Alma. Irene Recio Honrado
gigantesco tronco suspendida a quince metros de altura. Unos maderos clavados a lo largo del árbol hacían las veces de escalera para subir y acceder a la casa por una abertura situada en la base de la plataforma. Observé aun atónita desde mi posición que la preciosa casita contaba con una balconera que la rodeaba por completo. También vi unas ventanas, e incluso unas cortinillas blancas.
—Es una antigua construcción —explicó Ethan acercándose también a nosotros—. Tu hermano la encontró pero se caía a pedazos. Por aquel entonces ya nos había hablado de ti, y aseguraba que te encantaría. Así que se puso a repararla para darte una sorpresa. Por supuesto nos prestamos a echarle una mano. Este fue el resultado —calló un momento y su mirada se tornó oscura—. Ayer volvimos aquí por primera vez desde que desapareció, para colgar las cortinas. Las cosió él.
Sentí deslizarse por mis mejillas dos lágrimas sigilosas. No dije nada, me quedé allí de pie con el rostro alzado absorbiendo cada detalle de la preciosa casita del árbol. Mi hermano la había arreglado para mí. Él quería sorprenderme, y aunque ya no estaba allí lo había conseguido.
—¿No te gusta? —preguntó Sam tras ver mis lágrimas.
Le miré a los ojos y sonreí de todo corazón.
—No, Sam, no me gusta. Me encanta, tenías razón. Estas lágrimas son de alegría, no de tristeza. Bueno, tal vez si estoy un poco triste pero es porque Tom no está aquí.
—Lor —intervino Ethan—, será mejor que subas, es mucho mejor desde arriba.
Asentí, estaba segura de que tenía razón. Empecé a caminar hacia el tronco del árbol. Sentía mis pies pesados pero no me detuve. Los chicos me siguieron hasta que llegamos a la base del árbol.
—Te daremos unos minutos de intimidad —concedió Jack.
Coincidí en eso. Tomé aire y me encaramé al primer tablón para empezar a subir. El ascenso era bastante largo, sentí un poco de angustia, si resbalaba y caía el golpe podía ser… ¡para, Lor!, me dije a mí misma. Nunca te han dado miedo las alturas ¿a qué viene esto? Puse el pie en el primer peldaño y me aseguré de que estaba bien asentado. Así era, por el rabillo del ojo vi como Jack y Ethan asentían con suficiencia. Claro, se habían asegurado que fuese totalmente seguro, como habría hecho Tom.
Empecé a subir cuidadosamente pero con la mayor ligereza posible, cuando empecé a sentir cansancio, alcé la vista para ver cuánto me quedaba, estaba por la mitad del tronco más o menos, la visión de la casa sobre mi cabeza volvió a maravillarme. Desde donde me encontraba, daba la sensación de que se mantenía suspendida en el aire, flotando sobre mi cabeza. Aquello me dio fuerzas para no detenerme, seguí subiendo con la mirada fija en el agujero por donde tendría que entrar. Poco a poco la trampilla se hacía más grande y casi sin darme cuenta había llegado. Coloqué las manos a ambos lados de la apertura y terminé de auparme. En cuanto mis piernas estuvieron en suelo firme y pude ponerme en pie me embargó una sensación de angustia que me resultaba vagamente familiar y a la vez desconocida. La ignoré.
Vi la puerta de entrada a la casa, no obstante no entré. Primero quería recorrer toda la circunferencia de la maravillosa balconera que la rodeaba. El lago se veía espectacularmente hermoso desde allí arriba. Y el bosque estaba lleno de hojas que se mecían apaciblemente. Sopló el viento y me acarició las mejillas, fue agradable después del ascenso. Cerré los ojos y alcé los brazos para absorber la sensación de libertad de aquel momento. Recordé a Tom y me lo imaginé allí de pie admirando el paisaje.
—Te echo de menos —susurré.
