Corrientes de psicología contemporánea. Martín Echavarría

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y “ética”, como la llama Lacan; cf. Ibidem, 150: “Lo operativo es la propia fibra del deseo del analista, aun cuando éste ‘haga de muerto’. El objeto de ese deseo no es su goce personal, y tampoco se trata del deseo de ser analista: se trata de su deseo de análisis, ordenado según el ‘orden del deseo’ como exigibilidad de la verdad de los sujetos, uno por uno. Este énfasis en el actuar del analista hace eco a la idea de que ‘el psicoanálisis ha desempeñado un papel en la dirección de la subjetividad moderna’”.

      138 En una carta, dice Freud a Pfister: “Mi observación de que los analistas de un futuro hipotético no pueden ser sacerdotes no suena muy tolerante, lo admito. Pero piense en el hecho de que yo hablo de un futuro remoto. Por el momento me vienen bien hasta los médicos, ¿por qué no los sacerdotes? [...]. Naturalmente nos podemos servir del derecho humano a la incoherencia, hacer un poco de camino con el análisis, después pararnos e ir regularmente a la iglesia el domingo como por ejemplo hacía Charles Darwin”.

      139 Cf. “Esquema del psicoanálisis”, 176: “el paciente escenifica ante nosotros, con plástica nitidez, un fragmento importante de su biografía, sobre el cual es probable que en otro caso nos hubiera dado insuficiente noticia. Por así decir, actúa ante nosotros, en lugar de informarnos”.

      140 Cf. S. Freud, “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”, 47: “Siempre que tratamos psicoanalíticamente a un neurótico, le sobreviene el extraño fenómeno de la llamada transferencia, vale decir, vuelca sobre el médico un exceso de mociones tiernas, contaminadas hartas veces de hostilidad, y que no se fundan en ningún vínculo real; todos los detalles de su emergencia nos fuerzan a derivarlas de los antiguos deseos fantaseados del enfermo, devenidos inconscientes”.

      141 A pesar de su orientación nietzscheana, atea y visceralmente anticatólica, merece la pena leer el libro de Michel Onfray, El crepúsculo de un ídolo, ya citado, en el que se desmonta el mito freudiano pieza por pieza desde el punto de vista histórico. Su conclusión principal es que el psicoanálisis “es una disciplina que pertenece al ámbito de la psicología literaria, procede de la autobiografía de su inventor y funciona a las mil maravillas para comprenderlo a él, y sólo a él” (p. 34). Entre los estudios críticos recientes, otro que tuvo más resonancia fue C. Meyer (Dir.), El libro negro del psicoanálisis, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 2007.

      142 E. Pavesi, Follia della croce o nevrosi? “Funzionari di Dio. Psicogramma di un ideale” di Eugen Drewermann e la critica della psicologia del profondo alla religione, Cristianità, Piacenza 1998, 89.

      143 Ibidem, 92.

      144 M. Onfray, El crepúsculo de un ídolo, 34.

      1. El Narcisismo según Havelock Ellis

      El narcisismo sería, entonces una conducta sexual que consiste en una excitación erótica provocada por la contemplación cautivante de la propia belleza. Para Ellis es un fenómeno que se daría mayormente en las mujeres, que podría formar parte de la normalidad, y que se manifestaría en la contemplación en el espejo. Ellis observa que en general en la vida sexual la autoobservación es uno de los excitantes:

      Pero esta inclinación podría transformarse en patológica si llegara al extremo de convertirse en exclusiva:

      Sintetizando la posición de Ellis podemos decir lo siguiente:

      A) Narcisismo es un término utilizado para designar un fenómeno específicamente sexual-genital (aunque no faltan en Ellis referencias al psicoanálisis, ni tampoco algunos ejemplos en los que el carácter propiamente sexual del fenómeno no queda del todo claro).

      B) Este fenómeno consiste en la excitación sexual (que no necesariamente llega al orgasmo) a partir de la contemplación admirada de la propia belleza.

      C) Esta conducta pertenecería, de ordinario, a la vida sexual normal.

      D) Si se transforma en una conducta exclusiva, que excluye totalmente al otro, se transforma en patológica.

      E) Se conecta muy claramente con la fábula de Narciso, no sólo por el enamoramiento de sí mismo, sino por la referencia a los espejos.

      Como


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