos nadie le cuestiona la tutela de sus hermanos, que él asume por segunda vez hasta 1684[66]. Es igual de significativo que Blain, el autor más tardío, sea quien insista más en las presiones familiares para quitarle a Juan Bautista sus tres hermanos menores. Allí donde Maillefer precisa las divergencias en el seno de la familia, el canónigo de Ruan ve unanimidad:
lo miraron como a un hombre terco y apegado a su opinión, de quien no se podía esperar nada más sino proyectos nuevos de un celo exagerado, más ruidosos que los primeros. No se pensó sino en quitarle a sus hermanos; y si se hubiera podido, lo habrían puesto a él mismo bajo tutela, en lugar de dejarle aquella de la cual estaba encargado. (Blain, 1733, t. I, p. 174)
El sobrino de Juan Bautista escribe de manera más reposada en la segunda versión de su texto:
[él] respondió con una moderación tan cristiana que muchos se retiraron muy edificados y resueltos a no presionarlo más por temor a oponerse a las vías de Dios. Los otros […] lo miraron desde entonces como un hombre apegado a su opinión, que nada podía doblegar, y resolvieron retirar sus tres hermanos de su casa.
Incluso si Maillefer no da más detalles, parece al menos que una parte de los familiares estuvo impresionada favorablemente por el proyecto de Juan Bautista.
La formación de la primera comunidad
Maillefer es el único en evocar la pena de Juan Bautista ante la partida de sus hermanos y escribe con pudor que «esta separación afectó sensiblemente, pero no lo abatió». Por el contrario, Blain planta a su héroe «inmóvil como una roca en medio del oleaje de la tormenta». En el fondo poco importa: no hemos guardado ninguna confesión de Juan Bautista al respecto, no más, por lo demás, que de la muerte de sus padres unos diez años antes o del deceso de su hermana
Desde su instalación en la calle Santa Margarita, Juan Bautista los invita a escoger un confesor. Ellos se dirigen al párroco de San Symphorien,
él se aplicó seriamente a organizar su pequeña comunidad. Comenzó por inspirar a sus discípulos el espíritu de modestia, de humildad, de pobreza, de piedad y de una caridad sin límites; cualidades todas que debían ser el fundamento de la simplicidad de su estado; pero como él no quería introducir nada por autoridad, y como él quería hacer un establecimiento sólido, él se contentó con orientarlos a la perfección a donde quería conducirlos gradualmente. (CL 6, ms. 1723, p. 44)
En la versión modificada de su manuscrito agrega: «él se aplicó así todo ese año a acostumbrar a los maestros a una sucesión de ejercicios con los cuales