Hacienda pública - 11 edición. Juan Camilo Restrepo

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debían tener estos tributos.

      2. Su producción era fácilmente regulable; se podía circunscribir a áreas específicas, a diferencia de lo que sucedía con otros productos de primera necesidad cuya producción estaba dispersa en todo el territorio colonial, lo cual hacía muy difícil la técnica del estanco, como era el caso del trigo.

      3. Era factible establecer precios de arbitraje relativamente amplios entre los precios de compra al productor y de venta al consumidor. La diferencia entre los dos precios era generalmente superior al 150%. “Lo compraba en las agencias situadas en cada zona –factorías– y lo vendía en las administraciones, estancos y estanquillos (los estancos eran sucursales de las administraciones y los estanquillos eran sucursales distribuidoras de los estancos).”35

      Otras dos características que debían tener los bienes sujetos a las rentas estancadas eran la de poder ser susceptibles de un proceso de manufactura y la de poseer un mercado asegurado. En el caso del tabaco estas dos características se cumplían plenamente: entre las hojas crudas compradas al productor y el tabaco vendido al público mediaba un proceso de transformación (ya fuera en la producción de polvos para el consumo de rapé o en la confección de tabacos o similares) que también gozaba de un mercado relativamente seguro, dado el aumento que se había dado en los consumos.

      De hecho, muchas de las instrucciones que podemos verificar que se expidieron en materia del estanco del tabaco iban dirigidas a abrir en las regiones tantos estanquillos o estancos como fuera posible, de tal manera que la adquisición del tabaco fuera fácilmente accesible a los consumidores.

      Para los propósitos del Real Erario –ha dicho Sierra– “los bienes sujetos al monopolio debían tener, al menos, dos características”: ser susceptibles de un proceso de manufactura y poseer ya un mercado seguro. El proceso de manufactura, aún rudimentario, permitía la intervención estatal en la cadena de producción, introducía el control de dicha producción y, en definitiva, facilitaba la imposición del gravamen; además, dificultaba la competencia ilegal.

      Debe observarse, sin embargo, que con los productos agrícolas una administración de este tipo es menos funcional. Por mercado “seguro” se entiende aquí un alto nivel de consumo del bien (consumo cotidiano y de todas las clases sociales) así como la facilidad de impedir que los particulares produjeran por su cuenta el bien monopolizable, o que consumieran la mercancía producida ilegalmente36.

      Como se ha indicado, una de las características del estanco del tabaco era que las zonas eran señaladas específicamente. Por ejemplo, cuando se reorganizó el estanco del tabaco a raíz de las instrucciones del visitador Gutiérrez de Piñeres, de las que hablaremos más adelante, dichas zonas quedaron excluidas, es decir, el cultivo del tabaco quedó prohibido, en Girón, Piedecuesta, San Gil, Zapatoca, Charalá y Simacota. Como se sabe, este fue uno de los factores detonantes de la revolución comunera, donde el malestar que explotó no obedeció tanto a los precios pagados como a la prohibición de sembrar en determinadas áreas.

      En 1777, cuando tuvo lugar la reorganización del estanco con la visita de Gutiérrez de Piñeres, “se excluyeron del cultivo legal los centros de Charalá y San Gil, a la vez que se restringió la producción tabacalera de Simacota. En 1778 quedaron solo dos regiones habilitadas para el cultivo, a saber, la parroquia de Zapatoca y el valle del Río de Oro, un tributario del Lebrija a lo largo de cuya rivera se encuentran Girón y Piedecuesta”37.

      La preeminencia de la producción de tabaco en términos de área y de volumen la tuvo entonces el distrito de Ambalema y del Alto Magdalena. Esto estuvo estrechamente relacionado con el malestar comunero en el que, como hemos mencionado, uno de los detonadores fue precisamente la drástica restricción de áreas cultivables con tabaco que se estableció en consecuencia de las instrucciones de Gutiérrez de Piñeres.

      El grito célebre de “Viva el Rey, abajo el mal Gobierno”, que presidiría como lema de batalla tanto la revolución comunera como las otras rebeliones preindependentistas de la América Hispana, se escuchó por primera vez en Cuba con motivo de la primera rebelión que se produjo contra el monopolio del tabaco en 1718[38].

