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perversa nada hemos aceptado la versión del río de muerte que cae ciega e inexplicablemente sobre el vacío de la tumba o las llamas del quematorio? La muerte como caída aúna la visión pesimista de la expulsión del paraíso junto con la sensación moderna de un mundo sin sentido y sin Dios. La muerte como aniquilación en el fuego preserva esa antigua creencia hindú y católica sobre la rápida destrucción del cuerpo en tanto obstáculo para depurar un alma que les resulta manchada por el cuerpo y por la vida.

      A: Si nuestra vida es un río, aunque fuera turbulento y pedregoso, ¿para qué revolver sus aguas con pensamientos destructivos y depresivos sobre el existir o no existir? ¿Cómo el río va a creer que desaparece por unirse al mar? Acaso ¿se nos olvida que una ley reconfirmada por la ciencia, y evidente ante la contemplación de los ciclos astrales, afirma que la energía no se destruye sino que se transforma?

      I: Nos creemos sociedades materialistas, pero al fin y al cabo desechamos la materia como una basura que ni siquiera es capaz de desintegrarse. Somos capaces de explotar y contaminar la tierra y a la vez clamamos por cierta inmortalidad. No hay inmortalidad sin transformación, como no hay vida sin sangre, clorofila, oxígeno, hidrógeno, agua…

      A: Ante tantas dudas que inflamamos y desechamos en la supuesta contradicción entre espíritu y materia, lo mejor sería considerarnos simplemente energía. Esa energía que transforma, como enseña la ciencia, a la vez que es interdependiente, como enseña la religión.

      I: El karmapa, Ogyen Trinley Dorje, hace mucho énfasis en la interdependencia.

      A: ¿Y a qué se refiere con ella?

      I: A esa necesidad que tenemos unos de otros y del planeta. El karmapa dice que para llegar a la compasión primero debemos desarrollar una profunda empatía con los demás y con la vida.

      A: En Centroamérica hay una franja extensa de bosques que son la ruta de especies de aves migratorias, así como delicados corredores de animales como los jaguares. Gran parte de esas rutas naturales, ríos verdes de vida, han sido fragmentadas e interrumpidas por las construcciones humanas y sus necesidades de lo que llaman materia prima: madera, minerales, resinas. El afán por apropiarse de tierras, así como de canalizar y represar el agua dulce, ha llevado a un nivel inaudito el acaparamiento de las fuentes comunes de la vida. ¿Cómo es que una sola especie como la nuestra acapara gran parte del agua dulce del planeta? Desde esta perspectiva somos nosotros los furiosos semi-dioses y ángeles avaros que expulsan fuera del jardín amurallado a tantos hijos e hijas de la tierra llamados no humanos.

      I: Nos enseñaron que los mitos expresan las formas en que interpretamos el mundo, pero se les olvidó precisar que también son la manera en que queremos verlo. Al menos esa visión bíblica de una humanidad desplazada de facto, a la cual luego se le encomienda reinar sobre las demás criaturas, es una forma de justificar esa superioridad que tanto nos ha hecho daño. Porque al destruir a los otros nos destruimos nosotros. Si no sentimos empatía hacia los árboles, los demás animales e incluso hacia los guijarros, a quienes trituramos de tantas maneras, tampoco sentiremos plena conexión con los otros seres humanos, quienes segregados por piel, color y credo aparecen con frecuencia como opositores y competidores.

      A: Se nos educa en la competencia por los llamados “recursos”. La naturaleza, incluida la nuestra, como una caja de plástico colmada con “recursos” explotables. Incluso llegamos a pagar por una educación para la competencia en el status quo de la verticalidad social, bloqueando así las vías de la solidaridad creativa en la pluri-horizontalidad de la vida. Una educación así es un atentado contra la conciencia y un voto ciego a favor del cambio climático.

      I: ¿Cómo percibís vos la conexión del clima con la educación?

