Arca e Ira. Miguel Andrés Rocha Vivas
I: Arca, pensá que esas grandes rocas parecen no darle ninguna importancia al paso de los siglos en contraste con la respiración agitada del caminante que llega a la cima jadeando como si se hubiera convertido en uno de sus pulmones.
A: Llegas a la cima del Huayna Picchu tras atravesar gateando un estrecho paso de piedra.
I: Te sentís puma, guanaco, vizcacha, animal de puna.
A: Al transitar en cuatro patas a través de un modelo de cima del mundo eres un bebé que alcanza el cielo tan sólo para aprender a respirar mejor. Quedarse quieto. Maravillarse.
I: Me hacés pensar en un pibe que cuando llegó a la cima se quitó la ropa y comenzó a gritar como un bebé. Parecía estar mordiendo con furia un pedazo de ese pastel tan anhelado que llaman libertad.
A: Cuando uno llega arriba siempre tiene que bajar, como ese zorro andino que subió al cielo sobre un cóndor para asistir a un banquete en donde comió hasta no dar más. Al caer súbitamente sobre la tierra de su cuerpo despedazado, saltaron las semillas de la quinua, la maca y de muchos de esos tubérculos que brotan como por milagro en las tierras alto-andinas.
I: Y yo sigo pensando en esas piedras que respiran con las nubes y con las flores colgantes y entre todas la piedra reina del inti-huatana: la piedra en donde se amarra al sol. Uno de lo más precisos y poéticos nombres que en lengua alguna se le ha puesto a un reloj… El intihuata-na amarra ante todo la sombra. Imaginate si dijéramos sobre nuestros relojes, aun de los incorporados en los teléfonos celulares: ¡aquí es donde amarramos al sol!
A: Lo que se amarra también amarra.
I: Será también por eso que el caminante, al llegar a la cima, se quitó la ropa y gritó. Quería desamarrarse la ropa. Las ideas que nos hacemos del tiempo definen y delimitan nuestra vida.
A: La otra mitad de la fruta son las ideas que nos hacemos del espacio. Al comparar los poblados españoles en los valles con algunos poblados incas en las montañas, pues no todos se apostaban en los abismos, uno se pregunta por qué mantenemos masivas formas de vida predominantemente en lo plano, y no en lo sinuoso o abismal, si al menos por aquí, en los Andes, vivimos entre, sobre y bajo montañas.
I: Siempre habrá alguien que te diga que por comodidad. Por eficacia del espacio. Si vivís en el puerto al lado de la pampa podés tomar un barco en ese desierto moviente que llamamos mar.
A: O en el camino de agua que nombramos río.
I: Ahí encontrás el nudo de la cuestión, che. Los valles, llanuras y altiplanicies se llenaron de gente. Se inventaron las grandes torres habitacionales. Y a pesar de las planicies hay tanta, tanta gente viviendo en apartamentos y casas al borde de pequeños y grandes abismos…
A: Asomarme desde un piso 13 me causa vértigo y quiero replegarme. Asomarme al filo de una montaña me obliga a pararme mejor y quiero desplegarme. Siento que mi imaginación se recarga cada vez que miro al horizonte con humildad, es decir, con los pies en la tierra.
I: Es curioso como todo ese deseo de cuadrícula y estabilidad de los padres fundadores de los pueblos coloniales se ha transformado en grandes ciudades latinoamericanas en donde la irregularidad y los abismos artificiales de los edificios son el día a día de millones de personas.
A: Me costó reponerme tras haber visto imágenes de los edificios de la Ciudad de México desplomándose, como si nada, y con gente adentro, durante el último terremoto. En un video de celular una persona se asomaba a la ventana y segundos después tan sólo había polvo.
I: A diferencia de un edificio es improbable que una montaña se derrumbe completa con toda la gente encima, aunque pasa superficialmente con ciertos deslizamientos y avalanchas.
