Los miedos de Ethan. Darlis Stefany

Los miedos de Ethan - Darlis Stefany


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mueve, tomo un respiro profundo. Su rodilla se presiona entre mis piernas y siento algo duro en mi muslo.

      Hora de despertar al bello durmiente antes de que su rodilla continúe.

      —Ethan… Ehm… Puedes… ¡Oh! —Presiona su rodilla de nuevo y creo que murmura algo como «quiero», tomo otra respiración profunda—. ¡Ethan! Bello durmiente, hora de despertar.

      —¿Uhm? —murmura, abriendo de manera perezosa sus ojos que, por un momento, parecen desenfocados.

      Él debería ser una cosa terrible al despertar, pero no lo es. Sus ojos están un poco hinchados y su cabello es un desastre, pero no luce horrible, no como seguro luzco yo al despertar. Hace una mueca y restriega su nariz contra mi pecho, mala idea.

      Se da cuenta de que hay un cambio en el pecho en el que restriega su nariz. Mi cuerpo me ha traicionado. Se detiene un momento y parece que analiza toda la situación.

      —¿Cómo carajos te estoy arropando con mi cuerpo? —pregunta, levantando su cabeza de mi pobre pecho y desconcertado.

      —Bueno, me pregunté lo mismo cuando tu rodilla se puso cariñosa.

      Él baja la vista a su pierna entre las mías, sonríe y se mueve para dejarme ser libre bajo su cuerpo. Todo mi cuerpo se siente caluroso.

      —Lo siento, no acostumbro a dormir con alguien por lo que no sabía que esto pasaría. ¿No te dejé dormir?

      —De hecho, dormí bien. No sabía que estabas cómodo hasta que me desperté por algo de calor —respondo, sentándome. Con una de mis manos restriego mis ojos, él me observa—. Lo sé, como todo ser humano normal soy un desastre al despertar.

      —Me gusta tu cabello.

      —Es rubio y un desastre en este momento.

      —Sí, y he dicho que me gusta. Y cierto que eres un desastre divertido de ver al despertar, pero sigues siendo linda. Eres la misma Grace.

      —¿Seguro que no te gustan las relaciones? Porque sabes ser dulce con las chicas.

      —No con todas, solo con las que me nace serlo.

      Nos vemos durante unos segundos, procedo a bajar de la cama. Lo escucho bostezar, me volteo y está abrazando una almohada.

      —Fueron pocas horas, pero ha sido un buen descanso. Con una buena almohada —me da una sonrisa de complicidad—. Pero es momento de ir al hospital. Puedes quedarte si…

      —No. Vine contigo, voy contigo.

      —Bien. Llamaré a April para que te traiga algo de ropa.

      Lo veo ponerse de pie y no puedo evitar ver que algo está un poco notable en su pantalón ajustado. Él se encoge de hombros.

      —Estoy en abstinencia. ¿Recuerdas? Eso, ligado a dormir sobre las curvas de una atractiva mujer, más las reacciones mañaneras traen esta consecuencia. No dejes que Ethan «Polla Grande» te asuste.

      —Oh, cállate. ¡Te dije que olvidaras eso!

      —Imposible, habladora. Siempre voy a recordarlo.

      Espero pacientemente en uno de los bancos mientras Ethan está adentro conversando con su abuela. El señor mudo, Isaac me ignora mientras no tengo idea ni me importa a dónde ha ido Cecilia Jones.

      Las zapatillas que April me prestó son cómodas, aun cuando me quedan un poco grandes. De ropa el jean y la camisa manga larga están bien.

      Hace unos minutos ella se fue, nos acompañó para saber el estado de la señora Victoria y luego volvió a su casa con su abuela. Al tener el nuevo trabajo como columnista de una revista, los mellizos pasan la mitad del día en una guardería mientras ella escribe, investiga y junto a la enfermera se hace cargo de su abuela con Alzheimer.

