Alma. Irene Recio Honrado
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Un camino ajetreado
Abrí los ojos lentamente algo desorientada, tardé dos segundos en recordar que estaba en casa de tía May. Aún era temprano, pues la luz que se filtraba por la ventana todavía tenía los matices grises de la mañana. El primer pensamiento de mi cabeza fue para los Tyler, habían dicho que me llevarían a un lugar que Tom estaba preparando para mi llegada. Me fui a dormir pensando en eso, y tal vez mi cuerpo se negó a seguir durmiendo ante la expectativa de lo que iba a encontrar. Suspiré, alargué el brazo para coger mi móvil y miré la hora en la pantalla, las siete y cuarto de la mañana. No me dijeron a qué hora vendrían a recogerme, pero intuía que aún faltaba un rato. Mientras estiraba el cuello de mi camiseta hasta ponérmelo en la nariz para inhalar el olor de mi hermano (como venía haciendo inconscientemente desde que tuve en mi poder dicha prenda), desbloqueé el teléfono. No me sorprendió ver la bandeja de entrada colapsada por los mensajes de mi amiga.
*¿Qué tal ha ido el día?
Me había enviado el mensaje el día anterior a las nueve de la noche. No lo había visto. Había estado demasiado absorta hablando con tía May en el salón. Sus mensajes se remontaban hasta la una de la madrugada.
*No puedo creerme que pases de mi otra vez.
*¿Lor? Hablo en serio.
*Dime que no estás dormida, y que por lo menos te estás enrollando con uno de esos tíos buenos.
*Recuerda que tienes que contármelo TODO.
*Valeeeee han pasado dos horas y no me has dicho nada. Eso significa que no te has enrollado con nadie.
*Entonces ¿has descubierto algo?
*Es tarde, me voy a dormir, ojalá este último mensaje te despierte. Si es que estás dormida. Solo por el placer de molestarte, en venganza de tu ignorancia hacia mi persona. Te odio. J
Sonreí al ver el último mensaje. Y apreté la opción de respuesta.
*Querida Bibi —comencé—. Siento decirte que mi silencio se debió al maravilloso gin-tonic que me preparó mi tía. Lo cierto es que no se con cuál de los tres Tyler enrollarme, ya que el que me cae mejor hasta ahora, tiene doce años. Pero he de adelantarte que seguramente hoy descubra algo, porque los tres chicos han prometido recogerme temprano para llevarme a un sitio especial. Lugar en el que estuvo mi hermano antes de desaparecer.
El teléfono no me dejaba escribir más caracteres, así que redacté un mensaje para despedirme como era debido.
*Espero que mis mensajes te despierten y te arruinen las últimas horas de sueño de la mañana y la tranquilidad del día. Porque no me voy a llevar el teléfono y tendrás que esperar hasta la noche para saber qué tal ha ido mi aventura. Tu amiga que te quiere Lor. J
Apagué el móvil y lo puse a cargar, ya que la noche anterior no lo hice y su muerte era inminente. Me desperecé y salí de la cama. Seguramente mi tía aún dormía. No quería hacer ruido y despertarla, porque no sabía qué excusa le iba a dar para irme con los chicos, cuando debíamos quedarnos todos trabajando en la finca. Así que me vestí con todo el sigilo que pude. Escogí un short, una camiseta vieja y mis maravillosas Panamá Jack. Recogí mi amasijo de pelo negro en una cola de caballo y salí de mi dormitorio de puntillas. Me detuve delante del estudio de mi tía y me mordí el labio. Sentía que algo tiraba de mí cada vez que pasaba por delante de aquella puerta, aunque la noche anterior había ignorado ese magnetismo gracias a los milagros del combinado, menos mal que no estaba cargado, pensé. Evalué mi situación. Bueno, tenía tiempo de sobra. Echaría otro vistazo. Cogí el pomo y entré.
