Alma. Irene Recio Honrado

Alma - Irene Recio Honrado


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el rostro hacia el animal y le acarició el morro.

      —Ha sido genial —comentó—, pero la próxima vez sería bueno saber frenar a tiempo.

      Si alguien estuviese observando aquella escena desde fuera, habría pensado que aquel caballo hablaba y se comunicaba con el pequeño. Sin embargo, todos los allí presentes, sabíamos que era imposible. Aunque el comportamiento de JB denotaba en aquel instante preocupación por el pequeño Tyler. La situación se había convertido como poco, en algo conmovedor. Hasta que Ethan espantó al caballo con un ademan del brazo.

      —Alucinas si crees que voy a dejarte subirte ahí otra vez —gritó señalando al caballo.

      Sam mudó el rostro horrorizado.

      —¡No tengo que pedirte permiso! —Aulló— ¡tú no eres papá! ¡Además, Lor ha dicho que me enseñaría a montar!

      —¡Me da exactamente igual! ¡Harás lo que yo diga o no volverás a venir!

      Tía May se aproximó a los hermanos con las palmas extendidas hacia arriba.

      —Calmaos —pidió—, no es para tanto. Tranquilo, Ethan. Todo ha quedado en un susto. JB jamás le haría daño a tu hermano pequeño, ¿es que no lo has visto? Cuando tratas con animales a veces pasan estas cosas, nada más.

      El pequeño corrió a situarse al lado de mi tía, cruzó los brazos sobre el pecho y alzó la barbilla desafiante.

      —¿Lo ves? No es para tanto —dijo retando a su hermano.

      Aunque estaba algo apartada de ellos pude ver con claridad como Ethan se mordía la lengua para no soltar alguna barbaridad, y percibí como se le hinchaban las aletas de la nariz mirando a Sam. Jack había convertido sus ojos en rendijas y daba la sensación de estar planeando la venganza contra el pequeño. Cyrus también se percató de ello y se acercó a los chicos cogiéndolos por los hombros y apretándolos contra sí.

      —Vamos, vamos, muchachos. Somos hombres de Texas, somos duros. Estas nimiedades no nos espantan. Vamos a tomar una cerveza antes de que se nos fundan los plomos aquí. Venga.

      Dicho esto, los obligó a girar junto él y los tres se encaminaron hacia la casa. Mi tía, Sam y yo permanecimos inmóviles mientras los veíamos alejarse. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos como para no oírnos, tía May se inclinó hacia Sam y le cogió la mano.

      —Quiero que me expliques cómo has subido al caballo, jovencito.

      El niño abrió mucho los ojos.

      —Ya se lo he dicho a ella —susurró señalándome— JB quería que lo hiciera. ¿No me creéis, verdad?

      Mi tía me dedicó una fugaz mirada y volvió a centrarse en Sam.

      —Yo no he dicho eso —aseguró—, pero quiero que me lo cuentes tú.

      Sam asintió con semblante serio, buscó a JB con la mirada, el animal se encontraba en aquel momento a veinte metros de nosotros comiendo paja totalmente distraído.

      —Pues yo —comenzó titubeante— estaba terminando de ponerle la paja, y Lor me dijo que me quedase con él para conocernos mejor. Su sobrina dijo que me enseñaría a montar ¿sabe? Y eso hice. Estuve un rato acariciándole el cuello, y charlando con él. Iba a volver con mis hermanos cuando empezó a seguirme por la pista. Me gustó mucho que hiciese eso, porque entonces supe que éramos amigos. Así que empecé a correr y él también lo hizo. Cuando me cansé, paré un momento y JB se puso a mi lado. Y entonces hizo algo increíble. Se tiró al suelo y se quedó mirándome. Al principio no sabía qué quería decir, pero cuando lo miré a los ojos lo entendí todo. ¡Quería que me subiera! Aunque no sé montar a caballo, Lor dijo que lo esencial era no tener miedo. Así que subí. Y el resto ya lo conocéis —concluyó.