      Cualquiera creería que los padres de Ethan amarían a April, de hecho, esperé que lo hicieran. Pero solo se dio un intercambio de palabras seco y eso fue todo.

      Mi celular vibra, se trata de Leo.

      —¿En dónde estás?

      —Es una historia larga, Leo. Estoy en Bolton con Ethan.

      —El novio que aún no conozco —suspira—. Marly pasó a tu apartamento, dejó tu vestido de dama de honor con Lola.

      —Bien.

      —Y está delirando porque se supone que tú debías ir a la agencia de festejos con ella hoy.

      Mierda, lo olvidé. Soy la peor dama de honor. Olvido todo lo que tiene que ver con su boda.

      —Lo siento, solo que se presentó un problema. Dile que lo lamento mucho.

      —Eres la peor dama de honor de la historia —se ríe.

      Quiero quejarme, fui una buena para Kaethennis, incluso cuando no quería ir del brazo de Ethan.

      —Voy a compensarlo.

      —Está bien. Tú y yo debemos hablar cuando vuelvas. Te amo, niña estúpida.

      —Igual yo hombre feo.

      La llamada finaliza. Debo ordenarme ser una mejor dama de honor, aunque falta muy poco para la boda, dudo que aún me necesiten.

      Se abre la puerta de la habitación en donde la abuela de Ethan y otros tres pacientes se encuentran. Él se asoma y me sonríe.

      —La abuela quiere que entres.

      —¿Yo?

      —Evidentemente, te hablo a ti —resopla. Me pongo de pie y me acerco, se inclina para susurrarme unas pocas palabras—. No le digas que fingimos. Para ella eres mi novia. Eso la está haciendo feliz.

      —Vale, mi abuela igual piensa que eres mi novio. Bueno, todo el mundo lo piensa.

      La puerta se cierra detrás de nosotros. Me doy cuenta de que unas delgadas y malgastadas cortinas dividen a cada uno de los pacientes, dándoles un mísero espacio de privacidad. Creo que Ethan, teniendo tan buena posición económica, realmente le afecta que no le permitan trasladarla a un mejor lugar.

      La mamá de Ethan es fría.

      Vuelvo mi atención a la señora regordeta de cabello castaño, ni una sola cana lo que me advierte que pinta su cabello y se cuida muy bien. Ella me da una sonrisa y sus ojos se achican, ya veo de donde salió la gran sonrisa de Ethan que muestra en muy pocas ocasiones.

      —Oh, no me dijiste que ella era más hermosa en persona de lo que es en foto. —Tose un poco. Estira su mano hacia mí. Ethan me da un suave empujón para que camine. Súper amable.

      Me acerco y tomo su mano, ella me da un suave apretón. Es una mano frágil y suave. Alzo mi vista y su sonrisa amplia sigue ahí. Es adorable e inmediatamente siento simpatía con ella por ser esa mujer que siempre apoyó a Ethan hacer lo que es.

      —Un placer conocerte, Grace —sonríe con complicidad hacia Ethan—. Es lindo ver que Ethan Abrahams se traga sus palabras de cero rubias.

      —Sí, estoy enseñándole que después de mí difícilmente recordará a una castaña o morena. Existimos rubias buenas.

      —Lo sé, cariño, se lo he dicho y para dar fe de mis palabras parece que encontró a una. —Palmea un lado de su cama, por lo que me siento—. ¿Cómo se porta?

      —¡Mamá Victoria! —se queja. Río, pero estoy encantada con saber que la llama mamá. Pensé que la llamaba abuela por la forma en la que siempre la menciona—. Yo soy un encanto. Soy genial.

      —Usted ha de saber cómo es su nieto. Pero no lo hace mal. Mejor de lo que esperé —no miento. Ella ríe y tose un poco.

      A pesar de saber que se encuentra mejor y a salvo, Ethan se alarma. Ella sacude su mano tranquilizándolo, luego le señala un pequeño bolso. Ethan se lo extiende y para


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