Hacienda pública - 11 edición. Juan Camilo Restrepo
tabaco: “Que en todo y por todo se ha de EXTINGUIR la renta frescamente impuesta del estanco del tabaco”.
Naturalmente esta pretensión, como todas y cada una de las otras establecidas en las capitulaciones de Zipaquirá, no iba a ser cumplida o acogida. El producido de la renta del tabaco estaba llegando a sus niveles más altos; estaba en la fase ascendente, y obviamente, acoger la pretensión comunera habría significado para el virreinato, desde el punto de vista fiscal, la renuncia a una de sus principales rentas en aquel momento. Algo similar a lo que habría de suceder posteriormente durante la naciente república, cuando en el Congreso Constituyente de Cúcuta de 1821, como lo veremos a continuación, se resolvió mantener la renta estancada del tabaco.
Durante los tiempos del arzobispo virrey vemos también atizarse algo que habría de ser una constante en toda la historia de la renta del tabaco: el contrabando. Recordémoslo de nuevo: la base misma sobre la cual estaba montada la renta estancada era la prohibición perentoria de sembrar tabaco fuera de las áreas expresamente delimitadas. Así mismo, según la organización administrativa, determinadas provincias solo podían surtirse de tabaco de alguno de los cuatro centros productores.
Por ejemplo, uno de los principales centros de consumo, que era Antioquia, solamente podía surtirse del tabaco expendido en Honda, que provenía del Alto Magdalena y de la factoría de Ambalema. Todos estos fueron factores que generaron desde el punto de vista económico fuerzas que tendían a favorecer el contrabando: tanto contrabando de producción (siembras por fuera del área permitida) como contrabando en la comercialización (introducción de tabaco de orígenes diferentes a aquellos que estaban taxativamente estipuladas), como en el caso de Antioquia, que muy a menudo obtuvo los tabacos provenientes de las regiones de la Costa Atlántica.
Este fue precisamente uno de los argumentos utilizados por Antonio de Narváez y José Ignacio de Pombo cuando, en sus célebres escritos económicos de finales de la Colonia, señalan cómo una de las causas del contrabando, tratándose del tabaco, es precisamente el forzar a algunas provincias (como Antioquia) a adquirir tabacos provenientes de Ambalema cuando podían ser atendidas con tabacos de la Costa Atlántica, más baratos y de igual calidad.
En la memoria del virrey Gil y Lemos podemos ver cómo se pone énfasis en la necesidad de industrializar de alguna manera el tabaco. En este caso se insiste en la pulverización del producto para producir la materia prima del rapé que aún estaba en boga en esta época por la moda en los consumos puesta en marcha por la dinastía borbónica.
De especial importancia para la historia fiscal del tabaco resulta la memoria de don José de Ezpeleta49 (1796). Este es quizás el virrey que muestra los destellos más claros de los economistas ilustrados de la época borbónica. Considera indispensable estimular y difundir el consumo del tabaco en el mercado interno colombiano. Más que reprimirlo por la fuerza, al contrabando hay que desestimularlo con bajos aranceles. Ezpeleta es un virrey que acoge la filosofía de los decretos de libertad de comercio, y se felicita él mismo de haber hecho los primeros envíos de dineros a la metrópoli: $400.000, en un momento en que los recaudos del tabaco como renta fiscal en esta época tardía del virreinato alcanzaban los mejores rendimientos. En la propia memoria de Ezpeleta vemos cómo para el quinquenio 1796-1790 la renta del tabaco produjo $1.659.900, y en el quinquenio 1791-1795 alcanzó la cifra más alta de la colonia: $1.775.000,52.
El virrey Mendinueta puso mucho énfasis en el control de calidad de la hoja que entraba en el circuito del monopolio, y estableció de manera aún más estricta la administración directa y la matrícula de los cosecheros. Es decir, cada cosechero tenía asignada un área y una cédula que lo acreditaba como tal, sin la cual no le eran compradas las cantidades producidas en la factoría correspondiente.
El virrey Francisco de Montalvo (1818) nos suministra las cifras del rendimiento fiscal del monopolio del tabaco para el quinquenio 1805-1809: $2.553.695, con un rendimiento promedio anual de $470.739[50].
