Corrientes de psicología contemporánea. Martín Echavarría
por reparar. Y ése es el primum movens de todas las combinaciones psíquicas: pero la neurosis, en su riqueza simbólica aparente, deriva enteramente de esa turbulencia energética primaria. / El ello de la segunda tópica, aun si parece significativamente hipostasiar el polo pulsional, no hace en el fondo más que personalizar ese principio de turbulencia energética, contrariamente a sus homólogos groddeckiano, incluso nietzscheano”. En todo caso, Assoun racionaliza demasiado a Freud, que es un autor lleno de contradicciones: es racionalista e irracionalista; desmitificador y “filómitos”; ilustrado y posmoderno... Las novedades teóricas de las pulsiones de vida y de muerte, y la segunda tópica, desequilibran su edificio teórico, y lo llenan de contradicciones que Freud nunca resuelve. Eros y destrucción son para Freud a la vez fuerzas divinas (diabólica en realidad la pulsión de muerte), y el resultado de los avatares de la energía psíquica.
105 Freud tiene un escrito que se llama “Análisis terminable e interminable” y todos podemos tener experiencia de muchos psicoanálisis que duran 15 o 20 años.
106 Cf. S. Freud, “Esquema del psicoanálisis”, en Obras completas, vol. XXIII, Amorrortu, Buenos Aires 1996, 146-147.
107 Cf. “El problema económico del masoquismo”, en Obras completas, vol. XIX, 166: “el principio de Nirvana expresa la tendencia de la pulsión de muerte; el principio de placer subroga la exigencia de la libido, y su modificación, el principio de realidad, el influjo del mundo exterior”. Cf. J. Laplanche - J. B. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, 295-296 (voz Principio de Nirvana): “El término ‘nirvana’, difundido en occidente por Schopenhauer, está tomado de la religión budista, en la cual designa la ‘extinción’ del deseo humano, la aniquilación de la individualidad, que se funde en el alma colectiva, un estado de quietud y felicidad perfectas. [...] el ‘principio de nirvana’ designa algo distinto de la ley de constancia o de homeostasis: la tendencia radical a llevar la excitación al nivel cero, como Freud la había enunciado con el nombre de ‘principio de inercia’.”
108 S. Freud, “Análisis terminable e interminable”, 237: “Como es sabido, la situación analítica consiste en aliarnos nosotros con el yo de la persona objeto a fin de someter sectores no gobernados de su ello, o sea, de integrarlos en la síntesis del yo. El hecho de que una cooperación así fracase comúnmente con el psicótico ofrece un punto firme para nuestro juicio. El yo, para que podamos concertar con él un pacto así, tiene que ser un yo normal. Pero ese yo normal, como la normalidad en general, es una ficción ideal. El yo anormal, inutilizable para nuestros propósitos, no es por desdicha una ficción. Cada persona normal lo es sólo en promedio, su yo se aproxima al del psicótico en esta o aquella pieza, en grado mayor o menor, y el monto del distanciamiento respecto de un extremo de la serie y de la aproximación al otro nos servirá provisionalmente como una medida de aquello que se ha designado, de manera tan imprecisa ‘alteración del yo’.”
109 “El yo y el ello”, 47.
110 S. Freud, “El malestar en la cultura”, 134.
111 S. Freud, “El malestar en la cultura”, 134.
112 Cf. S. Freud - O. Pfister, Correspondencia (1909-1939), Fondo de Cultura Económica, México 1966, 16-18 (24 de noviembre de 1927): “Su sustituto para la religión es esencialmente el pensamiento de la Ilustración del siglo xviii, renovado y modernizado en forma soberbia. [...] El criterio que usted defiende lo caracterizó ya Nietzsche con las palabras: ‘Se habrá entendido ya a dónde quiero llegar, a saber, que sigue siendo una fe metafísica la que sirve de apoyo a nuestra fe en la ciencia, y que también nosotros, los científicos de ahora, los ateos y antimetafísicos, tomamos todavía nuestro fuego de la hoguera que incendió una fe milenaria, la fe de los cristianos que fue la de Platón: de que Dios es la verdad y que la verdad es divina... ¿Pero qué sucederá si esto resulta cada vez menos creíble, si ya nada permanece divino, con excepción del error, de la ceguera, de la mentira?’” ; Ibidem: “Yo no entiendo bien el concepto que tiene usted de la vida. Es imposible que todo se reduzca a lo que usted rechaza como final de la ilusión y que usted alaba como único contenido verdadero. Este mundo sin templos, sin arte, sin poesía, sin religión, es a mi modo de ver una isla del demonio a la que sólo un Satanás, y no el azar ciego, podría empujar a los hombres. [...] Si formara parte del tratamiento psicoanalítico el lograr que los pacientes aceptaran este mundo desolado como la noción suprema de la verdad, yo entendería muy bien que estas pobres gentes prefirieran recluirse en la celda de su enfermedad en lugar de marchar por este desierto helado y horrible”.
113 Cf. G. Vattimo, Introducción a Nietzsche, Península, Barcelona 1996, 114, nota 20: “No se olvide que Nietzsche atribuye al nihilismo un doble sentido posible: un sentido pasivo o reactivo, en que el nihilismo reconoce la insensatez del devenir y en consecuencia desarrolla un sentido de pérdida, de venganza, de odio por la vida; y un nihilismo activo que es propio del ultrahombre, que se instala explícitamente en la insensatez del mundo para crear nuevos valores.”
114 Cf. S. Freud, “El malestar en la cultura” (1930), en Obras completas, vol. XXI, Amorrortu, Buenos Aires, 77.
115 S. Freud, “Tótem y tabú. Algunas concordancias entre la vida de los salvajes y de los neuróticos” (1913), en Obras completas, vol. XIII, Amorrortu, Buenos Aires 1994, 155-156.
116 “El yo y el ello”, 38-39.
117 “El yo y el ello”, 39-40. Cf. “Esquema del psicoanálisis”, 145: “ello y superyó, a pesar de su diversidad fundamental, muestran una coincidencia en cuanto representan los influjos del pasado: el ello, los del pasado heredado; el superyó, en lo esencial, los del pasado asumido por otros.” Ibidem, 209: “Una parte de las conquistas culturales sin duda ha dejado como secuela su precipitado dentro del ello, mucho de lo que el superyó trae despertará un eco en el ello, y no poco de lo que el niño vivencia como nuevo experimentará un refuerzo porque repite un ancestral vivenciar filogenético. (‘Lo que has heredado de tus padres, adquiérelo parta poseerlo’ [Goethe].) De este modo, el superyó ocupa una suerte de posición media entre ello y mundo exterior, reúne en sí los influjos del presente y el pasado”
118 S. Freud, “Moisés y la religión monoteísta” (1939), en Obras completas, vol. XXIII, Amorrortu, Buenos Aires 1994, 130.
119 Es significativo que una de las obras principales de la famosa psicoanalista Melanie Klein se llame “Amor, culpa y reparación”.
120 En su imaginación, Freud es una especie de nuevo Moisés, pero que en vez de venir a traer la Ley, viene ayudar superarla. Cf. D. Backan, Freud et la mystique juive, 182-183: “Si los judíos representan la autoridad de la Ley, sólo un judío puede declarar que la Ley está muerta. El psicoanálisis, en su significación cultural más amplia, puede ser contemplado fundamentalmente como un esfuerzo por modificar la imagen clásica del judío. El judío no se sostiene más ante la sombra de Moisés exigiendo una adhesión estricta a la letra de la Ley, como Shylock de Shakespere, sino que se convierte más bien en un personaje paternal, paciente e indulgente, tolerante y comprensivo ante