Hacienda pública - 11 edición. Juan Camilo Restrepo
el concurso del sector privado, y esto solo se obtendría eliminando el monopolio, o, en todo caso, cambiando el monopolio público por uno privado que por su propia cuenta y riesgo proveyera los recursos necesarios para comprar, procesar, transportar y exportar el tabaco.
En la memoria de don Florentino de 1847 podemos leer lo siguiente:
[…] entre los productos de nuestra agricultura, es el tabaco uno de los que pueden contribuir con el tiempo a aumentar considerablemente la riqueza de la Nueva Granada, y darle una cuantiosa renta. Más, el ejecutivo no ha creído que debía detenerse aquí, cuando estaban en sus manos los medios de proporcionar mayores ingresos al tesoro, facilitando al mismo tiempo considerables ganancias a los particulares. En consecuencia dispuso el establecimiento de factorías para exportación, combinando la medida de manera que el tesoro tuviese una gran utilidad sin hacer ningún desembolso […]. El provecho de los habitantes de varias provincias de la República verá el aumento de la fortuna de los capitalistas que se prestasen a adelantar los fondos para la producción57.
Como se aprecia, empieza a vislumbrarse la participación del sector privado como suministrador de fondos que el erario público está en incapacidad de proveer. Esa fue la razón, a la postre, para eliminar el estanco del tabaco como renta fiscal administrada directamente por el Estado, y el motivo por el cual se empezó a pensar en algunas formas de delegación de monopolio al sector empresarial privado.
En nuestro país –agrega don Florentino–, en que todos trabajan aislados, en que no se tiene idea del modo de hacer ventajosamente el comercio de exportación, fácil es concebir los resultados que tendría el inmediato desestanco del tabaco. Otros productos exportables son abundantes y baratos en varias provincias de la República, y podrían exportarse con utilidad crecida, si se supiese hacer este comercio. Pero el hombre que trabaja aislado, como generalmente trabaja el Granadino, con pequeño capital que invierte en una pequeña cantidad de frutos que conduce a vender él mismo, ni puede tener utilidad porque los gastos personales, el valor del tiempo, del trabajo y de la inteligencia son los mismos para conducir y realizar un pequeño cargamento que uno grande; pero los productos de un pequeño no dan lo bastante para hacer estos gastos58.
Lo que en otras palabras advierte don Florentino es que la liberación pura y simple que implicaría la eliminación de la restricción de áreas de cultivo llevaría a un aumento de la producción del tabaco sin tener al mismo tiempo la certeza de que dichos excedentes encontrarían canales de comercialización para llegar a los mercados externos, puesto que la propiedad tabacalera era en líneas generales de pequeños y medianos productores: de aquellos que, como vislumbra don Florentino, no tienen capacidad para ser ellos mismos exportadores.
Entonces la fórmula que se abre camino es la que se consagra a partir de 1849-1850: se elimina el estanco oficial del tabaco pero se entrega el monopolio de exportación a empresarios privados que puedan aportar su capital o su crédito, como sucedió efectivamente con la firma Montoya Sáenz antes de su quiebra, que fue, como es sabido, una de las principales firmas privadas encargadas de manejar el monopolio de exportación.
Fue así como se llegó a la tercera época del manejo tabacalero durante la República. Mediante la ley del 12 de junio de 1849 se eliminó “desde el 1.º de enero de 1850 el monopolio del tabaco declarándolo de libre cultivo en toda la República, pagándose a beneficio del tesoro nacional a razón de 10 reales por cada 1000 matas que se siembran”.
Don Manuel Murillo Toro explica cómo, a partir de 1852,
Las rentas, en general, van en aumento, y aumento muy notable: pero por donde comienzan a percibirse las ventajas de este plan es por el incremento que van tomando la industria de la exportación. La producción de tabaco se ha cuadruplicado, por lo menos, y ha dado a muchas poblaciones de la provincia de Soto, del Socorro, de Ocaña, de Cartagena y de Mariquita un impulso notable, impulso que se comunica a las poblaciones aledañas, cuya agricultura mejora. Las cifras desde entonces han tomado mucha importancia y a pesar del aumento de estas y de las fuertes introducciones de ganado que se hacen de Venezuela el precio de la carne en casi toda la República ha doblado, hecho que prueba un aumento considerable del consumo, lo que a su vez revela una extensa mejora en las condiciones de las clases pobres de la sociedad59.