Es interesante anotar cómo el mejor rendimiento fiscal del monopolio del tabaco, tanto en el virreinato como después en la República, coincide con el momento final de una y otra época. De hecho, cuando mejores rentas produjo al erario el monopolio fue en vísperas de la Independencia. Por eso no es sorprendente que en la naciente república se conservara esta renta; y que en vísperas de la abolición del monopolio, en 1850, fue cuando produjo también los mejores guarismos, como lo veremos al analizar la historia de la renta del tabaco en la época republicana.
Antes de terminar con esta evaluación del funcionamiento del monopolio del tabaco durante la época colonial vale la pena mencionar tres aspectos finales.
Primero, al haber hecho del pago en efectivo una de las reglas centrales del funcionamiento del estanco, el sistema colonial incorporó a los campesinos que producían el tabaco en lo que hoy llamaríamos la economía monetaria, pues hubo certeza en los precios. Estos eran en líneas generales adecuados, y hubo satisfacción entre los agricultores con este sistema de pago. Al recibir los pagos en efectivo se fueron rompiendo las cadenas del atraso de la economía hacia la economía monetaria; los cosecheros de tabaco pagaron sus adquisiciones de bienes y servicios con moneda contante, y así se dio inicio a la modernización de la economía en el país.
En segundo lugar, hay que mencionar que a juicio de algunos analistas el comienzo de una ganadería importante en el país está vinculado al monopolio del tabaco. ¿Por qué? Porque todos los tabacos eran despachados en zurrones de cuero: hubo así una demanda significativa de cueros para el embalaje del tabaco, y esto sin duda alguna generó cambios en el progreso de la ganadería. Algo similar a lo que algunos analistas del desarrollo económico de Argentina señalan respecto de la época de las exportaciones de cuero como el motor de arranque del posterior desarrollo agropecuario de ese país51.
Y por último, al bonificar los tabacos de calidad, el estanco generó un camino para aprestigiar este producto, primero en el mercado interno, y posteriormente sirviendo como carta de presentación en los mercados internacionales de los tabacos de la Nueva Granada.
Todo esto fue motivo de satisfacción entre los agricultores, lo cual en cierta manera desvirtúa la idea que nos ha quedado respecto del malestar comunero, en el sentido de que habría habido una gran oposición al cultivo del tabaco bajo la forma monopólica. Desde luego, sí hubo una reacción negativa recién establecido el sistema de Gutiérrez de Piñeres en aquellas comarcas donde se excluyeron de la posibilidad de cultivar el tabaco áreas antes sembradas con esta planta. Quienes allí vivían y trabajaban, naturalmente, fueron el fermento en contra del monopolio del tabaco que hizo su eclosión durante la revolución comunera.
Pero el sistema del pago en efectivo puntual y la bonificación de calidades generaron también un apoyo grande del campesinado a esta modalidad de actividad agropecuaria, como se puede ver en el siguiente testimonio del administrador de la renta de Honda, quien en 1776 consigna lo siguiente:
Digo que con efecto he dado principio a hacer las compras de cuenta de esta administración, cuya noticia luego que fue sabida por los cosecheros fue tanta la alegría que todos generalmente han venido, que más de cuarenta me han venido a decir “Que Dios se lo pague” y me han prometido que será tanto el tabaco que me traerán que no podré con él y con efecto de todos se han ido a alinear sus pilas52.
En cierta manera la garantía de compra en efectivo del tabaco durante la época colonial funcionó de una manera similar a como hoy opera la federación de cafeteros: garantizando la compra del café; en el caso del tabaco funcionaba en las factorías ubicadas en los cuatro centros de acopio que han quedado mencionadas más arriba. El darle certeza al cosechero generó el sustrato de una cultura campesina de seguridad en lo que hacía, que no era muy frecuente en la época colonial.
A pesar de que es en las postrimerías de la Colonia, en los tiempos de los virreyes Ezpeleta, Mendinueta y Montalvo, cuando se dan las mayores producciones y el mayor rendimiento rentístico del tabaco, para esa misma época comienzan a escucharse voces que por primera vez llaman a la abolición del estanco. Esas voces corresponden a los economistas ilustrados, tales como José Ignacio de Pombo, Antonio de Narváez, Pedro Fermín de Vargas, don Antonio Nariño y el mismo visitador Francisco Silvestre, que hacen la defensa de lo que serían