Por lo que vi, tía May no había entrado en la estancia. Todo estaba igual que dos días antes. Miré el caballete de mi derecha. No lo destapé, porque ya sabía lo que ocultaba la sábana que lo cubría. Caminé en círculo pensando en cual destapar. Me decanté por uno de los más alejados. ¿Por qué sentía tanta curiosidad por aquellos cuadros? Alargué el brazo al llegar junto a la pintura elegida y tiré de la sábana. Realmente lo que vi me agradó más que el último óleo que había visto. Parecía otro cuadro de arte abstracto como el de casa. De colores celestes y montañas lejanas, suaves trazos dándole al aire la sensación de poder ser atrapado entre los dedos. Me alejé un paso de la pintura para observarla con mayor perspectiva. Los colores eran fríos, y no tenía claro si era un paisaje terrestre o acuático, tal vez las dos cosas. Lo que tenía claro es que parecía estar inspirado en el mismo sueño caótico que creó el cuadro del salón de Rhode Island.
Hay algo más aquí, pensé, pero, ¿qué? Fui al cuadro que tenía inmediatamente al lado y tiré de la sabana. Esto era distinto. La pintura mostraba un gigantesco árbol con ramas retorcidas extendiéndose en todas las direcciones posibles, completamente cubierto por una fina película de musgo. De lo que había visto hasta el momento era el cuadro que más me agradaba. El árbol parecía mágico, Donde viviría campanilla con Peter Pan y los niños perdidos. Cogí el cuadro y lo acerqué al primero que había destapado. Volví a retirarme y observé atentamente las dos pinturas. A simple vista eran muy distintas. Sin embargo había algo en aquellos dos cuadros que parecían guardar relación. Giré la cabeza hacia la izquierda, luego a la derecha, me alejé un poco más. Parecía que el segundo cuadro no estaba terminado, pero claro, el arte es arte. Tal vez tía May lo dejó así adrede, aunque no era su estilo. Al árbol le faltaban matices, un fondo y algo más, pero no sabía qué podía ser. La definición del paisaje era dubitativa a falta de una palabra mejor. Había una mancha en una de las cimas de las montañas. ¿Tal vez un mal trazo?
Escuché el chirriar de unas ruedas fuera de la casa. Maldición. Corrí hacia la ventana y me asomé. La Pick-Up de los chicos estaba en la puerta de la finca, habían levantado humo a su paso por el camino. ¡Pero qué diablos! ¿Qué pensaban decirle a mi tía? Podían habérmelo dicho antes por lo menos. ¿Y si la habían despertado? ¿Qué se suponía que tenía que decirle?
Vi a Sam saltar del asiento trasero y correr hacia la casa, me había visto asomada en la ventana y se dirigía hacia mí. Le hice señas con los brazos para que no chillase. Asintió mientras corría y agitó un brazo para hacerme entender que no me preocupase por eso.
—¿Qué haces ahí quieta? —susurró al llegar bajo la ventana jadeante.
Puse los ojos en blanco. ¿De verdad eso estaba pasando?
—¿Qué se supone que quieres que haga? —respondí lo más bajito posible—. No me dijisteis a qué hora vendríais ni qué decirle a tía May.
El pequeño pestañeó un par de veces confuso y se giró para mirar a sus hermanos que desde la Pick-Up, hacían señas para que nos fuésemos.
—No lo sé —dijo volviendo la cabeza de nuevo hacia mí—. No me han dicho nada. Solo que te avisase sin hacer ruido.
—Estupendo —mascullé.
—¿Qué dices? —preguntó confuso.
—Nada, olvídalo. Ve con tus hermanos y diles que enseguida voy, le dejaré una nota a mi tía para que no se preocupe.
—Claro. Es una idea estupenda —casi no terminó la frase, pues salió disparado como una bala hacia el coche.
Cerré la ventana y me apresuré a colocar los cuadros en su sitio y a cubrirlos de nuevo. Salí del dormitorio y bajé las escaleras pegada al lateral derecho para evitar que las maderas crujiesen. Entré en la cocina y busqué en los cajones un trozo de papel y un bolígrafo. No tardé en encontrarlos, me senté un momento en la mesa y escribí a toda prisa lo primero que se me ocurrió.
Buenos días tía May, me he marchado con los Tyler al pueblo, no se deciden por el tipo de construcción para el cobertizo y quieren consultarlo c onmigo.
Para que fuera más creíble, añadí.
No tengo mucha idea de cómo va eso, pero si veo que no soy capaz de decidirme