Los miedos de Ethan. Darlis Stefany
ojos?
—Odio esto.
Mira detrás de mí, como si por primera vez evaluara todo. Sus ojos regresan a mí. Me gustan los ojos avellanas de Ethan, tienen ese pequeño rastro de verde en ellos, que atrapa.
—Lo siento, no siempre es así —sacude su cabeza—. Por cierto, no te lo dije. Pero cuando te vi pensé que te veías hermosa. Te ves hermosa.
—Odio estos zapatos. El vestido se sube si me muevo mucho. Odio el maquillaje, pero gracias por el cumplido. —Le sonrío. Él ríe.
—¿Nunca llego a algo contigo, verdad?
—Y eso que eres mi BG.5 favorito.
Alguien se aclara la garganta, nos giramos y quiero maldecir mi suerte. Nanette y otra modelo que salió con Ethan están aquí.
Ethan se desplaza a mi lado dejando su brazo alrededor de mi cintura. Le sonríe ampliamente. Que alguien traiga los limones, sal y vinagre. Los ojos de Ethan los necesitan.
—Ver para creer… ¿Te conozco, cierto? —pregunta Nanette. Al menos ella ha retirado el rubio teñido de su cabello, vuelve a ser castaña.
—Sí, creo recordarte. Soy Grace.
—Lindo. Yo soy Nanette y esta es Georgia.
—Genial, me siento plena ahora que las conozco. —No puedo evitar decir, recargo algo de mi peso en Ethan, necesitando buscar el modo de que mis pies descansen.
—Deberías venir y hablar con todas nosotras —dice Georgia—. Podemos hacer un debate sobre Ethan… ¿A qué no, bombón?
Ambas ríen. Las observo. Todo en ellas es preparado para lucir perfecto. Lo repito, hay muchas buenas modelos cumpliendo sus sueños y luego están las que en el camino se pierden, del mismo modo en el que se pierden muchas celebridades e, incluso, personas comunes en su día a día.
Estoy irritable y ellas no están ayudándome.
—Sí, aquí como que todas conocemos a Ethan —asegura Nanette.
Noto la diferencia entre Georgia y Nanette. La primera es simplemente algo atontada y la segunda tiene malicia.
—Con gusto conversaría con ustedes y el club de groupies modelos de Ethan, pero hay tres diferencias que me lo impiden —enumero con mis dedos—. La primera es que no soy modelo; la segunda es que soy rubia.
Paso mi brazo alrededor de la cintura de Ethan levanto mi rostro y dejo un beso en la comisura de su boca. Él me observa. Vuelvo mi atención a nuestras espectadoras.
—Y la tercera, pero más importante: no soy una más. No soy la de esta noche. Soy la oficial, su novia y difícilmente creo que tengamos información que compartir. No es el mismo trato… ¿Cierto Jones de mi corazón?
Ethan sonríe divertido. Bah, la cosa cursi de su apellido me ha empalagado, pero ha funcionado para que estas dos sepan que no me están haciendo sentir una más. Una de ellas.
—No eres modelo, pero eres hermosa. Eres rubia y eso me encanta. No eres una simple chica, eres mi novia.
Sus palabras me toman por sorpresa, baja sus labios lo suficiente para presionarlos brevemente sobre los míos. Se retira y observa a las modelos.
—Espero y no les moleste que Grace sea igual de exclusiva que yo. —Es todo lo que dice, guiándome hacia donde Dexter y Juliet han reaparecido. Cabe destacar que la pintura labial de ella ya no está cubriendo sus labios.
Abrocho mi cinturón de seguridad y suspiro con alivio. Por fin Ethan va a llevarme a casa. No sé si podré aguantar todos sus eventos sociales si resultan igual de frustrantes que este. Él es como un pastel que atrae a todas las moscas.
Todas las modelos que lo han conocido se acercaron. Me dieron esa mirada de «no dura mucho con esta» y rieron. Ni pensar que April quería que usara el vestido de espalda abierto, eso solo lo hubiese vuelto peor.
—¿No te fatiga?
—¿El qué…? —responde, tocando la bocina para Andrew, que va saliendo en su auto.
—Ir a un evento y toparte con todas las modelos con las que seguro te has involucrado. Sonreír a todo el mundo, tener que ser agradable cuando no quieres. Estar en un evento increíblemente aburrido.
—Muchas de esas cosas suceden por las elecciones que tomé… ¿No?
Permanecemos en silencio mientras enciende el auto. Por alguna razón saca su celular de su chaqueta, supongo que está en vibración porque no sonó. Su rostro palidece. Marca de forma rápida un número.
—¡¿Qué está sucediendo?! —grita—. ¿Desde cuándo?… ¿Y hasta ahora me lo dices? ¿Qué mierda de jugar? —golpea el volante—. Voy en camino.
Da por finalizada la llamada y no habla mientras el auto se pone en marcha. En un principio lo dejo sumergirse en su silencio, pero cuando noto que no estamos tomando la vía para mi dulce hogar, le recuerdo mi presencia.
—Eh… No estamos tomando…
Me corta con un gesto de la mano mientras toma de nuevo su celular y marca.
—Estoy yéndome, se presentó una emergencia. No creo que pueda ir a la reunión de mañana. —Parece que recibe una llamada. Noto que estamos saliendo de la ciudad—. No, no traje a ningún guardaespaldas conmigo. Envía a Hunter, él sabe cómo llegar… Que me llame. De acuerdo, gracias, Max.
Guarda su celular y gira el volante de manera brusca ocasionando que por poco golpee mi cabeza de la ventana.
—¿Qué sucede? ¿A dónde estamos yendo?
—A Bolton. Emergencia familiar. Mi abuela no está sintiéndose bien. Quiero llegar pronto, no podía desviarme llevándote a tu casa.
Asimilo sus palabras. Decido no gritar toda mi histeria o reclamar.
Lo entiendo. Si se tratase de la abuela, yo también la pondría a ella como prioridad. Llegaría hasta ella lo más pronto posible.
Por lo que recuesto mi cabeza del asiento y de forma sabia permanezco en silencio durante las pocas horas de viaje. Sigo estando agotada y queriendo dormir, pero no me quejo.
Él no habla y yo tampoco.
A pesar de estar agotada y desear la comodidad de mi cama, no me duermo durante el viaje y cuando se detiene frente a un hospital maldice.
—Ella lo hace a propósito.
—¿Qué cosa? —me atrevo a preguntar. Él desabrocha su cinturón de seguridad, hago lo mismo.
—La trae al hospital menos actualizado para hacerme sentir culpable. No me deja asegurar a la abuela Victoria. No me deja cubrir sus gastos médicos. Es su manera de hacerme saber que el dinero que gano no va a tocarlo.
—¿Lo hace para herirte? —pregunto horrorizada.
—Cariño, es el estilo Cecilia Jones.
Baja del auto y lo imito. Me estremezco cuando mis pies hinchados y, aun en tacones, pisan el suelo. Como duele. Cierro la puerta detrás de mí. Ethan activa el seguro del auto y comienza a caminar.
Lo sigo a paso lento y cada pisada es un dolor, creo que puede que consiga ampollas en mi tobillo por el roce de la correa de los zapatos. Cuando vamos a mitad del estacionamiento, él se detiene y se gira a observarme.
Sacude su cabeza como si entrara en razón.
—¡Joder! Lo siento. —Se saca la chaqueta y la pone sobre mis hombros. No había notado el frío hasta ahora. Me muevo de un pie a otro. Baja la vista—. Grace, esos pies no lucen bien.
—Gracias.
—¿Vamos a quitarlos, de acuerdo?
Se agacha y retira