El Cristo preexistente. Gastón Soublette

El Cristo preexistente - Gastón Soublette


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la información que el Génesis da acerca de Caín como el constructor de la primera ciudad de que se tiene noticia, su oficio de agricultor, el significado de su nombre, y el hecho de que el más alto exponente de la metalurgia aparezca entre sus descendientes, Tubal-Caín, como también los primeros que usaron instrumentos musicales. De este conjunto polifacético de atributos cainistas se puede concluir entonces que por la vía de este hijo de Adán advino al mundo el homo faber, el homo politicus y el homo ludens. En este contexto, Caín es, en el sentido lato de la palabra, el “héroe civilizador”.

      Aclarado esto, el sentido convergente de las dos tragedias se entiende con el acto final del juicio de Dios, del que resulta una verdad por demás incómoda para todos. Este juicio comienza antes del fratricidio, cuando Dios miró con agrado la ofrenda del pastor, de las primicias de su ganado, y miró con desagrado la ofrenda del héroe civilizador, de los frutos de la tierra. Esta ofrenda de Caín, a juzgar por lo que de ella dice el texto del Génesis, no tiene en sí una apariencia maligna y de ella solo sabemos que la causa de la repulsa divina es que en ella hay algo que Dios considera que no es conforme al recto obrar. Este rechazo de Dios enfureció y abatió a Caín, con lo cual Dios dirigió a él su palabra en los siguientes términos: “¿Por qué te enfureces y andas abatido? Cierto es que si obraras bien tu rostro no decaería, y si obras mal, el pecado acecha a tu puerta y aunque venga sobre ti, tú puedes dominarlo”.

      Para entender la causa no explícita de este rechazo divino cabe considerar, pues, que la cultura de los pastores y los labradores, que en este relato se enfrentan, comportaba también dos formas diferentes de culto, y es en este punto donde reside la diferencia que el juicio de Dios rechaza. Por el contexto del relato completo desde la caída de Adán, se entiende que en los cultos relacionados con la fertilidad estaban ya presentes las simientes del culto a los dioses, entre los que figura la serpiente. En el mensaje de Dios a Caín se menciona el pecado que acecha a su puerta, como una tentación que él puede vencer. Se puede pensar que el sentido de este pasaje está referido a la tentación de dar muerte al hermano menor en quien recae el favor divino, movido a ello por la envidia, pero la línea de pensamiento que como un hilo conductor enhebra los episodios de esta narración apunta más bien a la tentación de confiar el trabajo de la tierra a las divinidades de la fertilidad, como ocurría en la cultura agraria de los pueblos paganos.

      Considerando que hay aquí una tentación que induce a Caín a pecar, la que él habría podido rechazar para obrar bien a los ojos de Dios, nos pone en la línea del pensamiento básico de estos capítulos referentes al origen de la condición humana actual. Caín es tentado como lo será después el pueblo de Israel, el que en incontables ocasiones se vio ante el dilema de optar por Iahvé o por los dioses. En el caso específico de los dioses de la fertilidad, involucrarse en las prácticas rituales de los cultos paganos equivalía al sacrilegio de traicionar la fe en el Dios único, creador y señor del universo, para atribuir su poder de dar y multiplicar la vida a otras potestades, lo cual a su vez arroja más luz sobre la tentación de los progenitores del héroe civilizador.

      El fratricidio viene a ser una consecuencia del hecho de que Caín en su ofrenda ritual se haya aproximado a ese mundo de fundamentos tenebrosos. Por eso el acto de dar muerte a su hermano viene a ser el homicidio fundante de un nuevo orden, el orden civilizado, y oculta el sentido que en las culturas paganas tuvieron los sacrificios humanos. El nuevo orden, por tanto, contiene un ingrediente de violencia que más adelante motivará la decisión de Dios de acabar con la especie humana. El pasaje correspondiente se halla en el capítulo 6 del Génesis, versículos 5 y 6: “Al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra, y que todo su modo de pensar era siempre perverso, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra, y se afligió en su corazón. Y el señor dijo: Yo exterminaré de la faz de la tierra al hombre que he creado, desde el hombre hasta las bestias, los reptiles y los pájaros del cielo, porque me arrepiento de haberlos hecho”.

