Corrientes de psicología contemporánea. Martín Echavarría

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como lo llamará después) es el reservorio de toda la energía (ver Anexo 1). Más adelante, esa energía va a investir determinados objetos presentes en las representaciones. En principio no hay para Freud una conexión natural entre fin y objeto. Es la biografía de la persona la que los conectaría. El primer objeto significativo es la madre. Es por ello que para Freud la madre es el prototipo del objeto sexual. Atiéndase bien a esto: para Freud el único tipo de relación amorosa posible es el que ve a los otros como objetos de descarga de la energía sexual. Por naturaleza no hay aquí lugar para el amor de benevolencia, ni para ningún tipo de amor desinteresado u oblativo. De aquí procede también la expresión “relaciones objetales” (Objektbeziehung; Object-relation), que tendrá un desarrollo propio en algunos psicoanalistas posteriores (M. Klein, D. Winnicott, M. Balint, R. Spitz). Las relaciones objetales no son en Freud relaciones personales. Se trata de la relación entre un exceso de energía que debe ser descargado y el objeto que permite tal descarga. Por eso, en Freud el afecto es siempre egocéntrico. Si amo a los demás es porque a través de ellos me amo a mí mismo67.

      7. El complejo de Edipo

      Por ser la madre el primer objeto sexual, en la fase fálica del desarrollo de la libido aparece el complejo de Edipo (Ödipuskomplex), complejo nuclear de toda neurosis. Este complejo, conjunto de representaciones cargadas de afecto, se refiere al deseo de tener satisfacción sexual con la madre y de eliminar al obstáculo a este deseo, que es el padre. Se trataría de ocupar el lugar del padre junto a la madre, para obtener de ésta el placer sexual.

      El complejo de Edipo alcanzaría su período de máximo desarrollo en la fase fálica del desarrollo sexual, entre los tres y los cinco años. A partir de los seis años, por la acción de la represión, el complejo de Edipo pasaría a su período de latencia, dando lugar a la amnesia infantil, que explicaría por qué no recordamos el conflicto edípico en la adultez. Durante la latencia del Edipo, las relaciones objetales se desexualizarían, y aparecerían los sentimientos estéticos (asco, repugnancia, etc.) y éticos característicos del adulto. Como todo lo reprimido, el Edipo tiende a resurgir en la pubertad, en la que se debe superar a través de la identificación definitiva con las figuras paternas, y la aceptación de los tabúes del incesto y del parricidio.

      8. Neurosis y perversión

      Las vicisitudes de la sexualidad infantil serían, entonces, las responsables del surgimiento de la patología psíquica, especialmente de las psiconeurosis y perversiones (parafilias):

      Una proposición de la patología general nos dice que todo proceso de desarrollo conlleva los gérmenes de la predisposición patológica, pues puede ser inhibido, retardado, o discurrir de manera incompleta. Lo mismo es válido para el tan complejo desarrollo de la función sexual. No todos los individuos lo recorren de una manera tersa, y entonces deja como secuela o bien anormalidades o unas predisposiciones a contraer enfermedad más tarde por el camino de la involución (regresión). Puede suceder que no todas las pulsiones parciales se sometan al imperio de la zona genital; si una de aquellas pulsiones ha permanecido independiente, se produce luego lo que llamamos una perversión y que puede sustituir la meta sexual normal por la suya propia. [...]

      He aquí la famosa afirmación freudiana de que la neurosis y la perversión se relacionan como lo positivo y lo negativo; son como las dos caras de una misma moneda. Ambas tendrían su origen en la independencia de las pulsiones parciales infantiles. En el caso de la perversión, la pulsión parcial se satisfaría directamente en la realidad, mientras que en el neurótico ésta habría sido mal reprimida.


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