      A: Bien sabes, Ira, que el cambio o desequilibrio climático es en gran parte un síntoma del creciente estado de explotación y presión deshumanizante sobre el planeta a través de vicios antropocéntricos y mediante juguetes extractivos que agotan las fuentes comunes de vida. La educación para la competencia valida el éxito del individuo mediante trofeos que por lo general favorecen a las grandes empresas y a las sociedades dominantes. Cuando las personas y comunidades son forzadas a ir en contra de su conciencia, empatía y ritmos vitales para destacarse con conocimientos inútiles o utilitaristas sobre los demás, se puede hablar de cambio climático deshumanizante. Las atmósferas generadas entre las personas, y las sociedades que van creando, también generan climas y microclimas interpersonales, los cuales se ven alterados cuando los intereses de unos pocos prevalecen. Y no se trata tan sólo de la jefa o el jefe; también de la secretaria que se impone desde su pequeño puesto de poder.

      I: El ciclista puede atropellar tanto como el automovilista. Fijate que es cuestión de actitud.

      A: Una educación corporativa para escalar pisando cabezas, así como para ser pisados por otros, es uno de los mejores entrenamientos militares para desarrollar esa actitud de individuos muy productivos = agresivos en el mercado. En un examen, un profesor me pidió que simulara estar en una entrevista para el mercado laboral. No sólo no pude hacerlo, sino que entendí que un negociante me estaba tratando de “educar”. Y no es que los negocios o el comercio sean negativos. Es la actitud de querer y poder comprarlo o venderlo todo la que es equivocada y asfixiante.

      I: Como enseña el karmapa, en sociedades globalizadas como las nuestras uno debe estar consciente de dónde vienen los productos que usa. Si tus zapatos provienen de cadenas de explotación de trabajadores sin derechos laborales, ni seguridad social, en cierta forma caminás aplastando sus manos y cabezas. Preferible vestir una manta pobre, como enseñó Gandhi, a ponerse ropa fina extranjera resultado de la explotación de seres humanos que, aunque no conoceremos, son tan semejantes a nosotros que si nos miráramos en un espejo de agua reconoceríamos los mismos gestos de sed.

      A: No estoy seguro si en la polémica por la quema de las ropas extranjeras para retomar la rueca, y volver a tejer con autonomía, yo hubiera estado del lado de Gandhi o de Tagore. Me parece que Gandhi quería demostrarles a los británicos que no necesitaban más de ellos. Se trataba de un gesto de dignidad. La rueca era un símbolo de tejer la propia vida y asumir su propio destino como país. Con todo, a Tagore le molestó que la gente se desprendiera de sus pocas ropas para llevar a cabo tal demostración. Pienso que para Tagore era innecesario negar la inter-dependencia entre India y Gran Bretaña; de lo que se trababa era de conservar lo mejor del legado británico en un país con espíritu independiente.

      I: El nacionalismo de Gandhi molestaba un poco a Tagore; en concreto sus medios más radicales. Tagore tenía una idea de un ser humano universal e integral en donde lo indio o bengalí era apenas parte. Gandhi tenía que enfatizar en lo indio para lograr una unidad que al final se salió de control debido a los intereses separacionistas de musulmanes e hindúes.

      A: Recuerdo que cuando hubo un terremoto en Bihar, a Tagore le molestó que Gandhi hubiera dicho que fue un castigo divino por el maltrato a los mal llamados intocables o dalits.

      I: El Dios del santo no suele ser el mismo que el del poeta; es decir, en cuanto al sentir. La visión religiosa y penitente de Gandhi a veces divergía de la visión poética y creativa de Tagore. Pero compartieron un gran amor por la humanidad y la vida. Podés decir que bebían la misma agua en diferentes fuentes. El sabor amargo o dulce es cuestión de perspectiva.

      A: Son evidentes y amargas las consecuencias de la destrucción y disminución de los hábitats de tantas especies por la desmedida ambición humana. No son un invento de la ecocrítica… esas imágenes de osos polares vestidos de nieve flotando sobre cascos de hielo mordidos por el clima… o los osos perezosos desprendidos de sus árboles para pasar temporadas con sus compradores que creen poder tenerlos en sus patios como peluches salvajes... En Chiapas vi un quetzal enjaulado. Se le habían caído sus largas plumas y todavía había gente que se atrevía a fotografiarlo. ¡Me dio vergüenza de especie! Y tuve que confrontarlos.

      I: Yo vi en un zoológico un oso


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