      Con estos antecedentes se puede llegar a una conclusión acerca de por qué el pecado original lleva ese calificativo de carácter universal y cubre con su sombra a toda la especie humana y su destino, porque las interpretaciones que se han intentado hacer hasta ahora carecen de la trascendencia que justamente se le atribuye a esa caída de la humanidad a una condición espiritual inferior, que la mantiene bajo la reprobación de Dios, por lo cual debe ser salvada. Ese carácter del así llamado pecado original parece aludido en lo que Jesús llama “pecado del mundo”, que solo puede borrar el cordero de Dios, la víctima sacrificial que es su hijo unigénito, como parafraseando el sentido de los sacrificios expiatorios de todos los pueblos de la antigüedad.

      Se entiende más claramente el alcance universal de ese pecado del mundo en el capítulo 4 del evangelio de Mateo en que se narra el episodio de las tres tentaciones a que Jesús fue sometido por Satanás. De ellas, la tercera se relaciona con el pecado del mundo y revela su sentido y el porqué de la denominación con que Juan el Bautista y Jesús se refieren a él (Jn. 1,29).

      En el versículo 8 de ese capítulo se dice lo siguiente: “Lo llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos y le dijo: Todo esto te daré si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete Satanás, porque escrito está: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás’”. En esta cita todo lo que ocurre y se dice está relacionado con el episodio correspondiente a la caída de la primera pareja humana por su desobediencia a la prohibición de Dios de comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Pero ahora el tentador no es solo una divinidad del Medio Oriente, sino el mismo espíritu del mal personificado.

      El sentido del texto es inequívoco: los reinos de este mundo son todos de Satanás (Lc 4,6) porque se han construido según el espíritu de rebeldía y orgullo que les caracteriza. Así el conjunto de todos los reinos es el fruto acabado y el hecho histórico consumado del acto de comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal de la pareja humana primordial, lo cual ocurrió por la vía del héroe civilizador, Caín, ejemplar humano en quien se realizaron las promesas de la serpiente: “Se abrirán vuestros ojos y adquiriréis una sabiduría que os hará igual a los dioses”.

      En este sentido Caín representa a los primeros hombres que ante la magnitud de la caída se abocaron a desarrollar un saber que compensara el desvalimiento en que quedaron al perder su vinculación con la trascendencia. Con relación a esto, cabría recordar que la versión hebrea de la caída original no figura en las sagradas escrituras solo como una enseñanza objetiva, sino, como antes se dijo, una enseñanza influida fuertemente por el dilema que se presentaba para el pueblo de Israel entre ser fieles a Iahvé, manteniéndose en la santidad y la “justicia”, o alejarse de Dios para buscar refugio en las divinidades paganas capaces de ayudarlo a instalarse en el mundo sacando provecho de todo. Entre los textos bíblicos en que más claramente se describe ese dilema se puede citar el capítulo 2 del libro del profeta Oseas en referencia a Samaria, cuyo pueblo se alejó del culto de Iahvé justamente para poner su confianza en los dioses, mencionados aquí como sus “amantes” en el entendido de que la relación de Iahvé con su pueblo se califica en términos nupciales. En ciertos pasajes en que Iahvé habla de Samaria, como evocando sus nefastas decisiones, la hace decir:

      Me iré detrás de mis amantes,

      los que me dan mi pan y mi agua,

      mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas.

      Más adelante esta Samaria personificada agrega:

      Ellos son mi salario

      que me han dado mis amantes.

      Hablando en primera persona Iahvé se refiere a la infidelidad de Samaria en los siguientes términos:

      Cuando les quemaba incienso

      cuando se adornaba con su anillo y su collar

      y se iba detrás de sus amantes

      olvidándose de mí.

      El desenlace de este drama es que Iahvé, a pesar de su resentimiento por la traición de Samaria, dice que la perdonará y que hablará a su corazón, seduciéndola otra vez para que vuelva a ser su esposa. Esa profecía de Oseas se cumple en el diálogo de Jesús con una mujer samaritana


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