Corrientes de psicología contemporánea. Martín Echavarría

Corrientes de psicología contemporánea - Martín Echavarría


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novedades teóricas de este período son su modificación de su teoría de las pulsiones, y la modificación de su modelo tópico.

      Según Freud, hay tres perspectivas que se pueden adoptar en el estudio psicoanalítico del psiquismo: 1) la tópica, que es la que analiza los distintos “lugares” (de allí el nombre) en que se divide el aparato psíquico; 2) la dinámica, que, como para Herbart, consiste en el estudio de los conflictos entre lo consciente y lo inconsciente; y 3) la económica, que se concentra en el estudio de la distribución de la energía del aparato psíquico. La que se suele llamar “primera tópica” es la división del aparato psíquico que Freud hace en el período fundacional del psicoanálisis: Consciente, preconsciente, inconsciente. La segunda tópica es su concepción definitiva de tres instancias psíquicas fundamentales: yo, ello y superyó (Figura 2).

      Figura 2 (©2010 Martín F. Echavarría): Segunda tópica freudiana

      Lo esencial de su pensamiento anterior, es decir, su mecanicismo y determinismo, la importancia de lo inconsciente, el mecanismo de formación de síntomas y la centralidad etiológica de la sexualidad y del complejo de Edipo, se mantienen. Freud, poco a poco, (en parte por críticas internas al movimiento psicoanalítico y de autores que lo abandonan, como Adler y Jung) se ha ido dando cuenta de las limitaciones de su sistema, que deja mucho sin explicar, y debe introducir modificaciones importantes.

      “El ello, dice Freud, representa la finalidad original del individuo”, es decir, el individuo inicialmente es un puro ello, un eso, una realidad impersonal. Al principio no seríamos personas, un “yo”. El pensamiento de Freud en este sentido es incompatible con cualquier tipo de posición personalista. Uno es un eso hasta que llega, por la influencia de la familia y de la sociedad, a hominizarse y a tener un yo. Inicialmente no tendríamos (ni seríamos) un yo (a lo sumo tendríamos lo que a veces Freud llama yo-ello), pues somos un ello, una cosa impersonal.

      Es decir, nosotros, como individuos, tenemos una finalidad que está dictada por las pulsiones de vida (Lebenstrieb) y de destrucción (Destruktionstrieb); estas pulsiones (Triebe) son una traducción psíquica de las necesidades orgánicas. Una tiene una finalidad constructiva, la pulsión de vida, y la otra tiene una finalidad destructiva. Por eso, el conflicto está inscrito en la misma naturaleza del individuo; si es que se puede hablar aquí de naturaleza, porque realmente no la hay. Para Freud cada individuo evoluciona y esto quiere decir que va cambiando de naturaleza.

      Al principio, antes de entrar en contacto cognoscitivo con el mundo exterior, en el ello-cuerpo están las pulsiones que tienden a alcanzar inmediatamente sus metas. Pero la realidad deniega esta satisfacción inmediata. ¿De qué “realidad” se trata? Antes que nada del entorno familiar: mi padre me dice que no. Por eso en la superficie del ello se forma una especie de “callo” psíquico, una instancia que tiene como misión la mediación entre el ello y la realidad exterior. La realidad y el ello están en conflicto, entonces nos hacemos duros y ponemos una especie de mediador que satisface en parte a la realidad y en parte al ello. Ese mediador es el yo.

      En este modelo, el yo no se identifica con la conciencia, porque si bien una parte del yo es consciente-preconsciente, la que está en comercio con el mundo exterior, una parte es inconsciente, pues está dirigida hacia el ello, en la medida en que los mecanismos de defensa, el principal de los cuales es la represión, son funciones del yo. Por eso, el yo tiene un aspecto que es inconsciente.


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