      Tía May permaneció callada unos segundos, después palmeó la espalda del pequeño Sam y asintió levemente con una sonrisa en los labios.

      —¿Sabías que los caballos, solo se tumban en el suelo ante un miembro de su manada? —explicó mi tía—. Debes de sentirte muy afortunado. Si lo que dices es cierto, JB te respeta tanto como a uno de los suyos.

      Sam abrió muchísimo los ojos ante aquella explicación. Lo cierto es que yo tampoco sabía eso y me sorprendió bastante. Al pequeño le brillaban los ojos de excitación y no dejaba de mirar a JB maravillado.

      —Bueno, Sam —continuó Tía May—, ve a reunirte con tus hermanos, en mi cocina encontrarás una exquisita limonada que he preparado. Sírvete cuanta quieras.

      Al pequeño no pareció agradarle mucho la idea. La mención de reunirse con sus hermanos no le hacía mucha gracia. Frunció el entrecejo mientras se mordía el labio inferior contrariado. Mi tía también se dio cuenta y se echó a reír.

      —Tranquilo muchacho, a estas alturas Cyrus los tendrá bajo control. Ve y tómate la limonada.

      Sam cogió aire y asintió algo más apaciguado.

      —¡Adiós JB! ¡Nos vemos pronto amigo mío! —gritó antes de echar a correr hacia la casa. En cuanto Sam cerró la verja, me puse al lado de tía May.

      —Parece que dice la verdad —comenté—, pero qué se yo, los niños tienen mucha imaginación.

      —También creo que dice la verdad —respondió sin apartar la vista del niño—, pero es muy curioso.

      —¿El qué? ¿Qué JB se tumbase en el suelo? ¿Es cierto eso de que solo lo hacen ante un igual?

      Tía May pestañeo y volvió el rostro hacia mí.

      —Así es, sin embargo… —dudó, pero se repuso enseguida—, vi a JB hacer eso una vez. Sólo una.

      —Lo hizo con Tom —adiviné.

      Tía May asintió pensativa. Después se acercó al caballo que seguía pastando tranquilamente sin prestarnos la menor atención, y le acarició el cuello. El animal ni se inmutó.

      —¿Te dice algo eso, Lor?

      Medité un segundo, ¿podía guardar eso relación con la desaparición de mi hermano? No veía conexión alguna.

      —Seguramente se trata de una coincidencia —dije dando voz a mis pensamientos—. Sam me dijo que Tom y él habían hecho buenas migas, claro que también las hizo con Ethan y Jack. Tom disfrutaba mucho de la equitación, y conociéndole seguramente creó un vínculo muy fuerte con JB, puede que el animal sintiese el mismo apego por el niño que Tom. Tal vez por eso se ha comportado de esa forma. ¿Tú qué crees tía May?

      —También lo he pensado. Pero una cosa es el apego que Tom tenía hacia Sam, y otra muy distinta, el vínculo, como tú lo llamas, con JB. Es cierto que los caballos disfrutan de la compañía de los niños. Así que bien podría ser que este chico —dijo palmeando el lomo de JB—, haya encontrado un compañero de juegos, que tampoco estaría mal. Pero lo que tengo claro, es que vamos a enseñar a montar a Sam. Creo que los dos se lo merecen.

      Aunque no era lo que esperaba oír, la idea me pareció bien. De todos modos se lo había prometido a Sam, por lo que no añadí nada mientras mi tía enlazaba su brazo al mío para encaminarnos hacia casa.

      Caminamos así, cogidas y calladas, escuchando el susurro del viento cada una abstraída en sus propios pensamientos, hasta que nos llegaron las estruendosas risas de los chicos desde el porche.

      —Señor —suspiró mi tía—, no estoy acostumbrada a tanto jaleo. Tal vez tienes razón y me estoy convirtiendo en una ermitaña.

      —Sí, una ermitaña huraña —reí.

      Mi tía me golpeó suavemente en el brazo como reproche, pero también se reía.

      —¿Qué te parecen los chicos? —preguntó de repente.

      —¿Qué? Bueno, no sé. Me caen bien, en


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