Alma. Irene Recio Honrado

Alma - Irene Recio Honrado


Скачать книгу
no tienen nada que ver con Tom o contigo. Entiendo que te guste Sam porque es sencillamente adorable, pero ¿Jack y Ethan? No son malos chicos, te lo aseguro. Aunque son ruidosos y un poco bestias. No obstante, tienen estrella.

      —¿Estrella?

      —No me hagas caso, ya lo entenderás…

      Recordé a Jack vaciando el gallinero de huevos y alejándose de allí habiendo dejado la puerta abierta sin darse cuenta. Y a Ethan llamando chatarra a la vieja furgoneta de tía May centrado únicamente en dar martillazos.

      Llegamos al porche, y el ambiente reinante era de pura risa. Ethan y Jack estaban sentados en el suelo, con dos grandes jarras de cerveza en la mano, mientras que Sam estaba en brazos de Cyrus y este recreaba el vuelo del pequeño al salir disparado de JB.

      —Y así —narraba Cyrus con voz grave —, el pequeño Sam Tyler.

      —¡No soy pequeño! — protestó Sam entre risas.

      —Oh, perdón —se disculpó el cowboy —. El gran e intrépido Sam Tyler, cayó de la enorme bestia arrollando a su hermano Ethan y dejándole noqueado.

      —Bueno, tanto como noqueado… —rezongó Ethan pegándole un trago a su cerveza.

      —Veo que os lo estáis pasando en grande —observó mi tía.

      Los chicos se volvieron hacia nosotras y se pusieron en pie avergonzados por sus modales.

      —Oh, tranquilos. Podéis continuar. A esta casa le hace falta un poco de buen humor. ¿Os gusta la cerveza? ¿Y la limonada?

      Los chicos asintieron con vehemencia. Incluso Sam.

      —Estupendo —dijo tía May sentándose en la silla de mimbre de la entrada—, me alegro de que estéis de tan buen humor, porque Lor y yo hemos decido que mientras vosotros estáis liados reconstruyendo mi cobertizo y rehabilitando la finca, nosotras le daremos clases a Sam para que aprenda a montar a caballo. Espero que no os moleste esta decisión porque estoy totalmente decidida a hacerlo. Sobra decir, que no dejaremos a Sam solo en ningún momento. Sobre todo para que no se repita el incidente de hoy.

      Al principio a los dos hermanos mayores no les hizo mucha gracia la idea. Pero tras asegurarles que estaríamos pendientes en todo momento de Sam accedieron a ello.

      Cuando terminaron sus bebidas, tía May preparó la mesa y comimos todos su delicioso pollo asado, escuchando maravillados las historias de Cyrus, gracias a las cuales la sobremesa se alargó más de lo debido y para cuando nos levantamos ya eran las cinco de la tarde. Recogimos la mesa, Ethan y Jack volvieron al trabajo y Sam los acompañó a descargar las maderas del remolque, aunque, por supuesto, no le dejaron tocar ni una.

      Yo aproveché que en aquel momento no era de utilidad para llamar a mamá. Cuando descolgó el teléfono suspiró aliviada. El día anterior no había podido hablar con ella, y aunque mi tía le había asegurado que estaba bien, me di cuenta de que no la había creído del todo.

      —¿Ayer fue todo bien? —Preguntó—. Tu tía me dijo que se te había ido el santo al cielo montando.

      —Sí, mamá. Todo estupendamente, por eso perdí la noción del tiempo. Pero estoy perfectamente.

      Silencio.

      —¿Mamá?

      —Estoy aquí. Tengo algo de trabajo cariño, he de colgar. Pero quiero que me llames mañana ¿de acuerdo?

      —Claro —respondí extrañada—, ¿en qué andas metida?

      —Estoy a punto de entrar en la biblioteca. Cosas del trabajo, hija. Una pequeña investigación.

      —De acuerdo entonces. Te llamo mañana.

