Caminos y fundaciones: Eje Sonsón-Manizales. Jorge Enrique Esguerra Leongómez

Caminos y fundaciones: Eje Sonsón-Manizales - Jorge Enrique Esguerra Leongómez


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la cuadrícula deseada, muchas veces resultaba en la realidad una retícula irregular, dado que los ángulos muy pocas veces se lograban en los presupuestados noventa grados, como en el caso de Santa Fe de Antioquia (ver figura 5). Y eran raros los trazados complejos que incluyeran, por ejemplo, diagonales, así como no se concibieron nunca grandes ejes jerárquicos; los escasos rasgos innovadores pudieron provenir de artífices instruidos con vasta experiencia. Pero la diferencia entre el común de las fundaciones y aquellas que dejan apreciar alguna intención académica o estética es abismal, hasta el punto de que, a pesar de las particularidades impuestas por los accidentes del lugar, se ha considerado que existe un solo tipo de traza-modelo, el reticular, y como constantes, los elementos por ordenar: plaza, calles, manzanas, iglesia y cabildo; como variables, la geometría de las manzanas y su patrón de subdivisión en solares, la relación tópica plaza-iglesia7 (Salcedo, 1996, p. 64) y otros eventuales, como la inclusión de murallas. El tamaño de la plaza, las calles, las manzanas y los solares eran del resorte de otro tipo de experiencias y de condiciones climáticas, de normativas y de costumbres que se sobrepusieron a la concepción común básica de la retícula, que es una acción eminentemente práctica. Como bien señala Salcedo, la significación de la ciudad en América no precisó de tratadistas:

      estaba en el interior de cada hombre, formaba parte de su pensamiento, entre mágico y religioso, que lo impelía a consagrar el territorio que conquistaba y poblaba, única forma que deviniera real. Desde la elección del sitio de la fundación hasta el reparto de los solares entre los vecinos es posible encontrar esta forma de pensamiento totalizador, unificador de lo práctico y lo sagrado. (Salcedo, 1996, pp. 48-49)

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      Figura 5. Traza de Santa Fe de Antioquia

      Fuente: Colcultura (1996).

      El antecedente fundacional urbano en el centroccidente de Colombia

      A pesar de que el territorio antioqueño fue poblado inicialmente por los españoles en el período de la Conquista (siglo XVI), por el hecho de que su localización es interior, sus ciudades no fueron fundadas con un criterio estrictamente estratégico militar, como lo fue Cartagena, sino político y económico. Es decir, su función principal, que era la de todas las fundaciones españolas de la Colonia, se fundamentó en la centralización del control territorial y poblacional indígena ejercido mediante el poder monárquico extendido desde ultramar; pero su particularidad radicaba en que fueron ubicadas cerca de yacimientos de minerales preciosos, principalmente de oro, a los que debían abastecer. Como señala Germán Colmenares (1984, p. 245), “casi ningún centro minero, por importante que fuera, pudo establecerse o perdurar independientemente de las ciudades que debían abastecerlo o de las cuales dependía administrativamente”. Sin embargo, la actitud fundadora que prevaleció con el establecimiento de esos primeros núcleos urbanos mineros fue eminentemente conquistadora, es decir, se realizó bajo la égida de una penetración militar, al mando de un comandante representante del rey o “adelantado” y en lucha agresora contra las tribus indígenas que habían poblado la región desde antaño. El conquistador que recibía derechos territoriales por la vía de una capitulación o donación estaba obligado, como señala José Luis Romero, “a tomar posesión de su territorio, de dimensiones hipotéticas”. Y una vez sobre el terreno “tenía que transformar en realidad esa hipótesis”. Para tomar posesión “necesitaba producir un hecho, y consistió generalmente en la fundación de ciudades” (Romero, 1984, p. 54).


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