A primera vista parece entonces paradójica la eliminación del monopolio del tabaco al iniciarse la administración de José Hilario López en 1850, en una época en que el monopolio del tabaco le había significado al fisco el 50% del total de los ingresos fiscales entre 1846 y 1850[60].
La razón no es otra, sin embargo, que la situación financiera del manejo del monopolio se había vuelto insostenible para el Estado, a pesar de que el monopolio como tal generaba ingresos fiscales muy importantes El gobierno había adquirido deudas grandes para poder atender la compra de la cosecha, y esto estaba significando una restricción financiera inmensa en el manejo de las finanzas públicas.
Para el Estado, seguir con el monopolio era lo mismo que seguir incurriendo en deudas que con el tiempo serían funestas para el fisco. Los intereses respectivos no podrían pagarse con los beneficios que se obtenían de la venta, pues la necesidad de fondos había llevado al Estado a vender a los particulares a un precio bajísimo, tanto que no dejaba para las arcas públicas un margen de rentabilidad como el que sí reportaban las otras ventas. A medida que pasara el tiempo la rentabilidad real (ex post) disminuiría los intereses acumulados que afectarían los beneficios.
Lo que se produce, financieramente hablando, a mitad del siglo XIX es la decisión del Estado de canjear un impuesto sobre los estancos internos, resultante de la compraventa de tabacos, en donde el precio de compra era sensiblemente inferior al precio de venta, que era la esencia de las rentas estancadas, por un impuesto a las exportaciones que se cobraría a empresarios privados, quienes harían todo el proceso de comercialización interna y quienes serían los responsables de la exportación.
Dicho de otra manera: Murillo Toro, primero, y luego don José Hilario López, siempre bajo la orientación financiera de don Florentino González, toman la decisión de renunciar a unas rentas importantes percibidas por la manera tradicional como se cobraban estas, a través de estanco, para dar vía libre a la exportación y a los impuestos al comercio exterior asociados al tabaco. Pero para hacer lo segundo había que, primero, aumentar los volúmenes de exportación, lo cual no significaba otra cosa que liberar completamente las áreas que podrían ser dedicadas al cultivo, y segundo, dar la señal de partida para que el tabaco colombiano pudiera empezar a cotizar en las bolsas internacionales (principalmente Bremen y Londres) donde se negociaba ese producto en aquel entonces.
Esa fue, pues, la apuesta fiscal y financiera de mitad del siglo XIX; como lo ha dicho certeramente Sierra, “la ideología librecambista fue, en síntesis, el ambiente propicio para la germinación de las causas que derrumbaron una de las fachada del caserón colonial”.
Y el tabaco, de ser un producto estancado, pasó a ser un producto más de exportación.
De hecho, el tabaco fue el principal producto de exportación en los treinta años que van desde 1850, cuando se elimina el estanco del tabaco, hasta la crisis del comercio exterior del tabaco, que podemos ubicar a finales de los años 1870.
En el cuarto de siglo que transcurre entre la expedición de la ley 12 de 1849, por la cual se elimina el monopolio del cultivo del tabaco y se abre la época de la libertad de exportación, y los mediados de los años setenta, cuando por diversas razones caen sensiblemente los volúmenes de exportación de la hoja de tabaco, se sucede un cambio notable en toda la estructura comercial y económica de las exportaciones colombianas.
Saludando la eliminación del monopolio, decía don Miguel Samper: “[L]a extensión del monopolio de tabacos desarrolló la vitalidad productiva de los antiguos distritos de siembra. Especialmente el de Ambalema y los adyacentes. Y fue tan vigorosa y rápida la acción que en seis años se verificó una labor gigantesca, equivalente por sí sola, para estas comarcas, a la de los tres siglos anteriores. Los hechos que se presenciaron en aquella época mucha analogía con los que produjo en California el descubrimiento de los placeres de oro”.
En efecto, la liberación del comercio y el desestanco del