Corrientes de psicología contemporánea. Martín Echavarría
De este modo, Freud juega el rol de un nuevo Moisés que aporta una nueva Ley consagrada a la libertad psicológica individual”.
121 Cf. M. Onfray, El crepúsculo de un ídolo, 445: “Ni siquiera la doctrina escapa a una lectura comparada con el esquema cristiano: el psicoanálisis como parusía que redime los pecados filogenéticos del mundo que son el asesinato del padre, el banquete caníbal, el complejo de Edipo; la verdad del mundo sensible que reside en un principio inteligible, el inconsciente, una instancia metapsicológica invisible, omnipotente, omnipresente, omnisciente, increada, inmortal, eterna, inaccesible al tiempo, con un papel similar al de una Providencia que veda todo libre albedrío; un fruto prohibido, el incesto, y una soteriología, el psicoanálisis y su ritual en el diván, para asegurar la redención a través de una terapia por la palabra que recuerda en más de un concepto a la confesión auricular”.
122 “¿Pueden los legos ejercer el análisis?”, 232.
123 El hecho de que el psicoanálisis no se aprenda sino por el contacto de un discípulo con un maestro, en una experiencia personal, más que por vía teórica y pública, es uno de los signos de su carácter no científico, sino espiritual, y hay quien ve en ello conexiones con la Cábala; cf. D. Backan, op. cit.
124 “¿Pueden los legos ejercer el análisis?”, 233.
125 “¿Pueden los legos ejercer el análisis?”, 236.
126 Cf. J. Laplanche – J. B. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, 225 (voz Metapsicología): “Término creado por Freud para designar la psicología por él fundada, considerada en su dimensión más teórica. La metapsicología elabora un conjunto de modelos conceptuales más o menos distantes de la experiencia, tales como la ficción de un aparato psíquico dividido en instancias, la teoría de las pulsiones, el proceso de la represión, etc.”
127 Cf. S. Freud, Zur Psychopathologie des Alltagsleben, trad. esp. “Psicopatología de la vida cotidiana”, en Obras completas, vol. VI, Amorrortu, Buenos Aires 1991, 251. Téngase en cuenta que Freud escribía esto en los comienzos mismos del psicoanálisis, en 1901, en la obra que sigue a La interpretación de los sueños (1900), demostrando que el proyecto de transformar el psicoanálisis en metapsicología, es decir, en la superación inmanentista de la metafísica y de la teología está en los inicios mismos de su carrera, y es su finalidad última. El nombre aparece ya en las cartas a Fliess, es decir en los años de gestación del psicoanálisis, en las que aparece esta expresión como posible nombre de esta psicología que se dirige a lo inconsciente: “A propósito, quería preguntarte seriamente si crees que puedo adoptar el nombre de ‘metapsicología’ para mi psicología que penetra tras la conciencia” (carta del 10/03/1898); “Mi hijo ideal, mi hijo problema: la metapsicología” (carta del 12/12/1896).
128 P.-L. Assoun, Psychanalyse, Presses Universitaires de France, Paris 1997, 360.
129 Ibidem, 361.
130 “¿Pueden los legos ejercer el análisis?”, 239-240.
131 Por este motivo, nos resultan realmente desconcertantes afirmaciones como ésta: “Porque en la medida en que el psicoanálisis es una terapia personalista, no puede sino aceptar la fundamental libertad del hombre. Aunque por las premisas filosóficas de las cuales parte la niega, clínicamente la afirma en todo momento” (E. Komar, Curso de Metafísica 1972-1973. I. Inmanencia y trascendencia, Ediciones Sabiduría Cristiana, Buenos Aires 2008, 129). Con el respeto que nos merece este gran maestro de filosofía, estas afirmaciones no admiten el menor análisis. El psicoanálisis (ni el freudiano, ni la gran mayoría de sus variantes más divulgadas) no es personalista ni en la teoría, ni en la práctica. Que no lo es filosóficamente, no hay quien lo niegue: no hay persona, no hay intelecto, ni voluntad, ni libertad. En la práctica tampoco lo es, tal como estamos explicando. Si algún psicoanalista se ve llevado a afirmar clínicamente lo que teóricamente niega, no es un mérito de tal terapia presuntamente personalista, sino una evidencia de las grietas de esta forma de psicoterapia, y de que la verdad es más fuerte que las construcciones humanas.
132 J. Laplanche – J. B. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, 68 (voz: compulsión a la repetición): “A) A nivel de la psicopatología concreta, proceso incoercible y de origen inconsciente, en virtud del cual el sujeto se sitúa activamente en situaciones penosas, repitiendo así experiencias antiguas, sin recordar el prototipo de ellas, sino al contrario, con la impresión muy viva de que se trata de algo plenamente motivado en lo actual.
B) En la elaboración teórica que Freud da de ella, la compulsión a la repetición se considera como un factor autónomo, irreductible, en último análisis, a una dinámica conflictual en la que sólo intervendría la interacción del principio de placer y el principio de realidad. Se atribuye fundamentalmente a la característica más general de las pulsiones: su carácter conservador”. Ibidem, 69: “En la cura, los fenómenos de transferencia atestiguan esta exigencia del conflicto reprimido de actualizarse en la relación con el analista. Por lo demás, la consideración creciente de estos fenómenos y de los problemas técnicos que plantean condujo a Freud a completar el modelo teórico de la cura estableciendo, junto al recuerdo, la repetición transferencial y el trabajo elaborativo, como etapas fundamentales del proceso terapéutico”.
133 Al margen, queremos señalar que la insistencia del psicoanálisis (particularmente de Melanie Klein y su escuela), de que el primer “objeto” es el pecho, es un error de observación. La primera realidad significativa para el niño es su madre, y en particular su rostro. Cuando el bebé mama, no mira el pecho, sino el rostro de la madre. Muy pronto, aparece la “sonrisa social”, que es una respuesta instintiva ante el rostro humano. Cuando el niño comienza a dibujar figuras con sentido representativo, empieza por las personas, que al principio son “rosotros”, no pechos. De aquí se puede quizá colegir por qué la palabra griega para persona, prosopon, tiene como significado rostro. El rostro es la parte más importante del cuerpo para un ser humano, y representa a la totalidad de la persona.
134 Freud reduce el amor al placer y el placer a la disminución del displacer, disminución que se lograría a través de la descarga de las elevaciones de la tensión de la energía sexual. Lo sexual por su parte abarcaría todo tipo posible de placer, a través de un procedimiento de dudosa validez lógica, como hemos señalado.
135 Cf. “Esquema del psicoanálisis”, 176.
136 Cf. P.-L. Assoun, Lacan, Amorrortu, Buenos Aires 2004, 146: “Entre el analista y el analizante está, en efecto, ese Otro: ‘Ninguna promoción de la intersubjetividad en la personología humana podría articularse, pues, sino a partir de la institución de otro como lugar de la palabra’ [...]. ‘Rostro cerrado y labios cosidos’: ‘Los sentimientos del analista sólo tienen un lugar posible en este juego, el del muerto [...]. Desde este lugar, ‘el psicoanálisis puede acompañar al paciente hasta el límite extático del ‘Tú eres eso’, donde se revela la cifra de su destino mortal [...].”