      Colgó el teléfono y me quedé de pie en la cocina. Tía May entró en aquel momento.

      —¿Todo bien, cielo?

      —Sí —contesté—. He notado a mamá un poco rara.

      —¿Y eso?

      —Estaba estresada con el trabajo.

      —¿No te ha dicho en que está trabajando?

      —No, solo me ha dicho que iba a la biblioteca.

      —Bueno, ya sabes que a veces el trabajo la ayuda a no pensar. No será nada.

      Probablemente tía May tenía razón, así que decidí no darle vueltas al tema y salí a ver qué tal llevaban la descarga los chicos. No me sorprendió nada que ya tuviesen todas las maderas en el suelo cuando llegué, después de todo contaban con los gigantescos brazos de Ethan que podían cargar los tablones de tres en tres. Estaban discutiendo sobre cómo empezar la construcción. Cyrus negaba con la cabeza constantemente, mientras que Jack no dejaba de gesticular mientras se quejaba.

      —Sería mejor que toda la pared frontal fuese una gran puerta —decía el mediano de los Tyler—. De esa manera, no tendrían problemas en aparcar, si además usan el cobertizo como trastero.

      —Sería demasiado pesada e incómoda, chico —argumentaba Cyrus.

      —Construyamos uno estándar y se acabó el problema —intercedió Ethan.

      Sam estaba sentado encima de las tablas del suelo observando la conversación sin mucho interés, al verme acercarme alzó el brazo a modo de saludo. Los demás se percataron de ello y se volvieron hacia mí.

      —¿Todo bien? —pregunté al llegar.

      Cyrus se acercó a mí mientras se quitaba el sombrero.

      —Son Tyler —dijo a modo de explicación, como si los chicos no estuviesen allí y no pudiesen oírle—. Te dejo a ti con ellos. He de ir al pueblo a por un par de cosas, nos vemos mañana preciosa.

      Acto seguido se marchó y nos dejó allí. Volví el rostro hacia los muchachos con una ceja en alto.

      —¿Se puede saber cuál es el problema?

      Los dos mayores se miraron entre sí. El pequeño ahora sonreía abiertamente.

      —En realidad no hay problema —dijo Jack adelantándose un paso—. Estábamos sacando un poco de quicio al viejo Cyrus, nada más. Mis hermanos y yo estábamos discutiendo algo cuando ha aparecido. Si nos disculpas un momento… —concluyó girándose nuevamente hacia sus hermanos.

      Los tres Tyler unieron sus cabezas y empezaron a discutir en susurros, mientras yo observaba la escena completamente descolocada. ¿Estos chicos eran normales? Desde luego no se parecían en nada a los chicos de la ciudad. Aunque claro, yo tampoco había tenido un gran contacto con el sexo opuesto, salvo con mi hermano. Y definitivamente no se parecían a Tom. Los susurros cesaron de repente, los chicos se volvieron nuevamente hacia mí. Me observaron sonrientes antes de acercarse para rodearme.

      —¿Qué me estoy perdiendo? —pregunté con cara de pocos amigos.

      —Te debemos una —explicó Ethan—, así que vamos a saltarnos un poquito la norma de tu tía y vamos a enseñarte algo.

      Aquello captó absolutamente toda mi atención.

      —Por supuesto no puedes decir nada —aclaró Jack.

      —¡Claro que no va a decir nada, no es idiota! —chilló Sam.

      —Sshh —chistó Ethan al pequeño mientras le pegaba una colleja—. Calla o te oirán, tapón.

      —No soy un tapón, lo que pasa es que tengo doce años —refunfuñó el pequeño.

      —¿Qué es lo que me vais a enseñar? —pregunté para evitar más interrupciones—, ¿y por qué?

      —Tú has frenado al caballo —empezó Ethan—. De no haber sido por ti, a saber lo que le habría podido ocurrir al pequeñajo.

      Sam fue a protestar pero Jack se adelantó


Скачать книгу