Alma. Irene Recio Honrado

Alma - Irene Recio Honrado


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hermanos lo imitaron, apreté la mandíbula y los seguí hasta la trampilla para marcharnos.

      —¿De verdad no me vais a contar nada? —pregunté incrédula, mientras empezaban a desaparecer por la abertura del suelo.

      —No —contestó la voz de Ethan desde la escalera.

      —¿Por qué no? —protesté.

      —¡Porque si tu tía no te lo ha contado es por algo! —gritó mientras seguía bajando.

      Me llevé las manos a las sienes he hice un gran esfuerzo por no ponerme a gritar allí mismo. Cogí aire varias veces y me serené un poco. Iba a tener que empezar a apuntarme todo lo que tendría que preguntarle a tía May y a mamá. Eché un último vistazo a la casa antes de meterme por el agujero para empezar a bajar por el árbol. La frustración que sentía parecía ir en aumento dado que cada vez que parecía que me iba a enterar de algo importante se me denegaba. Paciencia, Lor, paciencia.

      El descenso fue más rápido de lo que yo pensaba, tal vez porque no dejaba de darle vueltas a la cabeza y no miraba por donde iba. En cuestión de un minuto estuvimos todos abajo.

      Mientras volvíamos a la Pick-Up en el más absoluto de los silencios, caí en la cuenta de que no habíamos hablado ni un solo momento sobre la construcción del nuevo cobertizo. Por la posición del sol debía ser casi medio día. Aunque estaba algo molesta con los chicos por negarse a explicarme lo que me intrigaba, no me quedó más remedio que decirles lo que en aquel momento me rondaba por la cabeza. La ira de tía May si se enteraba de que la había mentido y para qué.

      En menos de dos segundos Ethan y Jack ya estaban discutiendo sobre cuál sería la mejor forma de construirlo. Ni siquiera me sorprendió que no lo tuviesen pensado ya. Me resigné a la idea de que mi tía nos pillase mientras nos subíamos a la furgoneta y me abrochaba el cinturón buscando donde agarrarme para no salir disparada durante el camino de vuelta.

      Para mi fortuna y contra todas las leyes de la naturaleza los chicos se pusieron de acuerdo en una forma de construcción. Para cuando abandonamos el ajetreado tramo de bosque y volvimos a salir a la carretera ya me estaban contando cómo iban a hacerlo.

      Al llegar a la finca vi la camioneta de Cyrus aparcada en la entrada. Recé para que no hubiese ido a ver a Bill Tyler ese día, y a juzgar por las miradas que intercambiaron mis acompañantes, ellos estaban pensando lo mismo. De lo contrario tía May ya estaría enterada de que no habíamos ido al pueblo a “mirar planos”

      Juntos, nos armamos de valor y nos bajamos del coche con cara de póker. Subimos los tres escalones del porche y nos encontramos a Cyrus y tía May sentados en la entrada con una cerveza y una copa de vino.

      —Por fin estáis de vuelta —dijo mi tía—. ¿Qué tal ha ido? ¿Sabéis ya qué tipo de cobertizo nos irá mejor?

      Solté el aire que había contenido hasta el momento, no sospechaba nada.

      Ethan se adelantó y se puso a explicar lo que planeaban hacer, me echó la culpa de la tardanza a mí por ser incapaz de decidirme.

      En pos de que sonase creíble asumí mi ineficacia ficticia con un encogimiento de hombros que a mi parecer, resultó muy convincente. Sin nada más que añadir, los chicos se pusieron manos a la obra y yo aproveché para ir a la cocina. Tenía que hablar con mamá, cogí el auricular y marqué su número, descolgó al tercer timbrazo.

      —¿Diga?

      —Hola mamá. Soy yo.

      —Cielo —suspiró— ¿Cómo estás?

      —Bien —decidí ir al grano. — ¿Mamá?

      —Dime cariño.

      —¿Por qué nunca me has contado las leyendas de Alma?

      Silencio

      —¿Mamá? —insistí.

      —¿A qué viene eso ahora Lor?

      —Curiosidad, supongo.

      —Son tonterías.

      —Pues aquí las tienen muy en cuenta —argumenté—. ¿Por qué no podemos salir de noche?

      —Porque no.

      Su respuesta fue cortante, incluso el timbre de su voz cambió al decirlo, de una forma que dejaba muy claro que si no obedecía me metería en serios problemas. Enfurecí automáticamente.

      —¿Qué ocurre? —dije apretando los dientes.

      —¿Que qué ocurre? —contestó—. ¿Acaso quieres que ocurran más cosas? ¿No has tenido suficiente con la desaparición de tu hermano? ¿También quieres desparecer tú? No permitiré que me cuestiones, no salgas de noche.

      —Mamá, necesito saber qué pasa —murmuré deshinchándome, la había herido, otra vez. Y me odié por ello. Pero necesitaba tener un mínimo conocimiento de causa. Si no, ¿Cómo iba a encontrar rastro de Tom?—. Quiero conocer las leyendas.

      —Conocerlas no te servirá de nada. ¿Esto ha sido cosa de tu tía, verdad?

      Aquello me pilló con la guardia baja.

      —No —respondí a la defensiva—. Claro que no.

      —¿Se puede saber a qué vienen esas voces?— dijo tía May irrumpiendo en la cocina como si la hubiésemos invocado con tan solo mencionarla. Maldición.

      —Lo sabía —masculló mamá.

      No contesté, estaba ocupada pellizcándome el puente de la nariz, lo que sí hice fue responder a tía May que seguía a mi espalda esperando una respuesta.

      —Estoy hablando con mamá.

      Mi tía alzó las cejas y fue al fregadero asintiendo para sí.

      —Dile que se ponga —ordenó mi madre.

      —Esto no tiene nada que ver con ella —insistí.

      —Te he dicho que…

      —Señora —escuché una voz que no conocía al otro lado de la línea—. No puede hablar por teléfono aquí —le decía a mi madre—. Apáguelo o márchese.

      —Sí, sí. Lo sé —respondió mi madre a la voz.

      —¿Dónde estás? —pregunté. En el despacho de la galería podía hablar tranquilamente por teléfono. ¿Quién sería capaz de exigirle a la directora que colgase? Eso implicaba que no estaba allí.

      —No puedo hablar, dile a tu tía que la llamaré —siseó antes de colgar.

      Me quedé de piedra, oyendo comunicar al teléfono. ¿Pero qué? Colgué dando un golpe seco totalmente molesta. Mi tía tosió a mi espalda para llamar mi atención. Me senté de mala gana en la silla más cercana a mí y la miré cabizbaja.

      —Creo que te he metido en problemas tía May, lo siento.

      Mi tía sonrió y se sentó también.

      —¿Con mi hermana?

      Asentí tapándome los ojos con las manos. Ella sacudió la mano en el aire para quitarle importancia.

      —No te preocupes —me calmó—. Sé cómo lidiar con eso. Pero, ¿por qué ha sido?

      Miré a mi tía a los ojos. La noche anterior me había preguntado si conocía las historias, ante mi negativa y mi explicación del por qué, no hizo nada. Se limitó a negar con la cabeza claramente contrariada pero nada más, aquello no hizo que me explicase las leyendas, ni mucho menos. Siempre había sido consciente de mi ignorancia sobre ese tema, y lo tenía asumido. Cuando vi que tía May no me contaba nada me molestó un poco, pero tampoco le di más importancia. La chispa había saltado aquella mañana, cuando supe a ciencia cierta que los Tyler seguían la misma norma que nosotros a causa de dichas leyendas,


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