Alma. Irene Recio Honrado

Alma - Irene Recio Honrado


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tirado, me he caído! —me defendí.

      —Alex —interrumpió el guapísimo rubio levantándose del suelo para sacudirse los tejanos y la camiseta blanca (que por mi culpa estaba llena de polvo en la espalda)—. No la tomes con ella, asúmelo. Nunca conseguirás superarme en lo que a mujeres se refiere. Tengo un magnetismo especial.

      —Eres un imbécil prepotente, Wis —espetó el moreno—. ¿A eso llamas mujer? Es solo una niña.

      Aquello ya era el colmo, ¿pero qué se había creído? Si apenas tendrían uno o dos años más que yo ¿cuántas veces me iba a faltar al respeto aquel maldito estúpido?

      —Siento no ser de tu agrado —escupí llena de ira, mirándolo fijamente—. Me he caído de un árbol, de no haber sido por él —señalé a su compañero—, podría haberme matado. ¿Crees que tengo ganas de escuchar cómo me menosprecias en este instante?

      El chico me observaba con las cejas levantadas, como quien ve algo que no comprende y que aún así le trae sin cuidado.

      —Forma parte de su carácter, no lo puede evitar —contestó sin embargo el rubio—. Pero tranquila, puedes tirarte encima mío cuando quieras, será un placer.

      Enrojecí de nuevo ante el comentario. Y me mordí la lengua.

      —¿Qué hacías en ese árbol? —preguntó el tal Wis siguiendo con la mirada la dirección de los maderos clavados en el tronco, hasta que se topó con la visión de la casa— oh, ya veo.

      —Te lo dije —bufó el moreno observando también la casa con los brazos en jarras y un aire de suficiencia realmente irritante—. Una niña jugando a las casitas.

      —No es de tu maldita incumbencia —siseé clavándole los ojos.

      En aquel momento sentí una vibración en el muslo. Abrí la bandolera y saqué mi móvil. Era el número de casa de tía May. Descolgué enseguida.

      —¿Diga?

      —Lor, cielo, ¿estás bien? —preguntó mi tía en tono apremiante.

      —¿Qué? —Aquello no me lo esperaba—. Sí, sí— me apresuré a responder.

      Por el rabillo del ojo vi que los dos desconocidos intercambiaban una mirada con las cejas levantadas en mi dirección.

      —¿Qué ocurre, tía May?—pregunté al teléfono.

      —Se me ha caído la sal y he pensado en ti, así que creía que te había pasado algo.

      Aquello sí que no lo entendí, pero me hizo recordar una cosa.

      —¿No se suponía que te habías acostado?— pregunté.

      —Sí—respondió—, pero me levanté hace diez minutos.

      —Bueno tía May —bajé la voz para que aquellos dos no pudiesen oírme y pensaran que estaba loca—, siento que se te haya caído la sal, no sé muy bien cómo funciona eso pero yo estoy bien, me he subido a un árbol y me he caído, pero estoy perfectamente —me apresuré a calmarla—. En cuanto a JB…—vacilé en cuanto pronuncié su nombre, no había vuelto a pensar en el caballo desde que se alejó de allí y me había precipitado al vacío— se ha escapado. Seguro que no tardarás en verlo llegar a casa. Yo volveré a pie.

      —¿Dónde estás? —preguntó abruptamente.

      —En…la zona oeste del lago —respondí vacilante.

      —Llamaré a Cyrus para que te recoja.

      —No es necesario —me apresuré en responder—.Daré un paseo hasta casa, no tardaré.

      —Insisto, tú ve a la carretera.

      Y colgó. ¿Qué pasaba últimamente? ¿Todo el mundo me tenía que dejar con la palabra en la boca?

      —Estupendo —mascullé guardándome el teléfono otra vez.

      Me volví hacia los chicos.

      —Perdona por haberte aplastado —me disculpé con el rubio—. Mi caballo se encabritó y se escapó mientras trataba de bajar, perdí pie y caí. Siento si te he hecho daño.

      El chico sonrió con una dentadura perfecta y reluciente.

      —Cuando quieras repetimos, princesa. Pero si te has quedado sola, lo mejor será que te acompañemos a casa.

      Dios mío, que me acompañase a casa un chico de aquellas características, en cualquier otro momento habría sido lo más, pero en aquel instante y con su amigo cerca no me pareció buena idea.

      —No hace falta —dije agitando la mano para disuadirlo—, ya han enviado a alguien a buscarme, no tardarán en llegar.

      El chico sonrió de medio lado y se acercó a mí lentamente, captando toda mi atención con su tranquilo caminar, paró a escasos centímetros de mí, y tuve que alzar la cabeza para mirarle a los ojos. Eran casi hipnóticos.

      —Te has dado un buen golpe —dijo suavemente mientras me acariciaba la mejilla con el pulgar, di un respingo ante aquel contacto pero fui incapaz de moverme, me tenía completamente atrapada en aquellos ojos—. Podrías marearte por el camino, te acompañaremos hasta que te recojan. Aunque haya sido sin querer, te he salvado la vida, déjame asegurarme de que estás bien.

      —Sólo tengo que ir a la carretera…—susurré.

      Se apartó sonriente de mí y pegó una palmada al aire para luego frotarse las palmas.

      —Pues no se hable más, hacia la carretera. Vamos Alex —dijo apartando sus ojos de mí para mirar a su amigo—, tenemos que acompañar a la señorita.

      Para mi sorpresa, el moreno no dijo nada, únicamente se limitó a alzar una ceja.

      —Me llamo Wis —se presentó el rubio mientras me hacía un ademán con la mano para invitarme a comenzar la marcha.

      Empecé a andar y él se puso a mi lado.

      —Es un placer, Wis —dije titubeante—. Yo soy Lor.

      —Un nombre muy bonito, casi tanto como su dueña.

      Miré al suelo sintiendo el ardor de mis mejillas. Un chico como aquel debía de tener a miles de chicas. No entendía por qué me decía aquellas cosas, seguramente se lo decía a todas con las que se cruzaba, pero eso no evitaba que me ruborizase.

      —Por favor —resopló el moreno.

      Caminaba detrás de nosotros con las manos metidas en los bolsillos de los tejanos. Wis se volvió hacia él.

      —A diferencia de ti, mi querido Alex, yo sé apreciar la belleza.

      —Lo que tú digas, Wis —farfulló el interpelado—. Aprecia la belleza que te dé la gana, pero sin torturar a mis oídos.

      Seguí caminando hacia delante sin detenerme y de vez en cuando espiaba las facciones de Wis, que caminaba hacia atrás justo a mi lado. Le vi apretar la mandíbula y contenerse. Sin lugar a dudas no quería ser grosero con su amigo, tal vez porque yo estaba delante. Pero me contentó ver que no solo me sacaba a mí de mis casillas. Escuché el ruido de un motor aproximarse. Wis se volvió de golpe hacia la dirección de dónde provenía, faltaban pocos metros para llegar a la carretera y me adelanté de una carrera.

      Fui la primera en salir del bosque. Vi la furgoneta de Cyrus recorriendo la carretera lentamente, en cuanto me vio aceleró hasta llegar a mí para luego detenerse con la ventanilla del copiloto bajada. Tenía el teléfono móvil en la oreja.

      —Ya la veo —dijo a su interlocutor—. Enseguida vamos —colgó y guardó el teléfono. Luego me echó un vistazo y preguntó — ¿Qué ha pasado, preciosa?

      Wis y Alex salieron de la espesura en ese momento y se detuvieron inmediatamente detrás de mí. Cyrus alzó el rostro al verlos y volvió


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