      Desde el punto de vista administrativo, debe observarse cómo funcionaba la renta estancada: había regiones circunscritas que eran las únicas en las que podía sembrarse tabaco, y centros de procesamiento y de distribución desde donde se surtían los mercados asignados.

      En primer lugar, estaba la dirección de la renta de tabacos que se ubicó en Santa Fe y de la cual emanaba el gobierno administrativo de cinco administraciones principales encargadas de comercializar el producto de otros tantos centros de cultivo.

      El centro productivo de Ambalema nutría, a través de su factoría, tres grandes centros distributivos o administrativos principales: la administración principal de Honda, que desempeñó siempre el papel de punto de partida de la distribución de la producción tabacalera del alto Magdalena, y las dos administraciones principales para Antioquia y la costa Atlántica. La administración principal para Antioquia tuvo su sede en Medellín, mientras que la administración principal para la costa Atlántica tuvo diversas sedes a lo largo de la vida del estanco según el movimiento económico de la región. Originalmente la sede se estableció en Mompox, dada precisamente la importancia del movimiento económico en torno a este centro a fines del siglo XVIII. En este puerto fluvial tenía lugar el cambio de embarcaciones de toda la mercancía que fluya río arriba y río abajo, vale decir, la realización de un importante comercio de importación y exportación. Más tarde las ciudades de Cartagena y Panamá asumieron la función distributiva central del tabaco proveniente del interior, y en alguna medida, del tabaco de procedencia cubana.

      El centro productivo del Cauca, cuya factoría funcionó en Llano Grande (Palmira), debía surtir la administración principal de Popayán, que tenía a su cargo una distribución más que todo regional o local. Y por último, estuvo la importante administración de Santa Fe, destinada a distribuir el tabaco en toda la región oriental del Nuevo Reino; sus abastecimientos provenían de los dos centros productivos que se establecieron en Girón y en los llanos de Casanare39.

      El caso de Cartagena siempre fue excepcional pues, en la práctica, su consumo fue atendido en una buena proporción por tabacos provenientes de Cuba. En la memoria que el virrey Manuel de Guirior deja en 1776 a su sucesor Manuel Antonio Flórez podemos leer lo siguiente:

      En las provincias de Cartagena y de Panamá han sido incomparablemente mayores las utilidades que ha rendido al erario la venta del tabaco en hoja, aunque con la desgracia de que su principal provisión depende de los tabacos que se conducen de la isla de Cuba, por estar los habitantes acostumbrados a su uso y ser preciso acomodarse a su gusto, no obstante que en Panamá se procura aprovechar el que se cosecha al interior del Reino y de que siempre ha dirigido mis intenciones a proporcionar los medios de introducir en una y otra providencia el uso del tabaco que se cosecha en el virreinato, considerando que como asunto que consiste en el capricho de los hombres, podrá vencérseles franqueándoseles de una y otro en los principios para que con insensible disimulo se destierre el de Cuba, y sin necesidad de ocurrirse a territorio ajeno, tengan las administraciones el abasto correspondiente, por ser este un género que apenas hay en provincias que no lo produzca40.

      El que la explotación del estanco fuera exitosa tenía estrecha relación con que no se presentaran fenómenos de sobreproducción, y con que la calidad fuera aceptable. En las instrucciones para el manejo del estanco siempre se echan de ver estos dos factores que se introducen para evitar la sobreproducción: la delimitación muy clara de las comarcas donde era permitido el cultivo y, al mismo tiempo, la exigencia de unas calidades mínimas.

      Estas restricciones estaban estrechamente ligadas, dice Margarita González, con un problema específico que planteaba la producción tabacalera, lo mismo que la de caña, en el mundo colonial, a saber: la amenaza constante de una sobreproducción, con la consiguiente fluctuación de los precios. “El estanco evitaba este problema no solo a través de la restricción de las tierras cultivables y del número de tierras que podían sembrarse sino también con la destrucción de las hojas de calidad inferior.”41

      La única organización


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