A: Justo ahora hay grandes debates debido al derrumbe de edificaciones y puentes con personas en su interior. Ese exasperante desarrollismo, para colmo mal llevado en medio de tanta corrupción, hace que las licitaciones de las obras públicas se hayan convertido en actos de arrojar carne cruda. De hecho, una vez que obtienen los contratos, con frecuencia construyen en cámara lenta con los peores materiales posibles, y de pronto la persona se encuentra derrumbándose entre los escombros de la mediocridad de funcionarios que nunca vio.
I: Las alertas de sismos están suficientemente avanzadas en el mundo para prevenir millones de muertes. Sin embargo, tan sólo se puede medio prever ante la fuerza súbita de ese cielo que Lao Tse decía que trata a los hombres como perros de paja. Mirá cómo se nos derrumba el mundo ante las miradas corruptas de tan mediocres arquitectos e ingenieros de tan mal hechos abismos artificiales.
A: Hoy vuelven a ser válidas esas visiones de mundo de pueblos como los uwa o los nahuas, para quienes la tierra se mueve, devora y es de temer.
I: Recuerdo que el glifo mesoamericano para tierra es Cipactli, el caimán de grandes fauces.
A: Los uwa de la Sierra del Cocuy, en los Andes en Colombia, cuentan sobre la madre telúrica Kaká, atada a los cuatro extremos de la tierra. Cuando ella se mueve genera temblores, y además abre cíclicamente su boca para tragar ofrendas y gente.
I: Pensá que muchos templos ubicados en alta montaña, o a la vera de nevados y volcanes, han cumplido el rol de ser espacios para apaciguar las temibles fuerzas de la tierra y el cosmos.
A: En las grandes ciudades vivimos como si estuviéramos protegidos de las fuerzas renovadoras de la naturaleza, pero cada vez nos damos más cuenta que no es así. De hecho, las edificaciones que llamamos refugios y hogares se nos pueden volver en contra durante un inesperado terremoto, huracán, erupción o tsunami. Creemos haber superado los miedos de nuestros antepasados. Pero cuando nos sentimos de cuerpo entero ante tales fuerzas… tienden a caerse y desacomodarse las máscaras de nuestra pretendida superioridad homínida.
I: Nuestro filósofo Rodolfo Kusch lo expresó muy bien, aunque desde su particular trasfondo indio y judío. El hombre de las ciudades cree que ha superado la temeridad del trueno en campo abierto, así como la ira de Dios. Pero tales temores se han replegado en algunas de sus más profundas y cotidianas preocupaciones: como la de perder el trabajo.
A: Detrás de ese miedo está el de la expulsión del paraíso, que según su raíz persa es un lugar amurallado. Crecemos con una herencia de miedos y culpas que por momentos nos paralizan. Esa idea del Génesis sobre el trabajo como un castigo y del parto como un terrible dolor.
I: Inclusive en El Corán te encontrás con el doloroso parto de María para dar a luz a Jesús, a quien consideran un profeta. Por fuera del paraíso estaríamos caídos; una caída horizontal.
A: El camino de las penitencias al que se inscriben tantos santos y ascetas me parece por momentos la penosa materialización de la visión del mundo como un valle de lágrimas. Esa visión tan cara al medio oriente semi-desértico y a los relatos sobre la vida como una caída.
I: Yo prefiero al poeta cuando al hablar sobre el trabajo se imagina a sí mismo de gancho con dos doncellas que lo acompañan.
A: Una es la musa de la belleza en la salud y otra la de realización amorosa en la cotidianidad.
I: El trabajo como gozo y no como padecimiento.
A: La vida como milagro en presente; no como carga del pasado y dolor hacia el futuro.
I: Tal mirada pesimista y desacralizada nos pesa como una piel muerta aferrada y nos muestra, a través de sus máscaras invertidas, la imagen de la vida como un río contaminado que cae en una enorme caja de plástico. ¿Qué ciclo solar o lunar nos deja de enseñar sobre la renovación? ¿Acaso no todos los ríos en condiciones naturales