La organización familiar en la vejez. Ángela María Jaramillo DeMendoza
Gracias al constante rejuvenecimiento de la sociedad, es posible desarrollar nuevas herramientas, nuevos significados y sentidos de vida que se configuran en la formación de nuevos individuos, expuestos a condiciones diferenciales que muestran nuevos potenciales para el cambio social y nuevas orientaciones del comportamiento (Mannheim, 1970). Por esto, asuntos como los arreglos residenciales se transforman con el paso del tiempo, ya que, según las condiciones históricas en las que se forman los sujetos, organizan su vida familiar y residencial. Un ejemplo es la posibilidad que tienen los ancianos contemporáneos de vivir de forma independiente, distinto a sus padres y abuelos, quienes por lo general lo hicieron en grupos familiares compuestos por distintos parientes.
Con la lógica de las cohortes, la situación y la posición social experimentada en la vejez se comprenden como parte del curso de vida que se va definiendo por los acontecimientos, las decisiones y las conductas de los individuos en etapas anteriores de su trayectoria. Ello permite un acercamiento al análisis de la importancia de los cambios que se producen en la vejez dentro del contexto de la existencia evolutiva de los individuos, sus familias y sociedades, incluidos en el análisis distintas variables como la situación laboral anterior, las pautas de matrimonio y fecundidad, el nivel educativo, la ocupación, los ingresos, entre otros (Véron, 2007, citado en Jaramillo, 2012).
Las cohortes de personas mayores se suceden, pero no se parecen; cambian según sus características socioeconómicas (Légaré, Marcil-Gratton y Carrière, 1991). En ese sentido, resulta interesante establecer las diferencias económicas, sociales y culturales entre las distintas cohortes a medida que pasa el tiempo y se despliega la sociedad. Esto puede aportar evidencia para mostrar la estrecha relación existente entre estructura socioeconómica y envejecimiento, ya que “por un lado, los cambios en las estructuras sociales alteran el proceso de envejecimiento individual y, por otro, cambios en el proceso de envejecimiento individual producen cambios estructurales” (Programa de Población y Desarrollo Local Sustentable, 2007, citado en Jaramillo, 2012, p. 90). Un ejemplo es el proceso de centralización e institucionalización de la protección social, que favorece las posibilidades de independencia económica en la vejez. Asimismo, las oportunidades de continuidad laboral como una alternativa de actividad en la vejez pueden contribuir en la producción económica y avance social del país.
Consecuencias del envejecimiento demográfico
La demografía del envejecimiento es un campo nuevo que favorece la comprensión del envejecimiento y la vejez como un fenómeno dinámico y abierto que depende de la evolución social de cada grupo humano. Es una perspectiva diferente a las disciplinas de la gerontología y la geriatría que incluye el análisis de las condiciones demográficas y sus contextos. Uno de sus principales intereses es establecer las consecuencias económicas, sociales y culturales del envejecimiento demográfico (Légaré, 2004; World Health Organization y National Institute on Aging, 2011).
El análisis de la solidaridad es una de las principales implicaciones económicas, y se refiere a las personas dependientes que se encuentran a cargo de los que no lo son. En las sociedades más tradicionales, la solidaridad familiar es la encargada de asumir los costos de la dependencia; mientras que en las sociedades modernas esta función la ocupa el Estado, con el fin de asegurar a los jóvenes una formación adecuada para la vida profesional, y a las personas mayores un tiempo de descanso, luego de las labores de la vida activa (Légaré, 2004). Esto se conoce como solidaridad intergeneracional. Cada generación se convierte en un apoyo para la siguiente, pero ¿qué pasa cuando hay menos hijos? ¿Los valores o sentidos de obligación cambian? ¿Quién apoya? (Véron, 2007).
En las consecuencias sociales se destacan los modos de vida. En los países industriales de Occidente, la forma más común de vida es la pareja, que varía por los efectos de las separaciones y la viudez. Al no vivir con pareja, la corresidencia con otros es reflejo de una cierta dependencia física, afectiva o económica. Sin embargo, en regiones como América Latina y el Caribe, las personas mayores, con pareja o sin esta, viven por lo general en familias extensas, pero con el proceso de urbanización y la generalización de espacios habitacionales cada vez más pequeños se problematiza este tipo de arreglo (Légaré, 2004).