Abrí los ojos y terminé de dar la vuelta a la casa, con la mano derecha acariciando la barandilla mientras avanzaba. Bajo mis dedos sentía la aspereza de la madera y era capaz de distinguir qué trozos de tablones habían sido sustituidos por unos nuevos a pesar de que los habían pulido. Y llegué de nuevo a la entrada. Me quedé boquiabierta. Pues vi algo en lo que no había reparado al subir. ¿Cómo no lo había visto? En la puerta había clavado un letrero de madera tallado a mano Donde rezaba. “bienvenido a villa Lortom” sonreí y acaricié con los dedos las letras del cartel.
—Qué teatral, Tom. En tu línea, como no.
Cogí el pomo de la puerta y entré. Lo primero que vi fueron dos camas situadas al final de la estancia, pegadas a la pared, cabecero contra cabecero. Cada una de ellas era curva por un lado para que se ensamblase perfectamente con la pared circular de la casita. Justo encima de las camas dos enormes ventanas de las cuales colgaban las cortinillas que ya había visto. Resultaron estar echas de tela mosquitera. Mi hermano siempre había sido muy práctico.
En el centro había una mesita redonda también de madera totalmente vacía. Y pegados a la pared un par de muebles con cajones y unas estanterías, que igual que las camas, eran curvas.
Recorrí la estancia en silencio y toqué todo lo que me rodeaba. Como si con el contacto pudiese hallar alguna respuesta. Por supuesto no fue así, fui hacia las camas y me subí de rodillas en una de ellas para mirar por la ventana.
—¿Dónde estás? —pregunté a la nada.
Me volví lentamente y me quedé sentada en la cama con las piernas recogidas echa un ovillo. Mientras no dejaba de observar los recovecos de la casita. Estar allí me encantaba pero sentía que seguía faltando algo. Tal vez inconscientemente había esperado encontrar una nota, o alguna señal. Pero no había nada, salvo yo y el escaso pero encantador mobiliario. Bueno, por lo menos ahora sabía algo más sobre lo que había estado haciendo Tom en mi ausencia.
Los Tyler irrumpieron en ese momento en la casa, un huracán de risas y buen humor, bastó su presencia para disipar mi angustia y mi pequeña desilusión. Sonreí al verles y me puse en pie.
—Bueno —dijo Sam—, ¿Qué te ha parecido?
—Me encanta, pero si os soy sincera, para que me maraville más creo que me hace falta más información.
Los hermanos mayores alzaron la ceja izquierda al mismo tiempo. El parecido entre ellos se acentuaba mucho cuando actuaban así.
—¿De qué tipo de información estamos hablando? —quiso saber Ethan.
—Pues…—vacilé, me habían enseñado la casa, y al hacerlo se habían saltado el veto de tía May, no obstante no sabía hasta qué punto querrían llegar en lo que a omitir la verdad se refería—. No sé, no os pido que me expliquéis nada comprometedor, por llamarlo de alguna forma. Pero ya que estamos aquí, me gustaría saber cómo conocisteis a Tom y por qué quisisteis ayudarlo a reparar la casa.
Los dos chicos cavilaron durante unos segundos hasta que finalmente Jack habló en voz alta.
—Supongo que sí, ya que hemos llegado hasta aquí no veo por qué no podemos contarle eso.
Ethan asintió y Sam se echó a reír mientras aplaudía.
Salimos juntos a la balconera y nos sentamos en el suelo con las piernas colgando, mientras el sol ascendía lentamente por el horizonte.
—¿Por dónde empezamos? —preguntó Ethan.
Tomé aire y di un gran suspiro.
—Por el principio. ¿Cómo conocisteis a mi hermano?
Ethan asintió y comenzó a narrar lo sucedido.
—Verás, tal vez no nos habíamos conocido antes porque mi padre y mi madre nos enviaban todos los veranos de campamento. Y por lo que sé vosotros veníais a Alma siempre por esas fechas.
Asentí. Aquello era cierto y explicaba por qué no habíamos coincidido hasta el momento.
—No nos consideramos malos chicos —continúo Ethan—. Pero digamos que mi hermano Jack y yo somos algo gafes.
—Sobre todo tú —intervino Jack.
Ethan le dedicó una mirada cargada de resentimiento a través de las rendijas de sus ojos.
—No