Los miedos de Ethan. Darlis Stefany

Los miedos de Ethan - Darlis Stefany


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que mi cerebro se empaña de sorpresa.

      Oh, mi santísimo Dios.

      Observo hacia la ventana. No creo haber escuchado mal. Le gusto. Jodidamente le gusto.

      Quiero sonreír y sacudir mi cabeza, pero es difícil creer que mi ídolo, el tipo que a veces me trata como a una enfermedad mental de una manera muy rara ha dejado caer que le gusto.

      Sigue con la vista al frente cuando volteo a verlo, lo que me hace saber que puedo gustarle, pero no hay nada que se haga al respecto porque eso no es lo suyo. Y, según lo que intuyo, no quiere que le guste.

      Aprendiendo de él en el tiempo que hemos compartido le doy una respuesta muy Ethan que lo hace sonreír de manera amplia. Esa sonrisa que pocas veces muestra.

      —Eso es porque yo le gusto a todo mundo, Ethan.

      —Te amo, Grace. Me rompe el corazón verte así. —Leo acaricia mi cabello, mis hombros se sacuden y comienzo a llorar.

      —Quiero ver a mis hermanos, quiero verlos. Por favor, dejen de mentir.

      Me aferro a su abrazo, siento humedad en mi cabello, sé que está llorando junto a mí. Eso lo hace peor, eso lo hace real.

      —Lo siento tanto, nena, lo siento mucho. Me duele.

      —Por favor, tráiganlos de vuelta. Por favor, dime que Jorge está bien. Que todos lo estamos.

      Él se mantiene acariciando mi cabello, lloro por mucho tiempo, pero las lágrimas nunca se detienen. Estoy aterrada de que aún me queden cirugías por enfrentar.

      Estoy aterrada de morir, pero también lo estoy de vivir.

      Estoy aterrada de enfrentar lo que viene después de que alguna vez salga de esta clínica.

      —Me duele mucho.

      —Lo sé, nena, si pudiera, quitara ese dolor, lo haría. Odio no poder hacerlo.

      —¿Por qué, Leo? ¿Por qué no fui yo?

      Susurra palabras para mí y aunque canta terrible comienza a tararear alguna canción, me acurruco contra él.

      —Anthony quiere venir a verte, Grace. ¿Quieres que venga?

      —Quiero a mis hermanos.

      22 DE ABRIL, 2014

      —Si Charlie, recibí las flores. —Lo que se traduce que estoy viéndolas. Mantengo el celular contra mi oreja.

      Joe parece muy divertido leyendo la cursi tarjeta. Ni siquiera dormí con Charlie, pero él parece hechizado.

      —¿Te han gustado?

      —Charlie, tengo novio…

      —Te envié las flores a ti, no a tu novio.

      Casi quiero reír. El ascensor se abre y Ethan, junto a un escritor caliente, aparecen. No es la primera vez que veo a Matthew Williams. La primera vez que lo vi fue hace un par de meses que firmó contrato con Kae.

      La nueva asistente de Kae lo recibe. Ethan me observa y comienza a acercarse. Joe deja de reír volviendo a su trabajo. Cobarde.

      —Pero no está bien enviarme flores, Charlie. Ya no estamos saliendo.

      —Pensé que eras mejor que esto, Grace.

      —Oh, Charlie. Soy una chica mala. —No puedo evitar decir, él no lo toma con gracia. Me dice cuán decepcionado está y cuelga la llamada. Supongo que ahora él desea no haberme enviado flores.

      Guardo mi celular y observo el arreglo de flores silvestres. Ethan también las observa.

      —Yo no envié eso.

      —Lo sé. Tú no enviarías eso.

      —Bueno, quedamos que no queremos nada cursi.

      Lanzo una mirada breve a Joe, Ethan lo nota y recuerda la parte de que fingir es secreto. Se inclina y presiona rápidamente sus labios sobre los míos.

      —Vine para llevarte a almorzar.

      —Joe, ¿por qué no te ganas el cielo hoy llevando estas flores para tu novia? —pregunto.

      Joe alza la vista y sonríe ante la idea. Estira su mano hecha puño hacia mí y mi puño choca con el suyo.

      —Esa es una estupenda idea, Grace. Eres mi rubia favorita.

      —Lo sé. Si procreas una nueva vida no olvides que fue gracias a mí. —Enlazo mi brazo con Ethan—. Cielo, tú y yo vamos a un lugar mejor para hablar.

      Lo guío hasta mi oficina y cierro la puerta detrás de nosotros. Suelto su brazo y él camina hasta una de las sillas. Se deja caer.

      —No quiero ser un cornudo, habladora.

      —No lo eres. Charlie parece que está decepcionado de mí —río, me observa con curiosidad—. Me has ayudado a hacer que Charlie entienda que lo he rechazado.

      —¿A la orden? Ahora… ¿Vamos a comer? Sé que ya se acaba tu tiempo aquí, Hottie me lo dijo.

      —Cuando quieras saber algo de mí, solo pregúntalo. No tienes que recurrir a otros. Y no, no puedo fingir contigo hoy. Tengo un almuerzo familiar…

      —¿Estará tu abuela?

      Lo observo desconcertada y asiento con mi cabeza. Da un aplauso.

      —Genial, porque quiero conocerla. Tú fuiste a mi lugar, ahora yo voy al tuyo.

      —¿A ti qué te pasa hoy? ¿Por qué estás tan eléctrico?

      —Es un buen día. ¿Es que tu familia no quiere conocer a tu novio?

      —Está bien, pero… ¿Te sientes bien?

      —Estoy ardientemente bien.

      Detengo el auto frente a la casa. Stone, el guardaespaldas asignado para Ethan hoy, está conduciendo el auto de Ethan y se detiene a una distancia prudente.

      Solo con estar frente a la casa ya siento mis ánimos bajar. No quiero entrar. Joder, incluso ya voy sintiendo las ganas de llorar.

      —¿Grace? —pregunta Ethan desconcertado.

      —Aquí fue donde todo sucedió —susurro—. Yo bajé del auto de Anthony y entré. Nada volvió a ser igual.

      —¿No se llegaron a mudar?

      —Yo me fui a vivir con papá cuando salí de la clínica, luego lo hice con la tía Olivia —carraspeo mi garganta—. No he pasado una noche en esta casa desde esa noche. No podría.

      Permanecemos en silencio. Apago el auto. Las palabras podrían asfixiarme.

      —Chase murió por múltiples puñaladas —dejo caer, él se sobresalta. Mi mano tiembla—. Yo lo vi. Vi su pequeño cuerpo… Fue la primera vez que mi corazón se rompió.

      —No puedo decir que sé cómo te sientes —su mano toma la mía y la aprieta—. ¿Quieres irte?

      —No. He aprendido a lidiar con esto. Mis visitas son ocasionales, pero aprendí a tolerarlo. —Sacudo mi cabeza y tomo un profundo respiro—. Mamá no se ha mudado porque la casa es su mayor recuerdo de mis hermanos. No se enfoca en la tragedia, ella solo ve en esa casa los mellizos correteando y peleando.

      —¿Qué ves tú?

      Abro la puerta y bajo de mi auto, él me sigue.

      —Yo veo la casa de mis pesadillas. —Volteo a ver a Stone recargado de su auto—. ¿Él va a estar bien?

      —Sí, tranquila. Va a estar estupendo.

      Toco la puerta


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