Respecto a las implicaciones culturales, se destaca la etnia y la religión como dos de las características que distinguen las sociedades. En regiones como América Latina y el Caribe, se debe afrontar un envejecimiento particular que combina la expansión simultánea de las poblaciones jóvenes y viejas, diferente a los países industrializados. Asimismo, el sexo, el estado civil y el nivel educativo hacen que la función social de las personas mayores varíe de una cultura a otra. Un ejemplo es la emancipación femenina, que en las sociedades industriales se refleja en autonomía e independencia, distinto a las sociedades en las que la función social de mujer todavía se encuentra centrada en las actividades domésticas (Légaré, 2004).
Los efectos mencionados muestran que el envejecimiento y la vejez son asuntos de interés para las ciencias sociales, pues replantean las nociones de tiempo y edad como categorías universales, abstractas y objetivas, que determinan el sujeto cronológica y fisiológicamente. Se reconoce una “temporalidad” que introduce una concepción cualitativa de los tiempos sociales ligados a las actividades humanas que permite estudiar los tiempos concretos y heterogéneos de los modos de vida, así como las transformaciones en las formas de organización social (Membrado, 2010). El estudio de los arreglos residenciales de las personas mayores permite conocer la influencia del envejecimiento en la dinámica y desarrollo de la sociedad, así como las formas en las que las personas responden a las tensiones que implica este cambio social.
Los arreglos residenciales de las personas mayores
Al hablar de las familias de los ancianos, es importante distinguir entre hogar y familia. Aunque pueden ser equivalentes, la diferencia se halla en su particularidad: mientras que la familia se refiere a una unidad biológica natural,3 el hogar es unidad económica y residencial (Marc, 2004; Ruiz y Rodríguez, 2011); pero su interpretación no se puede reducir a estos rasgos, ya que el significado y sentido varía según las condiciones sociales e históricas. Su carácter diverso hace que la comprensión de la familia y el hogar no tenga valor, sino una vez definidos en un contexto preciso.
La familia se puede analizar en cuanto a su estructura, funciones y dimensiones relacionales y transaccionales (intrafamiliar y con el exterior). Entre tanto, la noción de hogar la concibieron los estadísticos y los demógrafos en las sociedades occidentales en búsqueda de una unidad estadística de observación operacional que permitiera contar los individuos sin omisión, ni doble registro, en los censos y encuestas. Su objetivo no ha sido, ni es, el estudio de la familia. Sin embargo, esta noción es la que ha orientado el estudio de las formas de la familia (Pilon, 2004).
La pertinencia del hogar ha sido muy discutida (Netting et al., 1984; Amira, 1987; Lacombe y Lamy, 1989; McDonald, 1992; Burch, 1993; Sala Diakanda, 1988, citado en Pilon, 2004). Es posible cohabitar con alguien sin ser pariente, especialmente en las ciudades; pero también se puede ser pariente y vivir separado. Un ejemplo son las ciudades africanas, donde es relativamente común la no corresidencia entre esposos y niños dependientes, en parte debido a la poligamia. Por otra parte, la unidad residencial no coincide necesariamente con las unidades de producción y de consumo; pueden ser distintas, con una formación conducida por los distintos valores de cada sociedad. Es posible que varias formas de producción y consumo coexistan en el interior de una sociedad (Pilon, 2004).
El hogar no es un hecho que se da al azar. Es una de las formas de agrupamiento de los individuos que, independiente de sus lazos familiares, se reúnen en un mismo lugar para vivir cotidianamente durante algún tiempo. Es el reflejo de una realidad social y una vivencia personal. Por lo general, los lazos familiares conducen y condicionan los arreglos residenciales. En ese sentido, el hogar es una situación que puede coincidir con la familiar y económica. Allí se encuentra su utilidad para el estudio de la familia, como una variable indirecta (Marc, 2004; Pilon, 2004; Ruiz y Rodríguez, 2011).
Como lo menciona Pilon