Ideología y maldad. Antoni Talarn

Ideología y maldad - Antoni Talarn


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      2. Consideraciones preliminares sobre el mal

      Se hace el mal cuando se causa un dolor o daño que se puede evitar. Creo que se puede aceptar esta conclusión si se prescinde de las ideas, ideologías o doctrinas y nos atenemos a lo que deseamos todos; no ser heridos, no ser dañados ni ofendidos en nuestra dignidad.

      Armengol, La moral, el mal y la conciencia

      Todos tenemos experiencia con el mal, aunque no hayamos alcanzado los niveles de Mr. Hyde. Algunos pocos reconocerán, honestamente, que lo han causado; muchos serán los que lo hayan sufrido y, es muy probable que seremos muchísimos más quienes lo hayamos consentido. Por tanto, si se nos preguntase qué entendemos por el mal o por la maldad, cada uno podría dar su versión, en función de su nivel cultural, sus creencias y, sobretodo, su biografía de agravios, padecimientos y consentimientos. Para algunos el mal quedaría representado por el diablo o el pecado, otros lo verían actuar bajo el amparo de la política o la economía y no faltaría quien lo relacionase con la enfermedad, la violencia o el abuso.

      Baumeister (1997) estudió las ideas que —mediadas por las noticias, las películas, las novelas, la propaganda, la divulgación, etc.— las personas elaboran sobre el mal y aquellos que lo provocan. Llegó a una conclusión de interés: percibimos el mal en base a lo que él denominó «el mito del mal puro». A esta percepción, en realidad una construcción social, la cataloga como mítica para resaltar lo que en ella hay de autocomplaciente, fantasioso y defensivo1. La considera un producto cultural, no siempre acorde con el conocimiento científico. El autor enumera ocho características del mito del mal puro, a saber:

      1) El malvado tiene la intención de infligir de forma deliberada daño a las personas.

      2) El que hace daño disfruta con ello. No se contempla en absoluto que el malvado pueda padecer ansiedad, disgusto o algún tipo de malestar emocional.

      3) Las víctimas del mal son inocentes, buenas y no realizan nunca el más mínimo daño. Y, por supuesto, la víctima no tiene ningún tipo de responsabilidad en lo sucedido.

      4) Los malvados son foráneos y no forman parte del grupo de pertenencia del que percibe la maldad.

      5) Los malvados siempre lo han sido. No se plantea cómo una persona ha llegado a tal nivel de maldad, sino tan solo cómo ha conseguido tanto poder como para ejecutarlo.

      6) El mal promueve el caos y se contrapone al bien que es la paz y el orden.

      7) Los malvados se mueven por egoísmo y poseen una alta autoestima.

      8) Los malos no se controlan a sí mismos, especialmente cuando están furiosos.

      A lo largo del presente texto iremos viendo cómo muchas de las facetas de este mito, cuya principal fuerza es la de permitirnos sentir que los malvados son los otros, no se corresponden con la realidad. En ocasiones todos podemos ser Mr. Hyde, si bien, por fortuna, en la mayoría de las personas predomina la faceta bondadosa sobre la violenta.

      Más allá de la subjetividad de cada cual, podemos preguntarnos: ¿Qué es el mal? ¿Mal y maldad son lo mismo? ¿En qué consisten? ¿Puede ofrecerse una definición clara del mismo, objetivamente válida y universal? ¿Es el mal equivalente a la violencia, es decir, mal y violencia son la misma cosa? ¿Tiene un único origen y una sola forma o existen diferentes tipos de causas y males?

      Por nuestra parte, consideramos que no se trata de un concepto especulativo al que se le puedan aplicar reflexiones relativistas del estilo: la verdad absoluta no existe, sino que existen interpretaciones múltiples de los hechos. Como nos enseña Bueno (García, 2000) el mal nos remite a hechos, a seres humanos, a los provocadores del mal y a los sufrientes del mismo, no a teorías. Los conceptos no existen, escribe Maillard (2018), lo que existe, existe en singular y en singular se sufre y se teme.

      Siendo así, resulta obvio que el mal no se puede estudiar en el vacío, como un ente abstracto, ya que se expresa en contextos, actores, ámbitos y circunstancias muy diferentes. Pero ello no implica que no pueda intentarse ofrecer una definición del mismo que pueda ser útil y aplicable en todos los escenarios posibles. Sin duda se pueden tener opiniones muy diversas sobre lo que es el mal, pero creemos que con la definición que vamos a manejar en las siguientes líneas quedará poco margen para las interpretaciones.

      1. El mal según Roger Armengol

      En no pocas ocasiones los estudiosos de los temas sociales podemos caer en un error epistemológico muy relevante: el de analizar los procesos observados sin tener en cuenta la vivencia de aquellos que los experimentan. Cierto es que no faltan las encuestas, las entrevistas y las declaraciones de los implicados pero, al menos, en algunos terrenos de estudio, estas informaciones apenas son tenidas en cuenta, publicadas o valoradas por los profesionales en cuestión. En este sentido, los literatos como Stevenson, nos aventajan por goleada, puesto que permiten a sus protagonistas expresarse con claridad.

      Por


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