Alma. Irene Recio Honrado
En cuanto estuve lo bastante lejos de la casa salí corriendo hacia la entrada. La Pick-Up negra seguía allí con las ventanillas bajadas y los chicos aguardando dentro. Al llegar a ellos, tres sonrisas deslumbrantes me recibieron.
—Buenos días, Lor —saludó Jack desde el asiento del copiloto—. Creíamos que tendríamos que despertarte. Menos mal que eres lista.
—Ya —respondí—. Lo cierto es que no me creo una lumbrera pero tal vez habría ayudado que me dijeseis a qué hora vendríais. Que estuviese despierta se ha debido a la expectativa, más que a mi astucia, pero gracias.
El chico asintió sin perder la sonrisa.
—Así me gusta, viendo el lado positivo de las cosas.
El pequeño Sam rió desde el asiento de atrás.
—Bueno, venga, sube —invitó Ethan.
Me fui directamente hacia el asiento trasero, pero antes de que cogiese el mango de la puerta Jack se bajó de su asiento y me lo cedió.
—Señorita —dijo mientras me sujetaba la puerta para que entrase.
—Gracias —respondí subiendo a la Pick-Up.
—Oh, no me las des, Ethan me mataría si te dejase ir atrás, después de haberse pasado la noche limpiando el coche para que estuviese reluciente.
—¿Se puede saber por qué eres tan bocazas, maldito idiota? —increpó Ethan mirando a Jack por el retrovisor con un elevado rubor en la cara.
Estupendo, se supone que soy una especie de conquista, genial.
Ignoré aquello como pude mientras nos poníamos en marcha.
—Quiero que sepáis —empecé intentando crear un ambiente más distendido entre los chicos—, que nuestra coartada es que me enseñéis varios planos de cobertizos para que escoja el que mejor se adapte a la finca. Así que tendréis que explicarme algo para que yo se lo comunique a mi tía. ¿De acuerdo?
—Mmm —musitó Ethan mientras tomaba una curva algo pasado de velocidad— no está mal. Yo no me preocuparía mucho por eso, es bastante simple.
—Mucho mejor —asentí—. Entonces, ¿me decís dónde vamos?
Sam saltó desde la parte de atrás para ponerse de rodillas entre los asientos del conductor y el copiloto.
—¡Es una pasada, te va a encantar! Resulta que ayer…
Una vez más, el pequeño no pudo terminar lo que quería decir, pues Jack le tapó la boca y lo obligó a sentarse de nuevo.
—Eres un bocazas —le reprochó mientras le abrochaba el cinturón de seguridad—.
Cállate, es mejor así. ¿Es que no lo ves? Te cargarás la sorpresa.
—Pero yo…
—Pero tú nada. Calladito, mocoso.
Nos pusimos rumbo a Alma, la Pick-Up avanzaba a toda prisa por la estrecha carretera que bordeaba la montaña.
Después de la pequeña reprimenda de Jack a Sam, permanecimos en silencio. Estaba claro que los chicos no soltarían prenda hasta que llegásemos al misterioso lugar. Bueno, había esperado tres años, podía esperar un rato más. No obstante, la intriga de lo que me esperaba hacía que mi corazón latiese con fuerza. Sentía que me acercaba a Tom, y la idea de encontrar una pista, por pequeña que fuese, hacía que mi esperanza fuese en aumento.
—Agárrate fuerte ahora —dijo Ethan captando mi atención.
No tuve tiempo de preguntar, sin tan siquiera frenar un poco pegó un volantazo a la derecha que me catapultó hacia su persona.
—Te he dicho que te agarrases —repitió riéndose mientras me ayudaba con su enorme brazo a volver a mi asiento.
La furgoneta avanzaba rebotando contra el suelo del bosque. Pues habíamos abandonado la carretera y estábamos cruzando campo a través. Los árboles pasaban fugazmente pegados a las puertas del vehículo.
—¡¿Te has vuelto loco?! —grité con los ojos como platos al ser consciente de la situación.
—Tranquila —respondió Jack desde el asiento trasero—, es un atajo. Ethan sabe lo que se hace, casi siempre.
Me volví para mirarle incrédula, el mediano de los Tyler, se asía al agarradero de la parte superior de la ventanilla con pasmosa tranquilidad. A su lado, Sam reía a carcajadas, dejando claro con eso que a él la situación le divertía.
Miré de nuevo hacia delante y apreté los dientes, advertí por el rabillo del ojo que Ethan me miraba de soslayo.
—No te preocupes —dijo—, no es la primera vez que pasamos por aquí. Además, estamos a punto de llegar.
No respondí. ¿Para qué? Aquellos chicos estaban locos. Tragué saliva e intenté no ponerme más nerviosa de lo que estaba. En parte porque no quería convertirme en el centro de sus pullas cuando aquello terminase.
Ethan había dicho la verdad, en pocos minutos (aunque a mí me pareció un larguísimo rato) aminoró la marcha y salimos a un camino de tierra. Lo recorrimos durante unos escasos cinco minutos, pero finalmente tras una curva, el camino finalizaba abruptamente. Ethan aparcó la Pick-Up bajo un gran pino.
—Desde aquí vamos a pie —informó saltando fuera del coche.
Bueno, lo prefería, aunque no dije nada por supuesto. Bajé del coche a la par que Jack y Sam. Seguíamos en el bosque, pero no sabía exactamente en qué parte de la montaña nos hallábamos.
—¿Dónde estamos? —quise saber.
—Tranquila —contestó Jack sin volverse para mirarme—. Esta aquí al lado.
—Sí, pero seguimos en la delimitación de Alma ¿verdad?
Al verme allí en medio de la nada, con tres desconocidos (dos que podían ser potencialmente peligrosos para mí) hizo que me plantease si me había precipitado al marcharme de casa de tía May sin decirle la verdad. ¿Y si en realidad no querían enseñarme nada? ¿Y si solo querían sacarme de casa?
—Lor —dijo Sam cogiéndome de la mano— ¿Te encuentras bien? Estás temblando.
Al ver al benjamín del grupo observarme con sus pequeños ojos preocupados, me di cuenta de que no, no me harían daño. Aquellos chicos apreciaban de verdad a Tom. No lo habían dicho, pero era algo que se palpaba con tan solo estar cerca de ellos.
—No —respondí suspirando—. Son los nervios.
El pequeño sonrió, ya más tranquilo, y tiró de mi brazo para que siguiésemos a sus hermanos, que habían empezado a avanzar entre los árboles. Allí la maleza estaba crecida y dificultaba el avance un poco. Ethan iba en cabeza, Jack le seguía de cerca y Sam y yo íbamos detrás. No dejaba de mirar hacia el suelo para evitar caerme, las raíces de los árboles recorrían la tierra como venas extendiéndose en todas las direcciones.
—Ya hemos llegado —informó Ethan deteniendo su marcha.
Alcé la vista presa de la ansiedad, desde allí se veía el lago Spirit. Estábamos en el lado opuesto al que solía frecuentar, pero nada más. Allí solo había árboles.
—No… no lo entiendo —solté sin más—. Todo es muy bonito pero no sé qué tiene de importante.
Jack se acercó a nosotros y compartió una mirada con Sam. El chico se echó a reír y presionó mi mano.
—Mira, es ahí —señaló con el brazo extendido a un punto alejado por encima de nuestras cabezas.
Alcé la vista siguiendo la dirección que marcaba. Entonces lo vi.
Entre el follaje de las copas de los árboles se encontraba, perfectamente