Los miedos de Ethan. Darlis Stefany

Los miedos de Ethan - Darlis Stefany


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a estar bien con que me quede aquí?

      —Ellos no están bien con nada respecto a mí. Pero esta casa también es de la abuela por lo que ella no tendría ningún problema.

      Toca el timbre de la casa, me acerco más a él.

      —¿Olvidaste las llaves? ¿No las cargas siempre contigo? —pregunto, por alguna razón él ríe.

      —No las tengo, ellos cambiaron la cerradura. Soy como una clase de invitado más.

      La puerta se abre y una mujer que solo dice «buenas noches» nos deja pasar. La casa es reluciente por dentro, cada cosa en su lugar. El piso podría brillar y todo es elegante. Observo el techo con unos impresionantes candelabros.

      Las escaleras parecen de forma de caracol. Ethan toma mi mano y nos guía a la cocina. Tomo dos aguas con gas, una cesta de frutas y barras de granolas. Lo sigo mientras sube las escaleras. Nunca intercambiando palabras con la mujer.

      Espero y no sea su tía que mágicamente también lo desprecia. Eso sería el colmo.

      A diferencia de toda la casa, cuando abre la puerta de unas habitaciones. Todo es más real.

      En las paredes hay posters de diversas bandas. Postales de viajes y muchas frases escritas en marcador. Incluso en las paredes hay melodías, como si ellas fueran partituras.

      Hay un desgaste en cierta parte del suelo que no cubre la alfombra negra. Él cierra la puerta detrás de nosotros. La cama es grande y es lo único que parece fuera de lugar en la habitación.

      Camino hasta un cuadro de corcho en la pared, en ella hay fotografías y papeles enganchados al azar.

      —Esta habitación no parece de la casa.

      —Es el único lugar que siempre fue bajo mis reglas —responde, deshaciendo los botones de su camisa azul hasta sacarla.

      Observo su abdomen marcado y siento curiosidad por la línea fina de vellos que se pierden en la cinturilla del pantalón. Hay una frase tatuada bajo de su axila, como si pretendiera que casi nadie lo viera.

      Camino hacia una de las paredes. Ojalá yo supiera de música para descifrar las notas musicales. Paso mi atención a las frases.

      «Algún día, en algún momento todo lo malo quedará atrás.

      Observaré desde arriba cómo caen las piezas. Cómo logras entender que es lo correcto.

      Lo he hecho bien. Vas a creerlo.

      22/01/2002»

      —Componía y para no dejar ir la idea las dejaba en mi pared —aclara detrás de mí—. Mira.

      Me guía hacia otra de las paredes. Al leer el pequeño párrafo, sé, de inmediato, cuál es la canción.

      «Mentiras, fantasías, engaños, falsedad.

      Despertar, caminar, huir, escapar.

      Soledad, el vacío, ese espacio que quieres llenar.

      Hay salida, despierta.

      No estás solo, esta es la realidad.

      14/03/2003

      No estás solo, Ethan. No lo estoy».

      Leer esa nota debajo del párrafo sobre cómo no está solo hace que quiera abrazar y consolar al Ethan del 2003.

      —Tu canción, Grace. Bueno, también mi canción. Algunos párrafos de ellas están en algún lugar de la pared. Solo que esta la recuerdo a la perfección. —Pasa su dedo por las letras—. Descubrieron que no estaba yendo a las clases de debate porque iba a las de música. Isaac, mi papá, se molestó muchísimo.

      »Fue la primera vez que manifesté cuánto detestaba el club de debate y todo lo referente a ser lo que ellos querían. Se cabreó tanto que pude ver las venas de su cuello y frente. Mi abuelo fue un músico ¿Sabes? No lo conocí porque murió antes de que yo naciera, pero siempre tuve su guitarra.

      Sonríe ante el recuerdo, luego su sonrisa se borra.

      —Ese día Isaac estaba tan cabreado que tomó esa guitarra y la golpeó contra el piso hasta destrozarla. Nunca lloré tanto por algo como ese día. Nunca me sentí más encarcelado y cohibido que aquella vez.

      »Me castigaron, destrozaron mi guitarra y me sacaron de clases de música. Estuve en esta habitación dando vueltas y las frases solo surgieron. Supe entonces que de algún modo en realidad ellos no podían quitarme la música.

      Siento un nudo en mi garganta, él deja de tocar la pared. Me da una sonrisa.

      —Luego la abuela Victoria, ignorándolos, me compró una guitarra nueva, la verde…

      —…Con negro que tiene etiquetas de los países que visitas —completo. Él ríe y me sonrojo.

      —Ah, la cosa buena de tener una Fiver. Sabe esos pequeños detalles. —Sacude su cabeza—. Ella me la regaló dos semanas después y me llevó a inscribirme de nuevo en clase de música. La abuela Victoria era mi ángel. Es mi ángel.

      —Ella en ese caso es grandiosa.

      —Te gustará conocerla cuando la veamos mañana.

      —Querrás decir «más tarde» —señalo su reloj.

      —Cierto.

      Lo veo caminar hasta el clóset, vuelve con lo que luce como una camisa suficiente para albergar a cuatro Grace y dos Ethan.

      —Era del abuelo, era mi camisa de la suerte. Creo que te irá bien para dormir.

      —Uhm… ¿Puedes darme cómo un bóxer? —pregunto sintiendo mis mejillas calentarse. Es un mal día para no haberme puesto ropa interior, culpo a April.

      Me guía hacia la puerta lateral dentro de la habitación donde está un baño luego de entregarme un bóxer.

      —Hay un par de cepillos de dientes sin usar. Si quieres darte una ducha ahí están las toallas. —Rasca su barbilla—. No tengo nada de esas cosas de chicas para quitarte el maquillaje o shampoo.

      —Tranquilo, con jabón me bastará.

      —De acuerdo. Yo usaré otro baño. Cuando salgas si tienes hambre puedes tomar de las cosas que he traído de la cocina.

      —Gracias, Ethan.

      —¿Eso hace que ya no quieras hacer una ensalada ácida en mis ojos?

      —Lo hace.

      La camisa me queda tan ridículamente grande que ni en un sueño húmedo resultaría caliente. De hecho, hace que Ethan ría. Como unas cuantas frutas y tomo de mi botella de agua con gas. Mientras lo hago me permito obtener vistazos de Ethan usando solo un pantalón de algodón que le queda algo ajustado, después de todo, Ethan no es el mismo adolescente. Ahora es todo un hombre.

      No es lo mismo ver fotos de Ethan sin camisa que verlo en persona.

      —Mañana le diré a April que traiga ropa para ti, no tendrá problema en hacerlo.

      —Está bien. Y solo para que lo sepas, si planeas matarme o algo por el estilo. Ya advertí a Leo, la abuela y a Lola de que estoy contigo. Inmediatamente van a señalarte como el culpable.

      —Oh, habladora. Has arruinado mis planes de asesinato.

      Pasados unos minutos me acuesto en un lado de la cama y me cubro con las mantas mientras él apaga las luces. Cuando se acuesta a mi lado estoy lo suficiente agotada para no sentirme nerviosa o cohibida de dormir en la misma cama que él.

      Inmediatamente me quedo dormida.

      Despierto con mucho calor y pronto descubro que ese calor proviene de Ethan quien, supongo, me cree una almohada. Está prácticamente sobre mí y una de sus piernas se ubica peligrosamente entre las mías. Su cabello está en mi rostro y su mejilla presionada en mi pecho,


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